"Galicia primera comunidad en prohibir fumar en el espacio exterior", decía el rótulo de la noticia de RTVE, como si la autonomía fuera a cercenar el derecho al tabaco fuera del planeta Tierra. Después de reírme un buen rato, esta simpática polisemia me ha recordado que los habitantes del punto pálido azul no solo estamos expuestos a lo que ocurre dentro de nuestra atmósfera sino también fuera de ella. La emergencia climática y el coronavirus nos amenazan igual que lo hace el clima espacial.
Mientras en el interior de nuestra frontera planetaria la AEMET ha puesto en alerta a seis comunidades autónomas por calor y el Gobierno ha prohibido fumar en la calle, la famosa meteoróloga espacial Tamitha Skov advirtió el lunes de que, desde anoche, una tormenta solar podría generar problemas de recepción en sistemas caseros de radio y GPS en algunos lugares del mundo.
Aunque a simple vista el Sol parezca una simple bombilla impasible permanentemente encendida, esta bola de fuego masiva está sujeta a innumerables procesos que hacen variar su luminosidad y su campo magnético, y que suelen seguir un patrón cíclico conocido como ciclo solar que se repite más o menos cada 11 años.
Aunque el Sol parezca una simple bombilla impasible, esta bola de fuego masiva está sujeta a innumerables procesos que hacen variar su luminosidad y su campo magnético
Cada ciclo empieza desde el punto de actividad más bajo, el cual aumenta durante cinco o seis años hasta llegar a su máximo para luego volver a bajar al mínimo. Como lanzar una pelota hacia arriba y esperar a que vuelva a caer. Y así una y otra vez desde que empezaron los registros en 1755.
La última vez que se lanzó (el principio del ciclo 24) fue en 2009, lo que implica que nos encontramos justo en la transición entre el fin de aquel y el comienzo del 25. Tras meses de baja actividad, la pelota está volviendo a subir en lo que para Skov representa "la primera tormenta solar 'rápida' dirigida hacia la Tierra del ciclo solar 25".
Por si está pensando que a usted qué más le da a qué altura la bola, debe tener en cuenta que todo lo que pasa en Sol tiene un impacto en la Tierra. Normalmente, el impacto es positivo, pues la vida en nuestro planeta sería imposible sin su luz y calor. Pero, si su actividad se dispara, las consecuencias para una sociedad ultratecnológica y plagada de satélites como la nuestra podrían ser devastadoras.
Puede que haya oído hablar del evento Carrington, la tormenta solar más extrema jamás registrada, ocurrida en 1859. Los testimonios de la época cuentan que tiñó el cielo de auroras boreales y que algunos telégrafos echaban chispas. Si ese mismo suceso tuviera lugar a día de hoy, en un mundo dominado por las telecomunicaciones y la navegación por satélite, las pérdidas económicas podrían alcanzar los dos billones de euros solo el primer año.
El pico máximo de actividad del ciclo solar 25 tendrá lugar entre 2023 y 2026, según la NASA. Pero el organismo no se muestra preocupado, pues estima que su intensidad será similar a la del 24. En aquella ocasión se produjeron algunos impactos muy mediáticos, aunque leves, como el de cuando Suecia se vio obligada a cerrar su espacio aéreo en 2015 a causa de una solar erupción solar que desactivó el radar de algunos de sus aeropuertos.
Una tormenta solar extrema podría desencadenar un gran apagón capaz de dejar a la Tierra sin electricidad, sin sistemas de telecomunicaciones y sin navegación
Nada que ver con lo que pasaría si sufriéramos un Carrington 2. Una tormenta solar extrema como aquella podría desencadenar un gran apagón capaz de dejar a la Tierra sin electricidad, sin sistemas de telecomunicaciones y sin navegación. Lo que sí debería preocuparnos es que los fenómenos de ese tipo ocurren entre cada 100 y 200 años, y que ya han pasado 151 desde el último.
Lo cierto es que no hay mucho que podamos hacer para protegernos en caso de que el Sol decida rugir como entonces. No hay paraguas capaz de salvaguardarnos de los antojos de la gran bola de fuego que gobierna la vida en la Tierra. Nuestra mayor herramienta actual consiste en la monitorización constante de su actividad para poder anticiparnos y protegernos de ella lo mejor posible.
Si le interesa profundizar en qué podría pasar en una situación como esa, le recomiendo la ficción sonora El Gran Apagón. De momento, no es más que eso, una fábula producto de algunas mentes brillantes del periodismo y la ciencia. Pero, como todo el mundo sabe, a veces la realidad supera a la ficción y nos obliga a confinarnos en casa durante dos meses o a no fumar en el espacio exterior.