La crisis de adicciones a los opioides en Estados Unidos tiene nombre y apellidos: Purdue Pharma. La farmacéutica -de la que era propietaria la familia Sackler- sacó al mercado OxyContin, un opioide que ha causado 500.000 muertes por sobredosis entre 1999 y 2019 y por el que fallecían 136 personas diarias en 2019. Y pese a que en España se ha duplicado su consumo, no se repetirá la tragedia que está ocurriendo al otro lado del Atlántico, ¿por qué?
"Hay varias situaciones que son diferentes a Estados Unidos. La receta electrónica funciona de filtro para saber cuál es el consumo. También la historia clínica compartida entre Atención Primaria y hospitales permite conocerlo", dice Mara Sempere, miembro del grupo de utilización de fármacos de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc), en conversación con EL ESPAÑOL-Invertia.
Otra diferencia que apunta Francisco Pascual, presidente de Socidrogalcohol, es que "en Estados Unidos funcionan mucho con la sanidad privada. Eso quiere decir que una persona va a la consulta del médico, le hace una receta, va a la farmacia y la compra. Hay una transacción económica que no pone el freno necesario".
En España, por el contrario, "hay un control exhaustivo gracias a las recetas, donde se registran los consumos y saltan alertas cuando el paciente ya está tomando opioides". Algo en lo que coincide también Juan Jesús Ruiz, director provincial de drogas de Málaga: "Tenemos un sistema de salud que difiere muchísimo del de Estados Unidos".
A pesar de ello, el consumo ha pasado de 10,7 dosis diarias por 1.000 habitantes (DHD) en 2011 a 20,5 en 2021, según los datos recopilados por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS).
¿La razón? La explica Sempere: "Los opioides son útiles para el dolor relacionado con oncología o el dolor irruptivo grave. El problema es que ha aumentado su uso en dolor crónico no oncológico. Para algunas situaciones a corto plazo (4-12 semanas) puede ser de utilidad. Pero nos encontramos que, a veces, los pacientes están con este tratamiento mucho más tiempo".
De la misma opinión es Pascual, que además diferencia entre dos tipos de opioides: los de liberación lenta y los de liberación rápida. "Cualquier fármaco que tenga una liberación rápida, hace efecto casi al momento, pero también pasa más rápidamente. Cuando pasa el efecto, vuelve el dolor y la tendencia es volver a tomar medicación e incluso aumentar la dosis".
Los datos hablan por sí solos. En España ha subido el consumo. Y también el número de adicciones a los opioides bajo prescripción médica, reconoce el presidente de Socidroalcohol. "La persona que tiene una adicción tiene conductas aberrantes: va cambiando de médico con excusas como que ha perdido la medicación o que se lo ha comido el perro" -y esto último no es una broma, aclara Pascual-.
Este incremento de las adicciones vienen notándose "desde los últimos seis o siete años, principalmente al fentanilo", añade Ruiz, que además indica que España es el cuarto o quinto país del mundo en consumo de fentanilo. Una situación que "ha puesto en sobreaviso a las comunidades autónomas y están intentando hacer lo posible para no repetir la crisis de Estados Unidos".
El plan de Sanidad
Que se haya duplicado el consumo en los últimos diez años es "grave", dice la portavoz de Semfyc. Para reconducir esta tendencia, el Ministerio de Sanidad está trabajando en un plan de utilización de opioides del que ya se ha publicado una primera versión. "La idea del Ministerio de Sanidad es tener un enfoque preventivo y distintos ejes de acción para evitar la situación de Estados Unidos y mejorar la prescripción de los opioides".
Y también es un trabajo que deben hacer los médicos. "Hay que evaluar bien el dolor y de dónde viene. Y mientras tanto, darle un analgésico. Si se puede mitigar con un paracetamol, no debemos utilizar opioides, porque al final se utiliza un fármaco que cuando lo necesites para un dolor más agudo ya no va a valer", explica Pascual.
No valdrá porque nuestro cerebro tiene receptores de opioides, por lo que si te tomas uno hay una afinidad con el sistema nervioso central que provoca una tolerancia y crea la necesidad de consumir cada vez más cantidad. "Eso desemboca en una adicción", continúa el presidente de Socidrogalcohol.
El plan en el que se está trabajando lo que viene a delimitar es "en qué situaciones se deben prescribir los opioides, durante cuánto tiempo, cuáles son los adecuados según la enfermedad, cómo se le explica a los pacientes, qué hacer con aquellos que ya están tomándolo y si ya tienen una adicción, darles una respuesta y alternativas".
La crisis de Estados Unidos
136 muertes diarias por sobredosis de opioides. Esa es la cifra que registraba Estados Unidos en 2019. Pero para contar cómo se ha desatado esta crisis de salud pública hay que remontarse a 1996, cuando el OxyContin salió al mercado.
Este medicamento recibió la aprobación de la FDA, el órgano regulador de EEUU, a pesar de su enorme potencial adictivo -aunque la compañía decía todo lo contrario-. Y es más, en la redacción de la ficha técnica del OxyContin participó un trabajador de Purdue Pharma.
Empezó entonces una campaña publicitaria abrumadora, en la que se potenciaba la idea de que al ser un opiáceo de liberación prolongada el riesgo de adicción era muy bajo. La farmacéutica pagaba, además, a los médicos para que recetasen OxyContin.
El resultado: una crisis de adicciones que llenaron los bolsillos de la familia Sackler. Desde su aprobación en 1996 y hasta 2001, las ventas del OxyContin alcanzaron los 1.600 millones de dólares, representando alrededor del 80% de los ingresos de Purdue Pharma. En 2010, alcanzaron los 3.000 millones de dólares.
A medida que iban pasando los años, las adicciones y las muertes por sobredosis de este opioide se incrementaban. Fueron varias las investigaciones que se iniciaron en torno a esta crisis de salud pública, con la familia Sackler y su compañía Purdue Pharma como las señaladas.
Unas pesquisas que desembocaron en una avalancha de litigios por opiáceos. En 2019, Purdue Pharma se declaró en bancarrota y se declaró culpable de tres delitos graves derivados de la comercialización de analgésicos opiáceos recetados.
Un año más tarde, aceptó el pago de 8.300 millones de dólares en concepto de multas, daño civil e indemnizaciones. Pero, a pesar de ello, el haberse declarado en bancarrota complica mucho el pago de estas indemnizaciones.
Purdue Pharma no es la única farmacéutica que se ha visto envuelta en litigios. También aparecen nombres como Johnson & Johnson o Teva.