¿Qué queremos?
- ¡Una vacuna!
- ¿Y cuándo la queremos?
- ¡Lo antes posible!
- ¡Ya la tenemos!
- ¡Fue demasiado rápido, no confío!
No sé si ha visto este meme, pero, creo que refleja a la perfección cómo sienten algunas personas ante la velocidad de vértigo a la que han aparecido las tan ansiadas vacunas contra el coronavirus. Y no las culpo.
En un mundo en el que todavía no hemos encontrado una cura para el VIH, identificado por primera vez hace casi 40 años, es comprensible que a haya gente a la que le extrañe que las de la Covid-19 se hayan creado en cuestión de meses. Y, por si fuera poco, el auge del movimiento antivacunas y otras teorías de la conspiración no hacen más que acrecentar el miedo entre aquellos que no se explican cómo es posible que la ciencia haya avanzado tan rápido.
Pero, es que hay que saber varias cosas para entender la increíble velocidad de la carrera contra la pandemia. La primera es la enorme colaboración entre científicos de todo el mundo y su acceso a tecnologías que no existían hace unos años. En enero, poco después de que se identificaran los primeros casos de coronavirus en China, la primera secuencia genética del virus ya era de dominio público. A modo de comparación, el genoma completo de la variante más extendida del VIH no estuvo disponible hasta 2009.
A pesar de que en las últimas semanas también han surgido temores por la nueva cepa británica, el coronavirus es unas 10 veces más estable que el VIH
Esta información ha sido clave para crear las vacunas, pero, tampoco se habrían podido diseñar tan deprisa si no fuera por una peculiaridad propia del coronavirus: su estabilidad. A pesar de que en las últimas semanas también han surgido temores por la nueva cepa británica, el coronavirus es unas 10 veces más estable que el VIH. "Si analizáramos las variantes más distintas de SARS-CoV-2, una de China de 2019 y otra de EEUU de 2020, serían menos diferentes que las que hay en una misma persona con VIH", explica el biólogo del Instituto de Investigación Scripps Michael Farzan.
Esta estabilidad combinada con el enorme tamaño de la proteína espícula que el virus utiliza para penetrar en las células favorece que las vacunas diseñadas para identificar la espícula sean efectivas durante más tiempo, ya que dicha proteína tardará más en acumular mutaciones que invaliden el mecanismo de acción del suero. Esta situación es precisamente contraria a la del virus de la gripe, cuyas mutaciones se acumulan tan deprisa que cada año hace falta una nueva versión de la vacuna.
Eso sí, aunque los modelos aprobados actualmente sean efectivos durante más tiempo, Farzan cree que dejarán de serlo en algún momento. No obstante, gracias al enfoque basado en el ARN que han seguido las farmacéuticas, todas confían en que podrán crear versiones contra las nuevas cepas en cuestión de semanas, tal y como afirmó el CEO de BioNTech, Uğur Şahin, en una rueda de prensa el 22 de diciembre.
Este es otro punto clave para el espectacular avance de su vacuna y la de Moderna. Al estar compuestas por fragmentos de ARN mensajero del virus, si su genoma cambia, bastará con modificar el fragmento de la vacuna en consecuencia. De hecho, el primer prototipo de Moderna estaba listo en febrero y, si no ha llegado a la población hasta ahora es porque debía someterse a distintos análisis de seguridad y eficacia, no porque la compañía haya tardado meses en crearlo.
Creo que todos estos fenómenos permiten explicar el milagro de que España haya empezado a vacunar a su población antes de que acabe 2020
Dichos análisis han sido otro de los factores que más han influido en la vertiginosa llegada de las vacunas. En lugar de someterse a los requerimientos habituales de los ensayos clínicos, los sueros disponibles han recibido autorizaciones de emergencia, un tipo de aprobación excepcional que requiere menos datos y menos tiempo de estudio para llegar a la población.
Esta es precisamente otra de las cuestiones que más miedo ha sembrado entre la gente. Pero, dado que los efectos secundarios identificados en las vacunas no difieren demasiado de los que hay en el prospecto de una píldora anticonceptiva, y que el SARS-CoV-2 ya ha causado la muerte de casi dos millones de personas, es comprensible que los organismos responsables hayan pisado el acelerador de las aprobaciones.
Creo que todos estos fenómenos permiten explicar el milagro de que España haya empezado a vacunar a su población antes de que acabe 2020. Sobre todo, si tenemos en cuenta que hace menos de un año nadie creía que esto pudiera suceder hasta la primavera de 2021, como pronto.
Aun así, la ciencia lo ha logrado. Y, aunque esta es sin duda la gran noticia del año, debemos comprender que se haya convertido en una preocupación para algunas personas. Y la mejor forma de tranquilizarlas es con una vacuna de información y empatía que consiga que, al igual que Araceli Rosario Hidalgo, dejen de tener miedo y empiecen a dar gracias por poder vacunarse lo antes posible. Feliz 2021.