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Los esfuerzos de las instituciones para tener controlado el bitcoin cambian de acento. La imparable difusión de las criptomonedas ha virado el foco en su regulación desde la formulación de vetos hacia la introducción de cortafuegos entre ellas y el mundo de las finanzas tradicionales.

Ante la evidencia de que estos activos digitales gozan de una popularidad creciente y a prueba de sus amplísimos bandazos de precio, más voces y de mayor reputación abogan por este cambio de paradigma. El objetivo final es que la expansión de las criptomonedas que no han logrado frenar las prohibiciones vigentes en varios países del mundo no termine convirtiéndose en un riesgo para el sistema financiero.

El golpe de timón más significativo en este sentido lo acaba de dar el Fondo Monetario Internacional (FMI). En su último estudio sobre la evolución de las criptomonedas, el organismo se decanta por esta fórmula como la mejor vía para poner a salvo las finanzas tradicionales de cualquier sobresalto que pueda llegar a producirse en el bitcoin, el ethereum o cualquiera de sus hermanas pequeñas.

Riesgo de contagio

Los más entusiastas con estos activos digitales presentan este cambio de enfoque como “un reconocimiento a su capacidad para poner en entredicho al sistema financiero tradicional”, tal y como defiende un operador de este mercado. Sin embargo, lo cierto es que las preocupaciones del FMI tienen lo motivación exactamente opuesta, pues afirma que “los criptoactivos ya no están al margen del sistema financiero”.

La advertencia de la institución es clara. Si lo que se quiere es evitar “el riesgo de contagio entre los mercados financieros”, es urgente que se establezca un marco regulatorio “integral y coordinado” de ámbito mundial que atienda esta cuestión. Y es que el hecho de que las criptomonedas formen parte de estructuras descentralizadas y sin ubicación física complica que los vetos nacionales puedan ser efectivos para este acuciante fin.

En este sentido, lo cierto es que cada vez que un país ha procedido a prohibir totalmente las criptomonedas o alguno de sus usos, la medida se ha traducido en más volatilidad para su precio. Los casos más recientes han sido los de Turquía y Rusia. En ambos casos, los bandazos de precio provocados por sus vetos se han señalado precisamente como argumentos para justificar su categórica decisión.

El responsable de una de las plataformas españolas de activos digitales más conocidas explica que, “si este cambio de paradigma se pusiera en frases hechas, supondría pasar de esforzarse en poner puertas al campo a levantar cortafuegos para que, en caso de incendio, el daño quede lo más acotado posible”. Algo que considera mucho más ejecutable y positivo.

Sin efecto diversificador

Precisamente, desde el FMI se alerta de que “los criptoactivos como el bitcoin han pasado de ser una clase de activos oscuros con pocos usuarios a una parte integral de la revolución de los activos digitales”. Una difusión que, según explica, ha engordado pareja a “una creciente interconexión entre los activos virtuales y los mercados financieros”.

Este paralelismo entre popularidad y correlación con activos de inversión tradicionales es el que ha señalado la necesidad de estos cortafuegos. Y es que los datos recabados por la institución en su estudio subrayan que “su correlación con las acciones se ha vuelto más alta que la de las acciones y otros activos como el oro, los bonos de grado de inversión y las principales monedas”.

Más allá de cuestiones de uso, esta vinculación entre acciones y criptomonedas es lo que ya “genera preocupaciones sobre la estabilidad financiera”. Más aún porque muchos de los que entraron en estos activos digitales en los primeros compases de la pandemia lo hicieron buscando diversificar el riesgo de su cartera y ahora se topan con que su evolución más reciente viene a demostrar lo contrario.

Pendientes de Bruselas

Mientras que la regulación del sector en Europa a través de la directiva MiCA (del inglés, Markets in CryptoAssets) se retrasa, este cambio de foco parece bendecir la línea en la que se venía trabajando, aunque muy lentamente, en Bruselas. En este sentido, está previsto que la norma deje fuera de su ámbito cuestiones relativas al uso de tokens como medio de pago y otros factores como la minería.

En su lugar, el acento estará en señalar unas normas de juego claras para la operativa con criptoactivos, su intercambio y emisión a través de las ofertas iniciales (ICO, por sus siglas inglesas).

La cuestión es si, mientras cada vez más ciudadanos confía parte de sus ahorros a estos activos, la introducción de nuevas licencias y exigencias de supervisión serán suficientes cortafuegos levantados a tiempo entre este mundo y el de las antiguas finanzas.

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