El macabro impacto de la pandemia del coronavirus ha tenido un coste económico y vital sin precedentes para EEUU. Hay que remontarse a la primera mitad del siglo XX para encontrar una mezcla de pérdidas humanas y materiales de la misma magnitud de la que está viviendo el país durante los últimos 12 meses.
Ahora que parece que el avance de la vacunación comienza a poner fecha al final de esta tragedia, la administración Biden ha decido poner en marcha uno de los planes de estímulos más ambiciosos que se recuerdan. Una iniciativa que, lejos de dedicarse a tapar los agujeros generados por la Covid-19, va a enfocarse a impulsar el desarrollo de las industrias del futuro.
Un plan valorado en 2,3 billones de dólares en el que la movilidad va a contar con un papel muy destacado. El presidente de los Estados Unidos hizo de la reducción de emisiones una de las banderas de la campaña política que le llevo a la Casa Blanca siendo el candidato más votado de la historia.
Ahora, una vez ya a los mandos del país, Biden ha decidido convertir las promesas en un plan que promete revolucionar la forma en la que los estadounidenses se desplazan dentro y fuera de sus ciudades. Para ello contará con un bazuca de 174.000 millones de dólares.
Pilares de la nueva movilidad
Como no podía ser de otra forma la electrificación de la movilidad va a estar en el centro de la estrategia del mandatario pensilvano. El proyecto pretende dotar al país de una red de 500.000 cargadores de aquí a 2030. Para ello pondrá en marcha una importante batería de ayudas que deberán de ser dedicadas a tecnología que se fabrique en el país. Una medida que, además de popularizar los vehículos eléctricos persigue acortar la brecha tecnológica existente entre China y EEUU en este segmento.
En paralelo a la puesta en marcha de esta infraestructura de carga, el plan de Biden pretende impulsar la producción nacional de vehículos eléctricos. Al igual que en el caso de los cargadores esta iniciativa pretende impulsar la fabricación nacional de baterías y vehículos eléctricos a través de incentivos para los fabricantes de automóviles con presencia en territorio estadounidense.
La tercera de las patas del plan incluye incentivos para que los ciudadanos compren vehículos eléctricos. Unas ayudas que podrían superar los 7.000 dólares por vehículo siempre y cuando se dedicasen a modelos 100% eléctricos. De esta forma, la estrategia cierra el círculo de infraestructura-producción-compra, modelo muy similar al que está impulsando las ventas y la fabricación de vehículos libres de emisiones en Europa.
Transporte público
Pero el vehículo eléctrico es sólo una parte del plan. Biden pretende dar un gran acelerón en la electrificación del transporte público y de los autobuses escolares (un segmento con gran implantación en el país). La propuesta del partido demócrata busca sustituir 50.000 vehículos diésel y electrificar el 20% de la flota de autobuses escolares de EEUU. Para ello este tipo de vehículos contarán con incentivos que acerque la inversión a los precios de los vehículos de combustibles fósiles.
Una medida que también se aplicará a la flota federal. El plan de Biden prevé, del mismo modo, la electrificación de los vehículos utilizados por las instituciones públicas. Un segmento en el que se incluyen las actividades de correos.
Además, de poco serviría toda esta electrificación si el origen de la energía necesaria no es renovable. Por ello, el plan va a impulsar la construcción de instalaciones para generar energía renovable. Concretamente, pretende invertir tanto en fuentes de energía limpia como de almacenamiento. Para ello, la estrategia pone una serie de objetivos temporales del porcentaje de energía limpia requerida.
Por último, la red actual de transporte también recibirá una fuerte inversión para modernizarse. En especial se espera un impulso al transporte ferroviario actual para mejorar su eficiencia y sus prestaciones. Del mismo modo, otra de las líneas de actuación previstas pueden ayudar a que, después de años de especulaciones, tomen forma los corredores de alta velocidad ferroviarios que actualmente están proyectados en el país.
En definitiva, un número ingente de iniciativas que tendrán un impacto enorme en el mix de movilidad de un país que afronta enormes retos durante la próxima década. Ahora el plan deberá conseguir el apoyo del Congreso de los EEUU, un proceso que no será fácil ya que, dentro de la propia mayoría que sustenta a Biden existen visiones muy diversas de las iniciativas medioambientales.