Gilead lo tiene claro. La compañía quiere cobrar, dependiendo de a cuánto esté el dólar, unos 345 euros por cada vial de remdesivir, el primer medicamento específico para el Covid-19. Esto lleva a que el coste de cada paciente tratado suba a más de 2.000 euros (son necesarios de seis a ocho viales). ¿Es este un precio justo, caro, barato… ? Aunque es pronto para decirlo, todo parece indicar que la compañía tendrá que rebajar sus pretensiones, al menos en España.
“Como dijo Warren Buffett, el precio es lo que pagas y el valor es lo que obtienes. El precio que vamos a pagar es superior a los 2.000 euros. ¿Pero qué valor vamos a obtener? ¿Vamos a disminuir la mortalidad? No de acuerdo con los ensayos clínicos. ¿Vamos a lograr disminuir el impacto de las secuelas de la enfermedad? Por lo pronto, no lo sabemos”. Quien habla es Eduardo López Briz, uno de los coordinadores del Grupo de Evaluación de Novedades, Etandarización e Investigación en Selección de Medicamentos de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH).
Este colectivo de profesionales sanitarios es uno de los responsables, junto a las estrecheces económicas generadas por la Gran Recesión, de haber popularizado en los últimos años la farmacoeconomía en España. Esta práctica consiste, como su propio nombre indica, en aplicar una evaluación económica a los medicamentos y su uso, de manera que ayude a decidir cuál debe ser su precio para que sean coste-eficientes.
Bajo este punto de vista, ¿es justo el precio que pide Gilead por remdesivir, unos 345 euros por vial? A bote pronto, López Briz considera que este coste debe rebajarse. “Ese precio puede estar bien para Estados Unidos, pero Estados Unidos no dispone del sistema sanitario público más eficiente del Mundo ni tiene los criterios de evaluación económica que tenemos la mayoría de los países europeos”.
Las valoraciones del farmacéutico de hospital van contra el argumento que usa Gilead para justificar el precio que pide por remdesivir. La compañía calcula que el medicamento permite ahorrar unos 10.600 euros (12.000 dólares) por paciente al reducir el tiempo de hospitalización unos cuatro días.
Pacientes beneficiados
“Pero solo en un subgrupo de pacientes (únicamente adultos y adolescentes mayores de 12 años con neumonía que requieran oxígeno), no en el conjunto de la población con Covid-19", objeta López Briz. "Y curiosamente, son pacientes no demasiado graves. Es decir, que no vamos a disminuir la mortalidad ni la estancia hospitalaria en los enfermos más graves”, objeta este farmacéutico de hospital.
Por ello, opina que, en un análisis primario, “parece que sí”, que pedir más de 2.000 euros por ciclo de tratamiento de remdesivir sería caro. En cualquier caso, también avanza que se harán “análisis pormenorizados” para sacar “punta económica” al uso de remdesivir, y sacar conclusiones más sólidas.
Lo cierto es que la estrategia de Gilead ya parte de un punto sumamente inusual: las compañías farmacéuticas no suelen hacer público el precio que piden por sus productos, y menos cuando va a tenerse que negociar la financiación pública.
En el caso particular de España, el precio que se negocia y pacta entre laboratorio y Ministerio de Sanidad, que es el que se financiará con dinero público, suele quedar oculto en la más absoluta de las confidencialidades, al menos hasta que el producto pierde patente y pasa a ser genérico.
Cabe recordar, además, que en el caso de los medicamentos hospitalarios el precio que pactan la compañía y el Gobierno (concretamente a través de la Comisión Interministerial de Precios ) suele suponer únicamente un tope. Los diferentes hospitales suelen querer (y lograr) rebajas en el producto a través de las más diversas fórmulas, como compras por volumen.
Sin embargo, la discreción no ha sido en este caso la estrategia de Estados Unidos. En plena precampaña electoral (las Presidenciales se celebran el 3 de noviembre) y con una curva de crecimiento de los contagios de Covid-19 que no se atenúa, el Gobierno de Donald Trump ha anunciado que ha adquirido prácticamente toda la producción de remdesivir hasta finales de septiembre, a pesar de que su uso solo está autorizado en poblaciones de pacientes muy acotadas.
Consultado por Invertia, el Ministerio de Sanidad ha asegurado que España cuenta con stock suficiente de remdesivir para el uso en el que se plantea su aprobación la Comisión Europea (todavía no se ha autorizado su comercialización) que es, como ya se dijo antes, únicamente adultos y adolescentes mayores de 12 años con neumonía que requieran oxígeno. El suministro que tiene España también permitiría afrontar potenciales brotes.
En el ojo del huracán
No es la primera vez que uno de sus innovaciones pone a Gilead en el ojo del huracán. Tampoco es que la compañía americana se sienta incómoda en él. Esta biotecnológica de origen estadounidense es una de las farmacéuticas líderes en el campo del VIH igual que en terapias CAR-T, que están llamadas a revolucionar el campo del cáncer en el corto y medio plazo. De hecho, su primera terapia de estas características, Yescarta, ya está aprobada en España.
Pero, sin duda, uno de los productos más conocidos de Gilead es sofosbuvir, también conocido como Sovaldi. Se trata de un medicamento que cuando se comercializó supuso una revolución: fue el primer tratamiento en curar, con escasos efectos secundarios, la hepatitis C. De hecho, gracias a él, no son pocos los expertos que indican que en España, con una buena estrategia de cribado, se podría erradicar esta enfermedad (aunque todavía quedan unos 35.000 pacientes diagnosticados sin tratar).
Sin embargo, en su momento, este medicamento puso entre la espada y la pared al Gobierno de España. A principios de 2014, todavía con Ana Mato como ministra de Sanidad, la Comisión Europea aprobó el fármaco de Gilead, que tenía un ‘milagroso’ 95% de efectividad sobre la enfermedad.
Unos resultados que tenían un precio. La compañía americana pidió casi 50.000 euros por tratamiento al Ejecutivo, una cifra inasumible en aquel momento. Se iniciaron una negociaciones que tenían como escenario de fondo las frecuentes protestas de pacientes y especialistas en hepatitis C, que reclamaban la financiación pública del medicamento.
Algo que no comenzaría a tomar forma hasta finales de ese año. Entonces, el Gobierno, ya con Alfonso Alonso como ministro de Sanidad, diseñó la estrategia nacional de hepatitis C, una iniciativa para financiar el propio sofosbuvir en 2015, que se emplearía sumado a otros tratamientos.
La aparición de estos otros productos fue clave. En verano de 2014, la farmacéutica Janssen lanzó simeprevir, un fármaco cuyo impacto en la hepatitis C no era tan alto como sofosbuvir pero aún así era muy eficaz. El acuerdo de precio y reembolso públicos fue instantáneo.
Importante rebaja
La amenaza que suponía este producto junto a otras innovaciones venideras permitió a Agustín Rivero, el director de Farmacia por entonces, presionar a Gilead y sacarle una importante rebaja en el precio que pedía.
Como finalmente estos productos se adquirieron a través de centrales de compras, se conoció el susodicho coste del sofosbuvir: alrededor de 23.600 euros por paciente, como reveló Civio.
El coste de este y del resto de los fármacos llevó a que la hepatitis C fuera uno de los principales impactos en el déficit público español en 2015. La partida para estos productos supuso unos 1.090 millones de euros y condujo a una importante desviación de los números rojos de aquel año según el titular de Hacienda en 2016, Cristóbal Montoro.
Con todo, también es cierto que a día de hoy la hepatitis C es una enfermedad prácticamente silente en España. El impacto económico quedó en segundo lugar, priorizándose el valor sanitario.