Conocidas ya las cifras del ejercicio pasado, la situación de la industria de fondos de inversión sigue poniendo de manifiesto la enorme dificultad a la que se enfrenta la gestión independiente cuyo posicionamiento es ya una cuestión de supervivencia.
Un año más, seguimos sin abandonar la idea de que la gestión en España se encuentra absolutamente dominada por los bancos. Es más, las recientes operaciones corporativas ponen de manifiesto que la situación no va a cambiar a corto plazo sino que ahondará en esa idea.
Con cifras de VDOS, el patrimonio final de fondos de inversión y SICAVs recuperó la icónica cifra de 300.000 millones de euros. Es un dato relevante pues nadie podía aventurar tras el estallido de la pandemia que, en el peor año que se recuerda, se volvería en un tiempo récord a la mayor cifra lograda por el ahorro colectivo.
En términos agregados, es cierto que respecto a 2019 el patrimonio es el mismo -apenas hay un mínimo desfase de -300 millones de euros- pero es que en el ecuador de 2020 la diferencia era de casi 15.000 millones, con tres de cada cuatro fondos mostrando un desempeño negativo. El tirón de mercado en la segunda parte del año posibilitó que desde lo que parecía un año catastrófico más de la mitad de la industria acabase 2020 con rentabilidad positiva anual.
El mérito de salvar el año es una cosa y la realidad que subyace en la gestión colectiva es otra muy diferente. Las cifras del sector nos dicen que del total del patrimonio gestionado en fondos de inversión el 76% está controlado por bancos con cinco entidades controlando el 61,6%. Pero es que si tenemos en cuenta la fusión de las gestoras de CaixaBank y Bankia, solo dos entidades controlan el 41% del total de fondos de inversión. Hay por tanto un dominio apabullante de los bancos.
El espacio para los independientes no mejora en una industria donde el tamaño cada vez importa más. Aunque muy cuestionable en mi opinión, dando por bueno el concepto dominante de independencia en la gestión, el patrimonio gestionado por grupos independientes es de 24.500 millones de euros, una cifra que apenas supone el 9,52% del total. Definitivamente, la gestión independiente española ha chocado con una barrera establecida en el 10% del patrimonio que le va a costar sangre y sudor poder superar. Muy lejos de lo que vemos en otros mercados europeos.
Las operaciones que se están produciendo en el sector refuerzan la idea de que la diseminación de gestoras y fondos existente hasta hace apenas un par de años tiende a concentrar la industria, y por tanto, la competencia.
En el tramo final de 2020 supimos que Orienta Capital se integrará en Mutua Madrileña y más recientemente que Cora360 hará lo propio con Abante. Pero no fueron las únicas operaciones. Las operaciones de Singular Bank con la compra de gestoras como Belgravia o M&G Valores, devuelven la idea de que la industria da pasos hacia una mayor concentración dominada por estructuras de enfoque comercial. Y es que al menos el 10% de ese patrimonio independiente ha perdido en 2020 su condición tras moverse a un gran grupo financiero (banca o seguros, da igual).
El futuro es ciertamente complejo. Se ha asumido que la barrera de tamaño idóneo para soportar una estructura completa que permita englobar un servicio potente de gestión, análisis, middle y back office, compliance y cumplimento normativo, administración y un área comercial, es de 1.000 millones de euros. La pregunta es cómo llegar a ese patrimonio.
Es un reto titánico alcanzar de forma orgánica ese umbral para los grupos que se encuentren a más de un 30% de distancia del mismo. El motivo está en la dificultad que supone la captación de nuevo dinero. Noviembre fue el mejor año en la historia de la renta variable española, y sin embargo, el patrimonio de los grupos independientes solo creció por el efecto mercado viendo como se reembolsaron más de 100 millones de euros, pese a que las rentabilidades fueron sustancialmente más elevadas en términos promedio comparadas con el sector dominante. Y es que en 2020, la gestión independiente vio reembolsos por valor de casi 1.400 millones, que unidos al efecto de mercado, provocaron un descenso patrimonial del -6,6% frente al incremento de casi el +1% de las gestoras de los bancos.
Un año más, esa porción de la industria que aspira a mantenerse independiente se enfrenta a una gesta colosal. De un lado, los más grandes entre los pequeños han acelerado la tendencia global de consolidación poniendo de manifiesto la necesidad de seguir viendo operaciones corporativas.
Las pequeñas entidades están obligadas a invertir para frenar ese avance y defender sus aspiraciones de supervivencia, y eso se consigue poniendo el foco en la generación de valor. El margen de error es escaso por lo que pilares como el del conocimiento, son una garantía de acierto.
La gestión independiente se caracteriza por apostar por el talento y ello ha de ir unido a la mejora que otorga un análisis de calidad e independiente, la innovación de producto y una depuración de los procesos de inversión, sin perder de vista que la clave del éxito seguirá en la generación de una rentabilidad superior, no ya frente a un índice, sino en relación con el sector dominante de la industria.
2021 trae consigo un reto que seguro va a ser apasionante, el del cambio. No se trata solo de una transformación radical sino de entender que hay que ir en la dirección acertada. Las gestoras que no tengan claro estos pasos están abocadas a una lenta y dolorosa agonía.