Poco más de treinta segundos le han bastado a Pedro Sánchez para alejar el “fetiche” del impuesto a los ricos que exige una y otra vez su socio Pablo Iglesias. “No estaba en el acuerdo de Gobierno” ha dicho el Presidente, quien aleja definitivamente la posibilidad de que se pueda emplear esta figura para subir la presión fiscal a quienes más tienen.
Reflexionaba a continuación sobre la necesidad o no de este impuesto, o si “es mejor fijarse en dónde están, dónde tributan y cómo los hacemos tributar en España” a los ricos. Sigue así la teoría de su ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que es partidaria de buscar de aplicar fórmulas alternativas.
La gran pregunta que surge aquí es el por qué Sánchez recela del gravamen a las grandes fortunas. La respuesta la daba en Invertia hace unas semanas el economista Miguel Sebastián en una tribuna titulada Otra vez el impuesto sobre patrimonio.
El error de 2011
En ella reconocía que el Gobierno de Zapatero, del que él formaba parte, cometió el “error” de recuperarlo de forma “transitoria” en 2011. Desde entonces sigue vigente en el régimen fiscal español. Sin embargo, y como piensan buena parte de los economistas, Sebastián recordaba que se trata de un gravamen que no cumple con ninguna de las tres características que debe tener una figura fiscal: suficiencia, equidad y eficiencia.
Si se analiza la suficiencia, basta con ver los datos de recaudación. En 2007, último año de su eliminación, el impuesto sobre patrimonio apenas logró recaudar 2.000 millones de euros, tal y como explica el exministro. Y eso que en aquel año estábamos con el Ibex 35 en los 16.000 puntos y en plena burbuja inmobiliaria. ¿Se van a recaudar ahora 11.000 millones? Parece obvio que no, y de hecho Sebastián hablaba de “ingenuidad” plantearlo así.
Tampoco se cumple con el principio de equidad. El principal argumento que emplean aquellos que defienden este impuesto. Sin embargo, el exministro destacaba que “las grandes fortunas nunca lo han pagado”. ¿El motivo? Porque emplean sociedades que están en otros países. Esto hace que, al final, recaiga en las clases medias.
Criticaba también el exministro que el impuesto de patrimonio tampoco cumple con la “equidad horizontal”. Es decir, penaliza a aquel que logra un gran ahorro frente a quienes no aumentan su patrimonio porque gastan más que ahorrar.
La eficiencia de Patrimonio
Por último, hablaba también de la eficiencia. El impuesto de patrimonio “perjudica la decisión de ahorro” y -como es el caso de la propuesta de Podemos- incentiva la inversión en ladrillo frente a la que se realiza en actividades productivas.
Por si fuera poco, no hay que olvidar que “el crecimiento a largo plazo depende de la inversión y ésta depende del ahorro”.
Recordaba también Sebastián en su tribuna que el resto de países tienen claro que no es un buen impuesto. No existe en ningún país de nuestro entorno, y en los que existía -como en Francia, Suecia y Finlandia, lo han abolido.