Es un patrón bastante habitual que una personalidad no política respetada con sólidas credenciales europeas se convierta en Primer Ministro en Italia y Mario Draghi podría, precisamente, convertirse en eso: un Primer Ministro respetado, extremadamente hábil y compatible con Bruselas.
Aunque las negociaciones para sacar adelante un gobierno otorgan a Dragui el apoyo de la mayoría de los partidos italianos, los de corte populista se enfrentan a una difícil elección.
En un principio, Mario Draghi debería ser un anatema para ellos dadas sus dudas sobre los tecnócratas y su enfoque “complicado” de Europa, pero la alternativa probable a él sería aceptar elecciones anticipadas, algo desagradable para ellos dada su actual caída en las encuestas. Además, el padre fundador del M5S, Beppe Grillo, dio su bendición a la "experiencia Draghi", lo que debería inclinar al partido hacia la participación aunque eso podría conllevar una división de este grupo parlamentario.
La alternativa probable a él sería aceptar elecciones anticipadas.
Aún con todo ello, la clave del éxito de Draghi en el gobierno italiano estará en el equilibrio entre tecnócratas y políticos de su gabinete. Y es que, probablemente, el gobierno bajo su mando combine acertadamente una dosis de ambos estilos (tecnocrático y tradicional), un equipo de ensueño, con dominio numérico de los primeros, ideado para cambiar la postura política de Italia.
Así, Draghi demostraría haber aprendido de la experiencia Monti, quién optó por no comprometerse mucho con el personal político italiano clásico apostando por un gabinete 100% tecnocrático, algo que no ayudó a sacar adelante su agenda reformista.
Por supuesto, el contraargumento a este punto es que aceptar demasiados nombramientos políticos podría diluir la agenda de reforma y ahogar a Draghi con demasiado apoyo. Esto provocaría que su gobierno fuese menos visible al verse sepultado por demasiados compromisos potencialmente contradictorios con las diferentes partes.
Sin embargo, los informes de prensa de Roma de los últimos días sugerirían que la oferta de Draghi a los distintos partidos puede verse, en términos generales, como la definición de una especie de síntesis neokeynesiana.
Así, Draghi podría estar utilizando esta estrategia para aplacar a los partidos y conseguir algo de paz y tranquilidad en el frente parlamentario mientras, por otro lado, se dedica al diseño del Programa Nacional de Recuperación y Resiliencia de Italia para asignar las transferencias del FRR y seguir adelante con las reformas. De esta forma, el mandatario tendrá el tiempo y el espacio político para centrarse en cómo esas subvenciones deben apuntalar una aceleración en el crecimiento del PIB de Italia.
Mantener estas sinergias dentro del parlamento italiano el mayor tiempo posible es crucial, ya que el camino del país adriático probablemente se pondrá difícil en algún momento. Antes de emprender cualquier esfuerzo estructural, cualquier nuevo gobierno italiano tendrá que lidiar con la presión inmediata de la pandemia, incluso aunque el último flujo de datos de Italia sea alentador.
Y es que la caída de nuevas infecciones y la menor presión sobre la atención médica están impulsando al gobierno italiano a relajar las restricciones de movilidad a nivel regional, con la reapertura de museos y restaurantes durante el día, lo que debería impulsar su PIB del primer trimestre de 2021. Pero Italia, al igual que el resto de Europa, aún puede tener que lidiar con nuevas olas que podrían provocar una recaída.
De cara al futuro, una vez que se resuelva el impacto inmediato de la pandemia, Draghi tendría muchas cuestiones estructurales sobre la mesa, como el impacto de la crisis en la generación más joven y la pérdida de capital humano a las que ya hizo referencia en su discurso en Rimini. O el aumento necesario del gasto en educación en el país o su desafiante situación demográfica, que añadirá una presión extra sobre el gasto público en la próxima década a través de la inversión en pensiones y atención médica.
Sin duda, experiencias como la de Draghi funcionan bien en tiempos de crisis, pero no abordan los problemas estructurales a largo plazo. Aunque, ciertamente, su llegada al Consejo Europeo impulsaría la capacidad de liderazgo de la institución en un momento en el que la inminente jubilación de Angela Merkel creará, inevitablemente, cierta incertidumbre. Su nombramiento es una mejora clave en el aspecto político de Europa continental.
***Gilles Möec es economista jefe de AXA IM