Occidente quiere ahogar a Vladímir Putin. No físicamente, pero sí financieramente. Para ello busca cerrar su acceso a las reservas en el extranjero del banco central ruso. De ese modo, cortará las posibilidades de que el presidente tenga dinero para financiar sus acciones militares en Ucrania.
Al mismo tiempo mermará el margen de actuación del regulador a la hora de aplicar la política monetaria, lo que afectará al día a día de la población rusa en forma de precios más caros y problemas a la hora de acceder a los mercados internacionales.
Los últimos datos del Banco Central de Rusia publicados esta pasada semana indican que tiene 643.000 millones de dólares en reservas internacionales. Pero, ¿cómo se distribuyen? Para eso hace falta mirar el cierre del mes de enero, en donde el organismo tenía acumulados 630.627 millones de dólares.
El oro de Moscú
Eso no quiere decir que Canadá, EEUU, Australia y la Unión Europea vayan poder actuar sobre todo ese dinero. En este momento, Putin tiene acceso directo a los 132.256 millones de dólares en oro que hay en las cajas del banco central. A ello hay que sumarle todos los activos que estén denominados en yuanes (la moneda china).
Las estimaciones internacionales hablan de cerca del 20% de los activos, unos 98.471 millones. Por tanto, en este momento la disponibilidad del Banco Central de Rusia en moneda extranjera suma unos 230.727 millones de euros. Se trata, eso sí, de una estimación conservadora que podría ascender a algo más.
El resto del dinero, 399.900 millones de dólares están en divisas que pertencen a países del G7 y que, por tanto, podrían ser bloqueados por los distintos organismos internacionales. De hecho, de la capacidad que tengan para restringir el acceso de Rusia a esa cantidad, dependerá el éxito de las sanciones impuestas este fin de semana.
El consenso de los analistas internacionales coincide en que una correcta aplicación por parte de Occidente podría dejar muy mermado el margen de maniobra de Vladímir Putin. En especial porque de ese dinero depende el éxito del Banco Central de Rusia a la hora de aplicar las distintas políticas monetarias.
La inflación
Existen dudas de cuánto tiempo se podrá aguantar el respaldo y la liquidez al sistema financiero ruso si no hay acceso a la mayor parte de los mercados internacionales; pero no sólo eso. También la inflación podría dispararse, máxime porque se espera que tras todas estas medidas el rublo se desplome frente a la mayor parte de las monedas internacionales. Sobre todo frente al euro y el dólar.
Con buena parte de los activos extranjeros congelados, el regulador ruso no podrá intervenir para paliar la caída del rublo y, por tanto, el encarecimiento de las importaciones. Eso supondrá, entre otras cosas, un aumento de la inflación que, en este momento, ya dobla el objetivo previsto. Está en un 8,7%.
Se trata de una sanción severa, que no se aplica con frecuencia. De hecho, en este momento sólo se ha hecho con Corea del Norte, Venezuela e Irán. Ahora se suma Rusia, y está por ver la efectividad que tiene.
Habrá que anaizar también si el bloqueo es completo, o si -como se rumorea- se permite que Rusia pueda acceder a divisas extranjeras para comerciar con productos energéticos. Sobre todo porque la Unión Europea depende casi en exclusiva de Moscú para la importación de gas. De ello dependerá, también, si la desconexión de SWIFT es total o parcial, pues las transferencias internacionales pasan por este sistema de forma obligatoria.
Eso podría hacer que Vladímir Putin no tenga la intención de cortar el grifo del gas por el gasoducto Nord Stream, que en este momento funciona al 100% de su capacidad en un intento por demostrar que sus problemas no son con la Unión Europea. Sin embargo, estas sanciones podrían hacer que cambiara de opinión. La guerra financiera ha comenzado.