Son frecuentes las noticias sobre la tributación, no precisamente muy elevada, de algunas multinacionales, especialmente en el sector tecnológico. Ahora bien, cabe una pregunta: ¿estamos hablando de situaciones puntuales o es una práctica generalizada? Para contestar a esto, una buena idea es consultar los datos disponibles.
Recientemente, la BEA (Oficina o Bureau de análisis económico), una agencia gubernamental dependiente del Departamento de Comercio de los Estados Unidos hizo públicos los resultados de su estudio sobre la actividad de las multinacionales norteamericanas en 2018. Aunque el estudio se refiere a las cuentas generales y al empleo, los resultados no se pueden entender sin hablar de impuestos.
Las filiales de empresas multinacionales norteamericanas tuvieron un beneficio neto, antes de impuestos, en el resto del mundo de 1.528.604 millones de dólares. Estas ganancias suponen al cambio actual del euro, aproximadamente 1,3 billones de euros (en billones españoles), algo superior al PIB español de un año antes de la crisis del coronavirus.
De estos beneficios por su actividad fuera de Estados Unidos, las filiales mayoritariamente controladas por multinacionales norteamericanas pagaron en impuestos fuera de Estados Unidos 120.468 millones de dólares, lo que supone una tasa efectiva del 7,88% sobre los beneficios.
Ahora bien, algo más de la mitad de los beneficios exteriores de las multinacionales norteamericanas se registraron en los, entonces, 28 Estados de la Unión Europea. En la UE, las multinacionales norteamericanas ganaron 785.659 millones de dólares. Lo que resulta curioso es que solo tres estados europeos acumulan casi todos estos beneficios.
Algo más de la mitad de los beneficios exteriores de las multinacionales norteamericanas se registraron en los Estados de la Unión Europea
Así, estas multinacionales ganaron 224.519 millones en Irlanda, 216.590 millones en Holanda y 148.867 millones de dólares en Luxemburgo: entres los tres estados representan el 76% de los beneficios en Europa, al menos según declaran las empresas. Esta distorsión es considerable porque pensemos que el PIB de Luxemburgo en 2018 fue de algo más de 70.000 millones de dólares, menos de la mitad de los beneficios que las multinacionales norteamericanas declaran obtener allí.
Eso sí, las multinacionales norteamericanas soportaron en estos tres estados una tasa de imposición que, seguramente, no parezca muy elevada: el 3,17% en Irlanda, el 2,71% en Holanda y el 1,08% en Luxemburgo. Estas tasas no son más que el resultado de los declarado por las propias empresas norteamericanas a la BEA tanto en lo referente a impuestos pagados en esos territorios como ingresos netos obtenidos allí.
La reducida fiscalidad de las multinacionales, al menos norteamericanas, en estos tres países hace que la fiscalidad general en Europa sobre los beneficios de estas sociedades sea también reducida, de un 5,39%. Este porcentaje es inferior al del resto del mundo, y eso que en el resto del mundo se incluyen territorios como Bermudas o Barbados donde también se desvían beneficios de otras partes del mundo, y con unos niveles de tributación efectiva extremadamente reducidos, por ser suaves en los calificativos.
Estos datos se refieren a multinacionales norteamericanas, que son un porcentaje importante, tanto en número como en volumen, del total de las multinacionales. Además, no parece que otras multinacionales sigan estrategias fiscales radicalmente distintas.
Lo que sí ocurre, es que las empresas que no tienen dimensión suficiente para adoptar este tipo de estrategias soportan una mayor presión fiscal. Esto disminuye la competencia a nivel global en todos los mercados. Además, dificulta la financiación de las políticas públicas, tanto en los estados desarrollados, como en los países en vías de desarrollo.
Las empresas que no tienen dimensión suficiente para adoptar este tipo de estrategias soportan una mayor presión fiscal
A nivel español parece que las cantidades no son tan relevantes, así, en 2018 las filiales norteamericanas ganaron aquí 9.803 millones de dólares y pagaron, según declararon al BEA, 1.203 millones de dólares, soportando una tasa efectiva del 12,81%. Esto no está tan lejos de lo que pagan las sociedades españolas y parece que, aunque pagasen un tipo superior, esto no arreglaría los problemas fiscales que tenemos ni de lejos.
Sin embargo, tenemos un problema en Europa: no es cierto que el 76% de los beneficios de las multinacionales se obtengan en tres Estados pequeños, y no en el resto de los 24 (veinticinco en 2018) que tienen una economía y una población varias veces superior.
Desgraciadamente, no estamos ante casos "aislados" de multinacionales que pague comparativamente pocos impuestos. En realidad, nos encontramos con un panorama de escasos impuestos, fuera de Estados Unidos, de muchas grandes empresas y entre otras las que más dinero ganan del mundo.
Desgraciadamente, no estamos ante casos 'aislados' de multinacionales que pague comparativamente pocos impuestos
Los importes no son precisamente menores, y los problemas de distribución de los beneficios y los impuestos existen en todo el mundo, pero se agravan precisamente en Europa.
Con la urgencia de la crisis del coronavirus, parece que no es un buen momento para afrontar esta situación. Sin embargo, para paliar un problema de este tipo, nunca parece un buen momento.
Ahora que tenemos que financiar el fondo de reconstrucción, hay que preguntarse si una situación así puede perdurar en el tiempo. Porque, ante la gravedad de la crisis económica y fiscal derivada de la pandemia del coronavirus, lo que no pagan unos, lo acaban pagando otros, bien vía subidas de impuestos o recortes de gastos.
Lo que no pagan las multinacionales por sus operaciones overseas (es decir en el extranjero), lo acabaremos pagando los ciudadanos europeos, mientras nuestras empresas compiten con desventaja frente a gigantes que apenas pagan impuestos. Y para solventar un problema europeo necesitamos una solución europea en un tema crucial.
*** Francisco de la Torre Díaz es economista e inspector de Hacienda.