Los enemigos del euro deben estar rabiando desde hace unos meses (desde marzo para ser exactos) porque sus pronósticos de desaparición de la moneda europea no se cumplen ni así haya una pandemia de efectos económicos catastróficos. Y no solo no se cumplen, sino que dejan a la moneda única (desde el peor momento del año en las Bolsas occidentales, y hasta mediados de agosto) con una revalorización frente al dólar del 12,5%.
La rabieta debe alcanzar a un buen número de economistas ilustres de EEUU tenidos por progresistas a los que, sorprendentemente, sus seguidores europeos les aguantan la aversión al euro, que tiene mucho de irracional, aunque se envuelva en aparentes "buenos" argumentos técnicos.
El catastrofismo respecto al euro tiene algo de patología porque normalmente se proyectan sobre él las aspiraciones políticas so capa de pronósticos de la "inexistente ciencia" económica.
El catastrofismo respecto al euro tiene algo de patología porque normalmente se proyectan sobre él las aspiraciones políticas
Cuando el euro nació en 1999 (no confundir con 2002 que es el momento en el que se pusieron en circulación los billetes y monedas de euro) lo hizo con una cotización frente al dólar de 1,17. Después de aquello, y tras una breve apreciación que lo llevó a 1,22, la cotización empezó a caer y, en rápida sucesión, para noviembre de 2000 ya había bajado a 0,82 dólares por euro, lo que suponía una depreciación de la moneda única desde su creación del 30%.
A pesar de que eso coincidía con el inicio del estallido de la burbuja tecnológica y con la consiguiente inestabilidad en las Bolsas de todo el mundo, a muy pocos se les ocurrió dudar de la viabilidad del euro.
Ocho años más tarde (en julio de 2008), la cotización llegaría a ser de 1,60 dólares por euro, con lo que surgieron las preguntas de rigor sobre si el euro no terminaría desplazando al dólar como moneda más apreciada por los bancos centrales, para atesorarla, y como vehículo principal para el comercio mundial. No hay que hacer mucho caso tampoco a estas cábalas.
A quien se plantea el tema recurrente de la decadencia del dólar y su posible desplazamiento por otra moneda hay que aconsejarle que pregunte al país que emitiría esa otra moneda (China, la Eurozona …) si está dispuesto a tener todos los años un enorme déficit en su balanza por cuenta corriente. Si la respuesta es que no, la conclusión es que el dólar seguirá siendo la referencia mundial.
Pero, llegó la crisis de la deuda griega en enero de 2010 y todo se volvieron malos augurios para el futuro del euro. Sobre todo, porque, tras haber alcanzado la cotización mencionada de 1,60 dólares por euro (una apreciación del 95%) éste inició el camino inverso y comenzó a depreciarse.
En mitad del caos político y económico que provocó el descubrir que Grecia había trucado sus cuentas públicas, la caída en la cotización del euro fue tomada por analistas y tertulianos como amenaza de desaparición. De nada servía el argumentar que durante 2008-2009, aunque oscilando ampliamente, el euro había seguido estando muy fuerte o que, de nuevo, volviera a estarlo entre mediados de 2012 y mediados de 2014. Todo parecía contrario a la existencia del euro.
Por fortuna todas esas especulaciones ya son cosa del pasado, pero muchos pensaban que al primer síntoma de una nueva crisis la misma existencia del euro volvería a estar cuestionada. Lo que ha sucedido ha sido justamente lo contrario.
Muchos pensaban que al primer síntoma de una nueva crisis la existencia del euro volvería a estar cuestionada. Lo que ha sucedido ha sido lo contrario.
Desde el punto de vista cíclico, la fortaleza del euro es algo que tendría que haberse manifestado mucho antes. Desde su momento de máxima fortaleza de julio de 2008 ya han pasado 12 años, lo que es un período inusual para el movimiento de la cotización del euro frente al dólar: si se toman en cuenta los 21 años de existencia del euro y los 26 anteriores para los que la cotización del euro se puede reconstruir (a esa reconstrucción se la llama euro sintético) las alternancias de fortaleza o debilidad del euro frente al dólar duraban entre cinco y ocho años. Ahora, según lo dicho, esa apreciación del euro está tardando cuatro años más en producirse.
Pero, ¡cuidado!, en realidad lo que se está produciendo no es un retraso en que el euro esté fuerte, sino en que esté "fuerte, fuerte" ya que desde que en diciembre de 2016 cotizara a 1,03 dólares por euro, no ha vuelto a estar tan débil. Lo que pasa es que, tras cotizar a 1,25 hace dos años y medio, volvió a perder casi todo lo ganado y solo en los últimos meses se ha vuelto a colocar a la altura de lo que cabía esperar de él: en 1,20.
El euro, por tanto, no ha defraudado la expectativa que generó hace tres años de estar fuerte frente al dólar en los años siguientes, sino, más bien, la expectativa de una revalorización mucho mayor y más rápida de la que se ha producido: desde diciembre de 2016 hasta hoy, un 15%.
¿Será esta arrancada de la primavera-verano de 2020 el momento definitivo de la fuerte apreciación del euro para un largo período? Es difícil calibrarlo porque en los últimos años ha estado cambiando cada poco tiempo el argumento con que explicar la evolución de su cotización "táctica" frente al dólar.
Así, por una parte, el argumento cíclico ya hemos visto que ha funcionado, pero de manera decepcionante: tras marcar 1,03 frente al dólar en diciembre de 2016 y subir hasta 1,25 en 2018, la cotización bajó a 1,06 en marzo de este año. Por tanto, la tesis de que en 2016 se había iniciado un ciclo de ocho años de fortaleza del euro se ha mantenido, pero por los pelos.
Durante los años 2015 y 2016, a pesar de que la diferencia entre la rentabilidad de la deuda pública de EEUU y de Alemania oscilaba entre 1,25% y 1,85%, la cotización del euro frente al dólar no tomaba una senda definida. Y eso a pesar de que el tamaño del balance del BCE se expandía a toda velocidad, mientras que el de la Reserva Federal empezaba a contraerse.
Pero desde mediados de 2017 se produjo una aceleración de ambos fenómenos: la diferencia entre esas rentabilidades se fue hasta 2,85% mientras el balance del BCE crecía y el de la Reserva Federal no paraba de disminuir. Al parecer eso frustró las expectativas, basadas en el ciclo de la cotización, de un euro mucho más fuerte.
¿Y cuál es ahora la situación? El diferencial de rentabilidades en favor del dólar se ha reducido de 2,85% a 1% lo que no favorece la fortaleza del dólar. Además, normalmente, el dólar se debilita cuando el balance de la Reserva Federal crece más rápidamente que el del BCE, pero en el último año los dos han crecido a pasos agigantados, bien que con una doble faceta como resultado: 1) en cantidad, el aumento del balance de la Reserva Federal (85%) ha sido muy superior al del BCE (36%) pero, a pesar de eso, 2) en relación a los respectivos PIB de EEUU y la Eurozona sigue siendo mucho mayor el del BCE (54%) mientras el de la Fed es del 33%.
Por otra parte, la expectativa de crecimiento económico es ahora mejor para la economía de EEUU que para la de la Eurozona, por lo que la fortaleza reciente del euro tiene mala explicación según el criterio de crecimiento económico relativo.
Visto lo visto, la conclusión parece circunspectamente clara: la caída del diferencial de rentabilidades entre la deuda pública de EEUU y la de Europa y el hecho de que, a pesar de todo, en el último año el BCE haya aumentado el tamaño de su balance un porcentaje mucho menor que la Reserva Federal parece que favorece un euro fuerte frente al dólar.
Las dudas sobre lo vigorosa que vaya a ser la recuperación de la zona euro frente a la de Norteamérica que, aparentemente, está siendo muy fuerte, es lo que puede frenar por un tiempo que la apreciación del euro se dispare. También frenará esa apreciación el hecho de que la Reserva Federal ya ha comenzado a reducir el tamaño de su balance gracias, entre otras cosas, a que la operación de salvamento del sistema financiero mundial proporcionando dólares a los bancos extranjeros ya ha concluido.