Opinión

El déficit como paradigma de los males y de la mentira económica

El déficit público de la economía española es un interesante punto de partida para reflexionar sobre nuestros políticos, nuestro Gobierno, nuestros independentismos y esa crisis del crédito mundial que se alarga y engorda sin parar. También sobre esa mentira económica en la que vivimos: sabemos que así no vamos a ninguna parte, pero... ¡ale borrico!

1 abril, 2016 10:41

Nos hemos lanzado todos al cuello del Gobierno en funciones tras presentar los datos definitivos del déficit de 2015. Y con razón. Rajoy y su equipo que hablan siempre de éxitos económicos, de ellos como garantía de seriedad ¿el eslogan de la última campaña electoral era ¿España en serio¿- son, tal vez, uno poco más de fiar que Zapatero y sus ministros descabezados. Nada más. Ya expuse  mi opinión sobre los logros económicos del Gobierno Rajoy previa a la cita electoral.

El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, culpaba ayer de la brusca desviación del déficit a las Comunidades Autónomas y también a la Seguridad Social. Nuevamente, el déficit nos habla de los grandes problemas de España. La desconexión entre Comunidades Autonómicas y Gobierno central, la falta de empuje en la misma dirección. La autonomía independiente de los objetivos del todo, enfrascada en la separación del territorio y/o en el clientelismo político para perpetuarse en el poder. Un clientelismo que también se da en la esfera estatal y municipal, incapaces de restar privilegios a la casta política a la que pertenecen. Y aquí van todos¿ nuevos y viejos.

El desajuste en la Seguridad Social como muestra del elevado paro y del trabajo precario creado con unos salarios que aportan menos a la principal parcela de nuestro Estado del Bienestar. Sueldos bajos e insuficiente incorporación de ciudadanos al mercado laboral apuntalan y agigantan este déficit. ¡Qué bien nos explica el déficit todos los problemas!

Y el déficit también nos cuenta la gran mentira en la que vivimos las economías de todo el mundo, incapaces de no gastar más de lo que ingresan. Un fenómeno que ha ido incrementando de manera brutal la deuda en circulación, incluso en países tan excedentarios de dinero como China. 

España es después de siete años de crisis incapaz de cumplir sus objetivos, y por tanto ni qué decir de tener superávit para ir reduciendo una deuda que alcanza el 100% de nuestro producto interior bruto (PIB). Y no hay visos de que ese momento esté cerca. Es más, los nuevos partidos aspirantes al Gobierno de España son más partidarios de que Bruselas flexibilice los objetivos¿ nadie habla de empezar a pagar lo que se debe. De dejar margen también a que arriesguen los inversores en la economía real.

Y en España junto con el resto de principales economías del mundo nos acostamos cada noche tan tranquilos pensando que mañana y pasado volverán a financiarnos nuestro creciente déficit con las subastas semanales del Tesoro. De vez en cuando, se dice que la Bolsa va mal o que la economía no tira por culpa de tener una deuda tan abundante. Pero este concepto pasa rápidamente entre inyecciones de liquidez de los principales bancos centrales.

Todos estamos sentados encima de un barril de dinamita que se llama déficit y deuda. Y nos encontramos tan tranquilos, a sabiendas de que si suben algo los tipos no tendremos ni para comprar pipas si cubrimos los intereses o, simplemente, entraremos en bancarrota. Una gigantesca bancarrota mundial, interplanetaria, desde la que se ve a la FED, el Banco de Japón, al BCE, a Rajoy hermanado con Zapatero, a Guindos y Montoro abrazados a Puigdemont, Mas, etcétera.

El único fin que puede tener esto es el cambio de las reglas del juego. Nuevas normas que llevarán a muchos si no a todos, a perder su dinero. ¡Viva la mentira!