En los inicios del mes de marzo, los ciudadanos asistimos a noticias de lugares muy alejados. De manera paulatina, esas noticias se acercaban hasta llegar finalmente a nuestro país.
En ese mundo lleno de incertidumbre, enfermedad, fallecimientos y quiebra económica, nos dimos cuenta que aquello que conocíamos por "globalización" resultó ser un anuncio con trampa. La deslocalización tan frecuentemente alabada nos dejó desnudos: no teníamos mascarillas, ni batas, ni jeringas, ni respiradores, ni medicamentos.. Asistimos a una subasta entre naciones - y en nuestro caso, también entre comunidades autónomas - para ver quien conseguía material antes.
En términos sanitarios y clínicos nos dimos cuenta que la sociedad "de la Información", no teníamos datos. No teníamos cifras objetivas en tiempo real.
Evidentemente, si no hay datos, no hay información. Y mucho menos conocimiento. Nos vimos obligados todos a "tocar sin partitura" con todo lo que eso conlleva. Sobran intérpretes y falta ciencia.
Los servicios de salud respondieron según el manual de metodología de siglos pasados: aislamiento, mascarillas y asistencia presencial. Es evidente que esta respuesta es tan correcta como básica, y sería una deducción lógica que la dinámica nos lleva a que dependamos de la virulencia de la pandemia para que los sistemas se colapsen.
Para evitar el colapso y también proteger a frágiles o pacientes con factores de riesgo, dejamos de atender a otros pacientes. Suspendimos las intervenciones programadas, las vacunaciones, los seguimientos de patologías, etc. Reservamos todo el dispositivo sanitario para atender pacientes Covid-19 de manera presencial, aunque sabíamos que más del 80% de los pacientes infectados no pasaban de tener una sintomatología leve o moderada.
Para evitar el colapso y también proteger a frágiles o pacientes con factores de riesgo, dejamos de atender a otros pacientes
Se ha demostrado que estos pacientes con síntomas leves pueden ser tratados de manera remota con herramientas de auto triaje. Con una intervención mucho menor en los sistemas sanitarios que se colapsan por falta de datos y de metodologías médicas renovadas.
Ocho de cada 10 pacientes no requerirían asistencia presencial continua, gracias a las herramientas tecnológicas adecuadas, lo que significa un respiro abismal para un sistema sobrepasado por diferentes motivos. No falta tecnología, solo aplicarla.
Comprobamos que el colapso lógico se producía en dos áreas: Urgencias y Cuidados Críticos. La respuesta siguió guiada por el manual de anteriores pandemias: más espacio, más camas y aquí se añadió la novedad, más respiradores.
La evidencia científica nos dice que los resultados en todas las áreas dependen de la formación y la experiencia del personal sanitario, especialmente en estas áreas.
El problema es que en esta área el personal sanitario con experiencia es un bien escaso. Y si esto añadimos una exposición al contagio muy elevada, podríamos encontrarnos en una situación sin salida.
Desde hace cinco años, el análisis de resultados en términos de morbimortalidad en las distintas Unidades de Cuidados Críticos evidenciaba que el peso de la variable formación y experiencia del personal sanitario era muy determinante. Por ello, se iniciaron investigaciones de equipos multidisciplinares de ingenieros, médicos y personal de enfermería buscando fórmulas que ayudaran a dimensionar estas unidades.
Siempre para que fueran no solo eficientes, sino además sostenibles, teniendo en cuenta el elevado coste que supone una cama de UCI. Además pensando en que pudieran ser ampliabas según necesidades, sin estar sujeta a limitaciones estructurales. A esta iniciativa de I+D+i empezó a conocerse como "UCI sin paredes"” y más recientemente "UCI liquida".
El concepto revolucionario es poner como valor fundamental y como único limitante el conocimiento del personal sanitario que trabaja en la UCI. Y este traspasa puertas, paredes y distancia.
Si se hacen desarrollos tecnológicos que integren todas las bioseñales, tendremos acceso a la historia completa de los pacientes desde una estación clínica, a sus datos de laboratorio, imágenes y tratamientos. Si además la Inteligencia Artificial genera alertas que evitan la alarma, los datos entran automáticamente de manera segura no manipulable. Los beneficios serán ahorrar tiempo al personal sanitario a la vez que evitar riesgos de contagio al suprimir contactos innecesarios.
Un médico o enfermero puede tener totalmente monitorizado al paciente, sus constantes vitales, alertas, tratamiento, escalas, datos del respirador… O pueden hablar con compañeros que lo están atendiendo en un hospital cercano o uno a 10.000 kilómetros.
Además todos los datos son almacenados de manera que puedan ser explotados de manera sencilla, con un cuadro de mandos para seguimiento mediante indicadores de calidad de estructura, de procesos y resultados.
Esto permite que personal sanitario con menos experiencia puedan compartir la atención de sus pacientes con personal clínico de un hospital de referencia compartiendo todos los datos de manera on-line y asegurando una eficiencia máxima
¿Por qué no lo utilizamos? porque necesitamos incorporar a nuestros manual metodológico más ciencia y más tecnología, siempre sumando humanización.
*** Eduardo Vigil es Chief Medical Information Officer en Everis.