"Cuando la gracia se combina con las arrugas, resulta adorable. Hay un amanecer indescriptible en la vejez feliz". (Victor Hugo).

La columna de esta semana no trata de medicina estética ni mucho menos, sino de si seremos capaces de seguir una trayectoria similar a la del país del sol naciente en la medida en que demográficamente España se está "japonizando" sin ningún género de dudas.

Europa sigue los pasos de Japón en magnitudes macro: bajo crecimiento, inflación casi inexistente, alta deuda pública y una incapacidad persistente para abordar estos problemas.

Según Financial Times, la población japonesa en edad de trabajar alcanzó su punto máximo en la década de los 90. Con trabajadores mayores que quieren ahorrar y poca motivación para que las empresas inviertan en una economía en declive, el resultado lógico fueron los tipos de interés bajos. Veamos la pirámide poblacional estimada para 2100 (la línea blanca representa la de 2020):

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Aquí tenemos la pirámide española de 2020 y la proyectada para 2100 que he extraído de PopulationPyramid.net. El parecido con las de la potencia asiática es muy elevado. Además, podemos ver que el pico de población en nuestro país lo alcanzamos en 2010:

El mencionado periódico británico (FT) considera que la experiencia de Japón debe considerarse como un ejemplo para poder envejecer bien.

La experiencia de Japón suele confundirse con estancamiento. Si bien el crecimiento ha sido bajo desde que estalló su burbuja inmobiliaria a principios de los 90, lo ha hecho mejor en el aumento del nivel de vida de sus ciudadanos que muchos países ricos. La renta per cápita se ha mantenido a la par con el resto. Y el desempleo y la desigualdad son bajos en comparación con Europa y Estados Unidos.

Con una de las tasas de natalidad más bajas del mundo, su población se ha reducido. La falta de demanda significa que Japón se ha mantenido por debajo de su potencial, lo que deja a generaciones de jóvenes frustrados y perdiendo las oportunidades de sus padres. El modesto éxito que ha tenido en aumentar el empleo de las mujeres, así como en alentar a los mayores a trabajar más tiempo, ha mantenido su fuerza laboral estable, mientras que la inversión empresarial y la innovación tecnológica han elevado la productividad. 

El éxito de Japón a la hora de lograr mantenerse estable socialmente y elevar el nivel de vida frente a esta presión demográfica es admirable. La principal lección que ofrece es que un país puede seguir mejorando el bienestar de sus habitantes sin una población en crecimiento.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que Japón forma parte del mayor acuerdo comercial del mundo (se firmó el 15 de noviembre). Veamos las magnitudes en este gráfico de Statista:

¿Qué quiero decir con esto? Pues que no soy tan optimista como Financial Times para que la “guía japonesa” pueda servir de referencia absoluta para España. Es decir, no tenemos unos socios comerciales tan jóvenes, populosos y dinámicos, ni poseemos una capacidad exportadora tan poderosa, y tampoco somos tan potentes en innovación tecnológica. El ejemplo japonés seguramente sirva más a Alemania.

España, mientras trata de absorber las enseñanzas de Japón, debe incentivar más agresivamente la natalidad (acercarnos un poco a Suecia en este sentido), frenar la emigración de "cerebros" y fomentar la inmigración de jóvenes cualificados de países culturalmente afines para que haya cohesión.

Este mes cumplo 42 años y como decía Schopenhauer: "Los primeros cuarenta años de vida nos dan el texto; los treinta siguientes, el comentario".