Al igual que la Gran Depresión o la crisis de los años 70 supuso un cambio sobre el marco teórico de la economía gracias a las aportaciones de Keynes y de Samuelson respectivamente, en esta nueva fase que comenzó en la Gran Recesión de 2008 y que se está agravando durante el Gran Confinamiento de 2020, estamos aún pendientes de las nuevas aportaciones que puedan servir para mejorar el nivel de vida de la población. De ahí la gran frustración de muchos economistas por un modelo que no termina de dar respuesta a las necesidades actuales.
Probablemente, una parte importante de la solución se encuentre en la Inversión Socialmente Responsable, en el hecho de que las inversiones que realicemos no solo tengan en cuenta un componente financiero sino un impacto social medible. Es decir, que no solo den rentabilidad, sino que contribuyan a mejorar la sociedad.
Algo que parece tan obvio no se ha aceptado siempre de forma natural. En 1962, Milton Friedman, un profesor de la Universidad de Chicago y premio nobel en 1976, recogía en su libro Capitalismo y Libertad una crítica a la responsabilidad social de la empresa: porque en una sociedad libre solamente hay una responsabilidad para las empresas o negocios, y es utilizar sus recursos y sus actividades para incrementar su beneficio dentro de las reglas del juego, en abierta y libre competencia, sin decepción o fraude. Si bien las aportaciones de Friedman en el campo de la economía son más que brillantes, la crítica a la responsabilidad social de la empresa no ha soportado el paso del tiempo.
Las inversiones que realicemos deben tener un componente financiero pero también social medible.
El mejor ejemplo lo tenemos durante la actual crisis, donde muchísimas empresas españolas han decidido aportar a la sociedad más allá que su simple aportación de beneficios (e impuestos sobre los mismos). En Mapfre, se han movilizado más de 200 millones de euros tanto para ayudar a pymes y autónomos, como donaciones en dinero y en material sanitario o la creación de un fondo de inversión de 50 millones de euros cuyo objetivo era financiar a la Comunidad de Madrid para los gastos extraordinarios de la pandemia. ¿Por qué otras muchas empresas como Inditex, Banco Santander, Bankia, Iberdrola, Telefónica, etc. han respondido así? Porque es lo correcto y porque muchas lo llevan en su cultura corporativa. En nuestro caso, la responsabilidad social corporativa se recogió en nuestros estatutos el 10 de junio de 1965.
Esta nueva dimensión del mundo de las inversiones poco a poco va ganando adeptos entre los inversores particulares y los institucionales. Si bien la definición Ambiental, Social y Medioambiental (ASG por su acrónimo en español o ESG en inglés) se ha convertido en una tendencia mundial hasta hace muy poco la “S” era la parte más débil de la cadena.
Mapfre, Inditex, Telefónica o Santander han respondido durante la pandemia ayudando porque es lo correcto y lo llevan en su cultura corporativa.
En nuestro caso, hemos querido aportar el fondo Mapfre Inclusión Responsable, cuyo objetivo es invertir en empresas europeas rentables que persigan la inclusión de personas con discapacidad dentro de su fuerza laboral. El objetivo último que persigue el fondo es demostrar que, a largo plazo, las empresas que tienen en cuenta estos factores son mucho más sostenibles y rentables que las que no los tienen. Esta iniciativa ha sido designada por Naciones Unidas como una buena práctica en el mundo de las finanzas.
Una pregunta recurrente es si realmente este tipo de inversión es rentable. O más bien ¿Es más rentable que la inversión tradicional? A finales del año pasado, Bank of America Merrill Lynch publicaba un interesante estudio sobre el tema ESG Matters. Según sus cálculos, tanto en Estados Unidos como en Europa, las compañías con los más altos estándares ASG obtenían mejores resultados en bolsa que las que los tenían más bajos, contaban con menor volatilidad en sus beneficios en los siguientes años y se financiaban hasta 200 punto básicos más barato que las empresas con peores indicadores.
Un dato muy ilustrativo para un inversor es que el 90% de las bancarrotas en el S&P500 se hubieran evitado si no se hubiera invertido en las compañías con métricas inferiores a la media en los últimos 5 años. Además, teniendo en cuenta que la principal palanca de éxito de una empresa son sus empleados, el sentido del propósito, el ánimo de hacer algo, es una fuerte motivación y un sentimiento de pertenencia al grupo.
En cualquier caso, aunque la evidencia empírica fuera diferente cada vez son más las personas y las instituciones que quieren hacer lo correcto con su dinero, y muy especialmente las nuevas generaciones. Por ello, si se puede decir que esta crisis va a traer algo positivo, sin duda será un fuerte crecimiento de la inversión socialmente responsable.
José Luis Jiménez es director general de Inversiones de Mapfre.