Quienes no valoran el potencial de la conciencia ciudadana y la opinión pública en la lucha contra el cambio climático deberían atender a un argumento económico que quizá les sea más próximo: la capacidad que tiene la demanda por parte de los consumidores a la hora de influir en la economía. Los consumidores tienen en su mano la posibilidad de primar con sus decisiones de compra a aquellas empresas que mayores esfuerzos realizan por reducir las emisiones de gases contaminantes y cuidar los factores ESG, y, en consecuencia, penalizar a las que no lo hacen.
Esta dinámica se está imponiendo en buena parte de la actividad económica, empresarial y financiera de forma global, anticipando una tendencia que en pocos años se generalizará. En todo caso, hay algunos sectores económicos y empresariales especialmente sensibles a este cambio, concretamente el turístico.
El turismo es hoy uno de los grandes negocios, con unas cifras que no dejan de crecer. El número de turistas internacionales que se movieron por el mundo en 2017 alcanzó los 1.300 millones de personas, una cifra que se habrá superado ampliamente en 2018. Este movimiento de viajeros se tradujo en términos económicos en un negocio de 6,7 billones de euros, que suponen el 10,4 % del PIB mundial. En nuestro país, la aportación del turismo fue de 172.900 millones de euros en ese año, casi un 15% del PIB total.
"El turismo es uno de los factores de mayor impacto en la generación de gases contaminantes"
Sin embargo, esta positiva evolución de los viajes en el mundo tiene también su lado negativo, ya que se ha convertido en uno de los factores de mayor impacto en la generación de gases contaminantes y, por ello, en una amenaza creciente para la lucha y la reversión del cambio climático, con unos efectos y unos costes más devastadores que los que producen la mayoría de las restantes actividades y negocios en cuanto a la huella de carbono. Basta un dato para evidenciar esta realidad: cualquier gasto o consumo de turismo se estima que genera un volumen de emisiones contaminantes superior en una cuarta parte al resto de actividades.
El factor más importante de esta singularidad tan perjudicial para el medio ambiente es la distancia y el transporte, especialmente cuando los trayectos se realizan en avión, un medio de transporte incomparablemente más contaminante que cualquiera de los sistemas de transporte terrestre. La Organización Mundial del Turismo (OMT) estima que los viajes de larga distancia en avión representan sólo algo más del 2% de los visajes de turismo en las grandes áreas continentales y, sin embargo, generan el 16% del CO2 total emitido por el sector turismo; mientras el turismo internacional que se efectúa a través del tren o el autobús, siendo tres veces superior en volumen de viajeros al avión, genera solamente el 1% de las emisiones totales de CO2.
Las halagüeñas perspectivas del crecimiento del número de viajeros y turistas en el mundo, como signo de civilización y progreso cultural, que se estima crezcan a una tasa anual del 4%, son, por tanto, en contrapartida, una amenaza para la lucha contra la descarbonización del planeta.
"Incentivar a las compañías aéreas con mayor esfuerzo en favor de energías limpias y eficiencia energética y penalizar a las restantes"
Ante esta situación se hace cada vez más urgente que aumente la presión y la conciencia de los consumidores de viajes en un doble sentido: aumentar el peso de los viajes de distancia media y corta, menos intensivas en el uso del avión como medio de transporte, lo que comienza a denominarse como 'viajes lentos' que priman la calidad sobre la cantidad y apuestan por energías limpias y por la eficiencia energética; e incentivar a aquellas empresas, especialmente las compañías aéreas, que realizan un mayor esfuerzo en el terreno de las energías limpias y la eficiencia energética.
Los consumidores pueden lograr, junto con los inversores más señalados en este terreno que ya comienzan a hacerlo, sustanciales avances en cuanto a la lucha contra el cambio climático, incentivando las buenas prácticas y penalizando las malas. Para ello, deberá exigirse a las Administraciones Públicas que desarrollen programas de incentivos fiscales y penalizaciones para las empresas, algo en lo que las instituciones comunitarias de la UE están asumiendo un papel de liderazgo con iniciativas de control y reducción de las emisiones de CO2 en la UE y para promover mejoras tecnológicas en el uso de energía entre las empresas de turismo.
"Más transparencia, información e indicadores sobre las inversiones y desarrollos tecnológicos para la eficiencia energética y la reducción de emisiones"
Las empresas relacionadas con el turismo deben asumir este reto y ofrecer más transparencia y una información más completa y precisa sobre las inversiones y desarrollo tecnológicos que está realizando de cara a la eficiencia energética y la reducción de emisiones; y debe ampliarse la gama de indicadores y el acceso de las entidades acreditadoras para medir la huella de carbono de hoteles, compañías aéreas, transporte terrestre, alquiler de coches, restaurantes, museos, etc. y que los consumidores incorporen esta información en sus decisiones cuando se plantean un viaje turístico.
*Juan Carlos Villanueva es Editor de Guía de la Financiación Empresarial