Vaya por delante que soy aficionado a las corridas de toros. Lejos de lo que algunos piensan sin el menor criterio, nadie va a ver sufrimiento ni violencia. Se asiste para emocionarse con el arte del toreo en un espectáculo auténtico donde el valor es una de sus claves. Insisto que salvo patologías mentales, el aficionado a los toros jamás admite la barbarie ni disfruta con el drama.
Detesto cualquier manifestación de ensañamiento con cualquier animal, dentro o fuera de una plaza de toros o en las típicas fiestas de los pueblos donde los violentos se cuelan igual que lo hacen en los partidos de fútbol o en el baloncesto. Se los detecta pronto y suelen ser abucheados por la concurrencia.
En el fondo de estas polémicas antitaurinas subyace la utilización que el ser humano hace del resto de los animales y que se manifiesta hasta en las actitudes aparentemente más cándidas y cariñosas. Supongo que solo en la etapa previa al neolítico hubo una relación de igual a igual entre hombres y animales. Una pelea por cazar o ser cazado donde el ser humano partía con la ventaja de su mayor inteligencia. Pero estaban en el mismo plano, en condiciones homogéneas.
Desde el momento en que comenzó a domesticar las fieras del campo, ha utilizado siempre a los animales. Igual de utilización es criar un toro bravo para acabar en una corrida que criar un mulo para tenerlo arando la tierra doce horas al día. Un híbrido estéril que solo se ha utilizado para trabajar. Lo mismo me da alimentar y cuidar cerdos que jamás ven la luz del día, salvo para el traslado al matadero, que tener un gato de compañía para acariciar su suave pelo. A los machos pequeños nos los comemos rápido y dejamos unos sementales (cada vez menos con la inseminación artificial) y a las hembras las ponemos a parir hasta el final de sus días.
Tal vez el colmo de la utilización animal que tan bien visto se encuentra en nuestra sociedad sea el perro. Perro para guardar la casa, perro para hacer compañía, perro para peleas, perro para el sexo prohibido, perro para detectar drogas, perros bomba en las guerras o perro para carreras¿ Hasta las aves nos sirven para cazar, pescar o enviar mensajes.
En los últimos años, de las personas más buenas y amorosas de la sociedad, muy comprometidas con los animales de compañía, se ha puesto de moda la castración de perros y gatos. Las propias ¿protectoras¿ de animales que los ofrecen aseguran que están vacunados y debidamente esterilizados para que no causen molestias a sus dueños. El tema es tan generalizado que, incluso, existen alimentos específicos para animales capados con el fin de que no engorden mucho tras la desaparición de sus atributos masculinos o femeninos y las hormonas que estos producen.
La reproducción es el instinto principal en los animales, junto al de supervivencia. Tal vez, su razón más importante para existir. Igual que nosotros, pero con la diferencia de que ellos ni siquiera pueden sublimar esas apetencias en otras actividades artísticas. Pero los bondadosos animalistas se creen con el derecho de esterilizarlos a todos porque ¿quién tiene un gato todo el día orinando por los rincones de la casa, o un perro que no pare de engancharse a la pierna en simulacro de coito?
¿Tordesillas, corridas de toros, granjas estabuladas, cerdas pariendo sin parar, perros y gatos capones? No sé quién debe decirnos qué da más pena.