Nunca es mal momento para poner a trabajar nuestro dinero, siempre y cuando tengamos claro el momento en el que se encuentra el mercado y, muy importante, el horizonte de nuestra inversión. Lo que debemos preguntarnos no es si es el momento de invertir, más bien debemos preguntarnos a qué plazo estamos decidiendo, a qué plazo estamos mirando.
No es igual si estamos mirando a los próximos tres meses, donde habría que ser cauto, que mirar a los próximos diez años, donde la visión cambia completamente. En períodos tan largos puede ser interesante invertir en una variedad de activos (multi-activos) que pueden ofrecer una rentabilidad más atractiva.
Nuestro punto de partida para tomar una decisión de inversión es que a día de hoy no hay recesión y que va a ser técnicamente difícil que el mundo entre en recesión en este año. Nos encontramos ante un esquema macroeconómico maduro y complejo en comparación con otros momentos de mercado, lo cual limita las decisiones del corto plazo.
Esta limitación haría que primara la búsqueda de activos seguros atendiendo al conjunto de dinámicas de mercado, macroeconómicas y geopolíticas. La otra cara de la moneda es que en caso de materializarse un episodio de aversión al riesgo, se abriría la posibilidad de tomar posiciones en activos arriesgados con la vista puesta en un horizonte más lejano.
A pesar de que en algunos países de Europa está habiendo una desaceleración, no se puede hablar de una recesión porque a escala global el crecimiento está todavía por encima del 3% y con expectativas en torno al 3,4% en el año. Lo que sí se puede decir es que la tendencia es al deterioro gradual de los datos. Estamos asistiendo a un empeoramiento de los datos al que sigue una pequeña mejora o estabilización a la que sucesivamente sigue un empeoramiento. Es muy probable que esta dinámica se repita en lo que queda de año, entrando en una etapa algo más compleja en los primeros meses de 2020.
¿Qué motiva este comportamiento? Parte lo propicia la propia dinámica del ciclo, a lo que se le añade el freno que supone al crecimiento un petróleo encarecido y, quizá lo más sorprendente, a que prácticamente no ha sucedido “nada” significativo en términos de política económica en los últimos meses. El único estado proactivo, impulsado por el conflicto comercial con EEUU, ha sido China, con fuertes medidas en el ámbito fiscal y algunas también en el monetario.
"La otra cara del exacerbado temor de finales de 2018 se ha visto en los primeros meses de 2019, con un último tercio del repunte basado en la complacencia y el optimismo"
La gran corrección del último trimestre de 2018 tuvo su inicio por las dudas generadas en cuanto al crecimiento, incluso con temor por una recesión. Fue en la última parte cuando este temor se exacerbó y se añadió al enfrentamiento entre Trump y la Reserva Federal, en el cual el presidente estadounidense desautorizó a la Fed diciendo que no estaba haciendo bien su trabajo. Todo ello derivó en una segunda pata de corrección, que fue más bien psicológica, con miedos desmesurados para lo que luego los datos nos contarían sobre la realidad de la economía.
El espejo de esa situación es lo está ocurriendo ahora: estamos teniendo un rebote en el que el mercado se ha pasado al otro lado en cuanto a psicología se refiere, con un último tercio del repunte basado en la complacencia y el optimismo, y que en nuestra opinión requiere cautela, ya que como decíamos anteriormente, realmente no ha pasado “nada” que lo justifique.
En la situación actual, y para el corto plazo, nos inclinamos hacia la reducción de riesgo. Podría incluso en los meses futuros llegar un momento en que pensar en la liquidez, con los tipos negativos, sea una alternativa durante unos meses. La renta variable consideramos que necesita una sana corrección, mientras que en deuda se puede estar pese a las valoraciones, pues no ha aparecido una inflación amenazante.
* Ignacio Chacón de la Rosa, Gestor de carteras multi-activo de Fonditel