Cada nuevo día, los criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG, por sus siglas en inglés) ganan terreno en la mente de las compañías y sus inversores, entre ellos los fondos. Especialmente desde la pandemia de Covid-19, la sostenibilidad impregna todas las conversaciones del mundo empresarial y financiero, a lo que ha dado un empujón la transición presidencial de Donald Trump a Joe Biden en EEUU o el Pacto Verde Europeo.
Y si bien es cierto que esto es una realidad palpable, también lo es el hecho de que no todos los factores de la inversión sostenible o socialmente responsable avanzan a la misma velocidad. Los criterios G y E adelantan por mucho a la S, que se ha quedado parcialmente descolgada.
Para arreglar esta brecha, las consultoras María Prandi y Pia Navazo, de Business & Human Rights (BHR), han puesto en marcha la iniciativa IR Hub, orientada a profesionales de distinta índole (responsables de relación con inversores, directores financieros, directores de sostenibilidad, gestores de activos…) pero que tienen una meta común: darle a los derechos humanos el rol que les corresponde en las decisiones empresariales e inversoras que se toman en el día a día, mediante el diálogo y la formación.
En una entrevista con Invertia, Navazo, que es directora de programa ESG y experta en temas sociales e impactos empresariales en derechos humanos de la consultora (cadenas de suministro globales y sector financiero, M&A), explica qué persigue esta iniciativa y analiza el estado actual de los derechos humanos (S) en las compañías y los fondos de inversión y de pensiones.
El aspecto social dentro de los criterios ESG es el más olvidado por el sector financiero y las empresas. ¿Dentro de la S, qué tienen que tener en cuenta o cumplir las compañías que hoy, sin embargo, no hacen o hacen de menos?
La responsabilidad empresarial de respetar los derechos humanos ha ido acelerando la agenda legislativa, inversora y empresarial. Los primeros fondos de pensiones que empezaron a centrarse en la S se preocupaban por abusos de derechos humanos en mercados emergentes, como en las fábricas textiles asiáticas o las minas congoleñas con trabajo infantil, por el miedo al riesgo reputacional de las compañías en sus carteras. Pero los riesgos S se han vuelto más complejos y sistémicos. No se limitan a mercados emergentes e incluyen diversos temas, como derechos humanos, relaciones con comunidades, clientes, etc. Y dentro de derechos humanos, aspectos tan variados como protección de datos, condiciones de trabajo y esclavitud moderna o no discriminación.
Por lo tanto, es el menos claro del trío ESG, el más difícil de medir y el que ha recibido menos atención. Pero esto último ha cambiado. Asistimos a lo que Goldman Sachs AM ha llamado “The Rise of the ‘S’ in ESG Investing”.
¿Se toman más en serio la S los accionistas o los fondos de inversión que las propias empresas?
Los inversores están dando un empujón clave. En el marco europeo de finanzas sostenibles, preguntan cada vez más a las empresas por su performance o gestión social. Por ejemplo, el Reglamento de Divulgación de Información Relativa a la Sostenibilidad en el Sector de los Servicios Financieros, que entró en vigor el 10 de marzo, establece normas armonizadas sobre transparencia que deberán aplicar los participantes de mercados financieros. Asimismo, la taxonomía de finanzas sostenibles pone la condición de no dañar los derechos humanos para poder clasificar una actividad como sostenible.
Esto crea la necesidad de integrar un análisis más cualitativo y corregir rankings e índices. La transformación del sector inversor va a arrastrar a las compañías, que deberán integrar la gestión de riesgos ESG e informar claramente sobre ello. Pero vemos que muchas compañías no están preparadas para responder.
¿Hay alguna ley que sea el marco de la S para las empresas?
Es uno de los grandes obstáculos. Por un lado, la gestión S, esto es, el respeto a los derechos humanos, se regula en iniciativas internacionales, fundamentalmente los Principios Rectores de la ONU sobre Empresas y Derechos Humanos, por ahora no obligatorias en España. En 2021, se espera una directiva europea sobre debida diligencia obligatoria en materia de derechos humanos, que obligará a todas las compañías europeas a gestionar la S, a implementar procesos de debida diligencia. En paralelo, se están aprobando también este año mayores obligaciones de información S, con la nueva Directiva sobre Información No Financiera que se aprobará pronto. Son dos patas complementarias que darán claridad a las empresas sobre cómo gestionar e informar de sus impactos sociales.
Aunque es el criterio más difícil de medir y el que ha recibido menos atención, asistimos a lo que Goldman Sachs AM ha llamado “The Rise of the ‘S’ in ESG Investing”
¿Hay algún índice bursátil que recoja la S de forma expresa?
Con un número cada vez mayor de productos ESG y un aumento en la información S que dan las compañías, las evaluaciones ESG son capaces de recopilar datos sobre el comportamiento de una compañía y presentarlas en un formato digerible para entidades financieras. Pero el alcance de estas calificaciones, rankings e índices ESG es incompleto, poco coherente y, muchas veces, superficial, basado en las mismas preguntas para riesgos de derechos humanos fundamentalmente diferentes.
La información que hay hoy en el mercado es dispersa, poco comparable, cada compañía controla qué y cómo informar, se comunica lo que es fácil de medir, no lo que es relevante. Se comunican procesos, políticas y compromisos, no su efectividad o los impactos sociales reales, así como los riesgos financieros derivados de esos riesgos sociales.
Por ello, cualquier índice S hoy en día sirve de poco y no refleja los riesgos sociales de una compañía, y menos aún los financieros que se deriven de los mismos. Pero el mercado está exigiendo que las compañías comuniquen su gestión de impactos ESG de manera estratégica, relevante y exacta. Por ejemplo, Deutsche Bank advierte que la S “será el próximo gran foco del capital inversor” en la era post-Covid.
Algún ejemplo de compañía o sector que cumpla correctamente con la S y sirva de ejemplo, y viceversa…
Hay muchas compañías que ya implementan procesos de debida diligencia para gestionar sus impactos en derechos humanos. Sectores que han estado más expuestos a la opinión pública o los inversores, como el extractivo o el textil, han hecho más progresos. En el sector de renovables, E por excelencia, la gestión de los derechos humanos en sus operaciones y cadenas de suministro deja bastante que desear. Ello demuestra la desconexión E y S, esa sostenibilidad a medias. Sin embargo, dos empresas españolas, Iberdrola y Acciona, con las que hemos trabajado en BHR, encabezan la lista mundial de mejores prácticas (elaborada por el Centro de Recursos para Empresas y Derechos Humanos - BHRRC).
Y algún ejemplo de fondo de inversión…
Los inversores institucionales se han visto afectados por la Covid-19 de una u otra forma, y eso ha dado gran visibilidad a las cuestiones de derechos humanos. Todos, en mayor o menor medida, son conscientes de que la S es cada vez más importante y empiezan a preparase e implementar estrategias más sofisticadas para evaluar a las compañías de sus carteras en este sentido.
¿Uno en particular? BlackRock encabeza las exigencias ESG, incluyendo más recientemente la S. Desde 2020, tiene un foco en diversidad. Pero, por ejemplo, carece de una política sobre derechos indígenas. Aviva Investors incorpora cuestiones sociales en su análisis de inversión (como la diversidad en el consejo, abusos de derechos humanos, etc.), apostando por mejores resultados de inversión para sus clientes y la sociedad. El año pasado estuve en una conferencia en la que BNP Paribas hablaba de cómo integraban la lucha contra la esclavitud moderna en sus decisiones de inversión, y la frustración frecuente de no encontrar la información necesaria en las compañías.
Se van viendo esfuerzos, pero estamos lejos de encontrar un inversor con una política comprensiva de todos los riesgos sociales. Esto es muy nuevo.
El proyecto IR Hub, ¿a partir de cuándo estará activo y qué tipo de iniciativas llevará a cabo?
Nos dimos cuenta de que faltaba sensibilidad y preparación de los departamentos financieros de las compañías, así como diálogo con los departamentos de sostenibilidad, y del obstáculo que eso significaba para la creación de valor y para dar datos más transparentes al mercado. También, las compañías se quejan de las diez listas ESG diferentes que tienen que rellenar con alcance, metodologías y coberturas distintas según las exigencias de cada inversor. Esta multiplicación resulta en una fatiga para las compañías.
El IR Hub busca apoyar a estos departamentos mediante contenidos útiles, prácticos y adaptados, desmitificando siglas, taxonomías de inversión sostenible, etc. Hay demasiados informes generalistas y sobre tendencias que la gente no tiene tiempo de seleccionar o leer o no puede comprender.
Todo se enmarca en la creencia de que las finanzas sostenibles son un motor privilegiado para hacer avanzar a las compañías en el respecto de los derechos humanos (la S), y que las compañías y su personal financiero deben aprovechar este empuje.
El IR Hub se lanza en marzo, está abierto para todas las compañías y actores financieros que quieran mejorar la gestión social y la comunicación compañía-inversor sobre temas S. Es un espacio para miembros en el que se abre diálogo entre responsables de relación con inversores, departamentos de sostenibilidad y pares con problemas similares. Se accede mediante una cuota anual.
¿Un objetivo medible que se marque el IR Hub a medio plazo?
La respuesta fácil es un mejor desempeño de la integración de criterios sociales, una mejora en puntuación ESG respecto del año anterior. El objetivo medible va a ser el propio feedback de las compañías que participen, que evaluarán la utilidad de la plataforma. Como objetivo general, mejorar la comprensión del factor social, su gestión y, por tanto, aumentar el valor de las compañías y la calidad del diálogo con el inversor a través de información clara, relevante y material. Estaremos atentos al efecto en el valor de las compañías que participen respecto a las que no, pues no tenemos duda de que la integración de factores S impulsa la creación de valor a largo plazo.
Dentro de los ODS, ¿qué objetivos sentís que se están dejando de lado?
Vemos un gran interés de compañías por los ODS. Sin embargo, se están confundiendo dos conceptos: la contribución al desarrollo (ODS) y el cumplimiento de un estándar mínimo de conducta (ESG) que, de no cumplirse, puede tener un impacto financiero. Los ODS, un consenso global sobre objetivos a largo plazo, impactan en los mercados de otra forma: los inversores tienen un papel para lograr esos objetivos, pero su objetivo es la creación de impacto. La inversión ESG, que respeta criterios ambientales, sociales y de gobernanza, debe ser y es un paso anterior y necesario.
El sistema financiero se está adaptando a los nuevos retos ESG, y la referencia para inversores y compañías debe ser el respeto a los derechos humanos (en esta línea van todas las legislaciones y taxonomías de la UE), no los ODS.