Durante el más reciente consejo europeo, España parecía jugar un papel destacado, pues entrabamos en la reunión tras haber marcado la agenda como muy pocas otras veces. El non-paper del Gobierno, una propuesta cortita publicada días atrás, había recibido amplia atención en los medios y buscaba cambiar los ejes de la discusión respecto a la respuesta fiscal a nivel europeo o lo que ahora es el fondo europeo de recuperación.
Un giro que merece especial atención es una mención final a asegurar el buen (y competitivo) funcionamiento del mercado único ante respuestas fiscales de tamaños muy distintos, ya que estas podrían amenazar el principio de ‘igualdad de condiciones’ entre empresas de distintos países europeos.
Este argumento (tecnocrático, menos emocional) para adoptar una respuesta fiscal centralizada resulta más difícil de refutar en los países del norte que las llamadas a la solidaridad que dominan el debate actual. Hacer bandera de la integridad del mercado único sigue un largo patrón histórico que presenta una oportunidad de marcar las pautas de una recuperación europea.
Este nuevo argumento del Gobierno español, la defensa de la necesidad de una respuesta centralizada europea (en forma de un ambicioso fondo de recuperación) para proteger la competencia en el mercado único, proviene de la siguiente lógica económica. Al comienzo de la crisis, la Comisión Europea relajó las normas de ayudas de Estado, una decisión tal vez necesaria para facilitar la respuesta a una situación ya de por si llena de trabas.
Ante esta realidad, los distintos países han implementado diversas medidas para apoyar a sus economías con mayor libertad. Sin embargo, los respectivos tamaños de estas medidas difieren sustancialmente, cosa que podría colocar a las empresas de países con respuestas más contundentes en una situación privilegiada, ya que algunas de las medidas adoptadas podrían no haber cumplido los estándares habituales de la Comisión.
Los argumentos tecnocráticos para adoptar una respuesta fiscal centralizada resultan más difíciles de refutar en los países del norte que las llamadas a la solidaridad
Dichas empresas serían más competitivas en el mercado (único) europeo no por su valor intrínseco, si no por ciertas subvenciones recibidas de sus respectivos gobiernos, como puede ser un préstamo avalado por el Estado (y por tanto de un coste mucho menor). Con una ambiciosa respuesta centralizada, a nivel europeo, estos problemas disminuirían.
Para entender este argumento, es importante examinar las respuestas a la crisis de los distintos Estados miembros. Aunque las estimaciones oficiales varían (y a veces faltan), Alemania parece haber destinado alrededor de 240.000 millones a medidas de estímulo fiscal (y gasto) inmediato. Esto viene a ser un 7% del PIB alemán (de 2019), una cantidad cuantiosa, sin duda, complementada además por una serie de programas de garantías y subvención de los créditos en valor de más de 1,3 billones (o casi un 40% del PIB nacional).
A esto debemos añadir la consideración de que mientras que no hay mayor coraza que un aval del Gobierno alemán, aquel del Gobierno español (por no hablar del italiano) es de menor valor dada su más baja calificación crediticia. Ante este bazooka alemán, las respuestas de otros Estados miembros palidecen.
Ante el 'bazooka' del Gobierno alemán, las respuestas de otros Estados miembros palidecen
España e Italia, a pesar de haberse visto afectadas en mayor medida y sufrir un confinamiento más restrictivo (lo que supone un parón mayor de la economía) han respondido de manera menos contundente. Hasta ahora, ambas han implementado medidas de estímulo inmediato de alrededor de un 1% de su PIB, mientras que España tiene un programa de garantías de menos del 10% del PIB.
Aunque mil consideraciones determinan los programas de medidas, es indudable que la reducida capacidad fiscal de los países del sur juega un rol importante. Estos países, con menos margen de maniobra, no solo no podrán estimular sus economías de la misma manera, también colocan a sus empresas en una posición menos competitiva en los mercados europeos.
Así las cosas, es interesante que el Gobierno español empiece (con una mención incluida al final, casi con sutilidad) a enfocar el debate en términos del buen funcionamiento del mercado único europeo y la igualdad de condiciones entre entidades de distintos países (el famoso level playing field). Este argumentario, pues, abandona los asertos con una mayor carga política, incluso aquellos apelando a la moral, que han dominado un debate centrado en la solidaridad europea (no obstante, inscrita en los tratados) y ofrece en cambio una defensa tecnocrática de la respuesta fiscal centralizada.
Pocos factores han actuado de mayor 'driver' de la integración europea que la profundización del mercado único
Esta táctica es poco novedosa, pues pocos factores han actuado de mayor driver de la integración europea que la profundización del mercado único. Durante los años 70 las sentencias del Tribunal de Justicia de la UE respecto al mercado único continuaban el lento proceso de integración durante momentos de nimio empuje político - la famosa sentencia 'Casis de Dijon' de 1979, por ejemplo, aseguró el reconocimiento mutuo de los estándares de distintos países, facilitando las ventas entre estados miembros.
Y Jacques Delors, socialdemócrata y europeísta empedernido, reactivó el proceso de integración durante su periodo al frente de la Comisión Europea en los años 80, al centrarse en la mejora del funcionamiento del mercado. Al poner el foco en el mercado único, consiguió que Alemania y Reino Unido aceptasen un cambio en las normas de votación que eliminaba la unanimidad (lo que suponía una renuncia de facto a su derecho a veto), en lo que fue un punto de inflexión en el proceso de integración europea.
Delors consiguió que Alemania y Reino Unido aceptasen eliminar la norma de unanimidad en las votaciones al poner el foco en el mercado único
Aunque las circunstancias actuales sean indudablemente distintas, visto el lento progreso en las negociaciones sobre el nuevo fondo de recuperación europeo, el enfoque en el mercado único podría facilitar la defensa de lo que el Financial Times ha denominado 'mutualización del gasto', que vienen a ser las transferencias fiscales entre países (pero a través del presupuesto europeo) para apoyar a las áreas más desfavorecidas.
Hasta cierto punto, argumentos parecidos llevaron a establecimiento de fondos estructurales y de cohesión en los 80. Este enfoque también ayudará a justificar el uso de la buena calificación crediticia de las instituciones europeas (que se beneficia de esa coraza que es el aval alemán, al igual que el de todos los demás) para financiar una recuperación en términos uniformes.
A lo largo de las negociaciones respecto al plan europeo de recuperación podemos llegar finalmente a ese punto que los periódicos tildan de 'momento de la verdad'. La defensa de la integridad del mercado único permite una oportunidad para enmarcar el debate actual en términos tecnocráticos más allá de ideales respecto a Europa, evitando los peores tabúes políticos en los países del norte.
*** Marta Domínguez es economista e investigadora en el think tank Bruegel.