El Boletín Oficial del Estado (BOE) publicó el pasado viernes, 12 de marzo, la resolución del Ministerio de Sanidad que recoge el acuerdo del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud sobre la declaración de actuaciones coordinadas frente a la Covid-19 con motivo de la festividad de San José y de la Semana Santa y que, entre otras medidas, limita la movilidad entre las Comunidades Autónomas de la Península.
En particular, establece el cierre perimetral desde el 17 al 21 de marzo (puente de San José) en las 7 regiones en las que es festivo el 19 de marzo: Comunidad Valenciana, País Vasco, Navarra, Murcia, Madrid, Galicia y Extremadura. Y del 26 de marzo al 9 de abril, la Semana Santa, en todo el territorio nacional, a excepción de las CCAA de Canarias y Baleares. La posición de la Comunidad de Madrid, que se opone a esta medida, de obligado cumplimiento, ha reabierto el debate sobre si los cierres perimetrales son efectivos o no para reducir la incidencia de la Covid-19.
Tras una semana caótica en los datos, dicha incidencia, medida por los casos acumulados en los últimos 14 días (IA-14) alcanzaba el pasado viernes el nivel de 130,5 en el total nacional (riesgo medio). Dicho valor es un promedio ponderado de un rango que abarca en su parte alta los 430 de Melilla, los 283 de Ceuta, ambas en “riesgo extremo”, los 225 de Madrid, los 178 de Asturias, los 176 del País Vasco y los 166 de Cataluña, todas estas en “riesgo alto”.
Y, en su parte baja, destacan Extremadura, con 46, Baleares, con 48, Comunidad Valenciana, con 51 y Murcia con 69. Utilizando la incidencia acumulada en los últimos 7 días (IA-7), el panorama no es muy distinto: una media nacional de 59,6, con las ciudades autónomas y Madrid en la parte alta, por encima de 100, junto con Asturias y País Vasco, por encima de 80, y en la parte baja Comunidad Valenciana, 19, Baleares, 21, Extremadura 27, Murcia 31, Castilla La Mancha y La Rioja, 32, y Galicia, con 33.
Lo que dice la teoría
En principio, los confinamientos perimetrales son más efectivos cuanto más pequeño sea el territorio confinado. Así, confinar al conjunto del planeta es irrelevante, en ausencia de vida extraterrestre y, en el otro extremo, el confinamiento domiciliario es el más efectivo, porque elimina todo contacto más allá de los convivientes. En el intermedio están los confinamientos por áreas de salud, como defiende la Comunidad de Madrid, aunque sólo se aplican en casos de muy alta incidencia, o los que abarcan a los municipios, a las provincias y finalmente, a las comunidades autónomas, que son los que nos atañen.
Muchos defienden que los confinamientos a este nivel geográfico no son muy efectivos porque, en el caso de regiones muy extensas, como son las dos Castillas o Andalucía, permiten un amplio número de desplazamientos y, por tanto, de contactos. Por el contrario, las regiones uniprovinciales (Madrid, Murcia, Navarra, Asturias, La Rioja, Cantabria) tienen los movimientos potenciales mucho más restringidos. Según este enfoque, el perímetro más justo que se debería establecer para limitar la movilidad de todos los españoles es el provincial.
Aunque el argumento es teóricamente correcto, resulta menos relevante para los festivos en ciernes a los que se refiere el último acuerdo interterritorial, porque la inmensa mayoría de los desplazamientos en los puentes y no digamos la Semana Santa, se producen entre comunidades autónomas, es decir, a los destinos turísticos tanto en la playa como en el interior.
Otro de los enfoques teóricos utilizados es que los confinamientos perimetrales se deben aplicar entre territorios con una incidencia muy dispar. Es decir, un territorio con una IA-14 de 50, se debe proteger de la llegada de visitantes de una región con una incidencia de 200. Pero, entre dos regiones con una incidencia similar, el confinamiento perimetral es inefectivo. El argumento, que también se utiliza a escala internacional para definir los “corredores seguros” es algo tramposo por dos motivos.
El primero es que el virus lo tienen las personas, no los territorios. Y el segundo que, si se permite la movilidad entre dos territorios con una incidencia equivalente pero alta, se multiplica la probabilidad de contagio, para un mismo número de contactos.
Finalmente, los detractores del confinamiento perimetral señalan que es muy difícil de controlar, desde el momento en que se autorizan los desplazamientos “esenciales” o justificados y se impone una multa, para los infractores detectados, que va desde los 300 a los 500 euros. Si a estas pequeñas sanciones les asignamos una probabilidad de ser descubierto (supongamos un 5-10%) estaríamos hablando de una multa esperada en el rango de 15 a 50 euros, una sanción más que asumible para todo el que decida saltarse el confinamiento durante las vacaciones.
Además, tanto las medidas de control como las posibles sanciones se pueden evitar con los ya famosos “salvoconductos”. Es decir, documentos emitidos en general por empresas, que justifican el desplazamiento de su empleado o cliente, sin que se compruebe a posteriori la veracidad sobre la urgencia e inevitabilidad de dicho desplazamiento. Este es, para mi gusto, el argumento más potente para cuestionar la efectividad de los confinamientos perimetrales. Porque, en el fondo, casi todo se hace descansar en la responsabilidad individual del que decide quedarse en sus lugares de residencia.
Los irresponsables se van a desplazar en casi cualquier escenario, a no ser que se tomen dos medidas para evitarlo. Una, elevar las sanciones en caso de detección. Y, dos, exigir un test PCR o de antígenos con resultado negativo y que acompañen al salvoconducto. Si una empresa o cliente requiere de verdad la presencia de una persona en otro territorio en esas fechas tan señaladas, no debería tener inconveniente en financiar la realización de esas pruebas. El testeo de los irresponsables, además de ser disuasorio, debe ser más “productivo” que los testeos aleatorios porque, por definición, los irresponsables tienen una probabilidad de contagiar y de estar contagiados más elevada que la del resto de la población.
¿Qué dicen los datos?
La única experiencia de confinamiento perimetral, aunque asimétrico, ha sido las pasadas Navidades. La Semana Santa del año pasado estuvimos bajo un confinamiento domiciliario estricto, que durante 10 días incluyó actividades que hasta entonces se habían considerado “esenciales”, como obras, banca, notarios y registradores, y buena parte de la industria.
Por cierto, ese confinamiento tuvo un gran resultado durante mayo y estuvimos cerca de una situación de “Covid cero” que no conseguimos rematar. En el verano, dadas las bajas incidencias, no hubo restricciones perimetrales y ello contribuyó a que se montara la segunda ola, aunque a un ritmo lento, debido precisamente a esas bajas incidencias iniciales.
En Navidades hubo confinamientos perimetrales teóricos y ello no evitó la tercera ola. ¿Qué fue lo que no funcionó? En la Tabla 1 presento las incidencias IA-7 para las diferentes CCAA en el periodo inmediatamente anterior a las Navidades, del 1 al 17 de diciembre y en el periodo posterior (del 7 al 21 de enero).
A las CCAA a las que les sentaron peor las Navidades están coloreadas en rojo. En la última columna está la ratio entre la segunda y la primera. Es decir, en el conjunto de España la incidencia se multiplicó por algo más de 3, durante las Navidades, pero en algunas se multiplicó por casi 8 y en otras apenas varió. ¿Guardan estos datos relación con las medidas de confinamiento perimetral?
En algunos casos, la respuesta es claramente afirmativa. En Extremadura, las medidas fueron muy laxas y se disparó la incidencia. Algo parecido ocurrió en Madrid y La Rioja. Por el contrario, en el País Vasco, Navarra, Cantabria y Asturias, además de su tamaño relativamente pequeño, funcionaron las medidas, que, por ejemplo, excluían los “allegados”. En Canarias y, en menor medida, Baleares el requisito previo de los test cumplió un papel de contención de la pandemia.
En las regiones extensas, tal y como señalaba el razonamiento teórico, hubo más contagios pese al confinamiento perimetral. Pero las grandes incógnitas de la Tabla son Murcia y la Comunidad Valenciana. En Murcia, en teoría sólo se permitía el reagrupamiento familiar y no los “allegados”. Para explicar su resultado de la tabla, en que la incidencia se multiplica por más de 5, lo mejor es acudir al gráfico de la incidencia en un municipio costero como es Águilas. Los “salvoconductos” fueron el equipaje más utilizado de las Navidades. Y las incidencias se dispararon. Algo parecido ocurrió en la vecina costa almeriense. Vera estaba lleno de madrileños pertrechados con su bañador y su salvoconducto.
El caso de la Comunidad Valenciana es incluso más llamativo. Desde el período anterior a las Navidades hasta el posterior, la incidencia se multiplicó casi por 4. No fue una ratio mucho mayor que la de Madrid o Andalucía. Pero fue sorprendente porque la Comunidad Valenciana no permitió siquiera el reagrupamiento familiar. Confinamiento estricto sólo para residentes.
La Tabla 2 demuestra que una cosa es lo que se decreta y otra lo que se cumple. En la Comunidad Valenciana aumentaron las pernoctaciones de visitantes, españoles y extranjeros un 3% con respecto al mes de noviembre. Una tasa muy baja comparada con la media nacional, que mostró un aumento del 12%. Pero si desglosamos por provincias, el resultado es bien diferente. En Valencia las pernoctaciones de los españoles se mantuvieron constantes y en Castellón incluso disminuyeron un 3%. Por el contrario, en Alicante las pernoctaciones aumentaron un 20%, casi el doble de la media nacional y 7 veces la media regional. No hubo cumplimiento.
Aunque seguramente responder a la pregunta que está en el título del artículo requiera una investigación en más profundidad, algo que se hará sin duda en el futuro, la primera aproximación sugiere que las medidas de confinamiento perimetral funcionan siempre que se controlen bien las excepciones. Y también sugiere que los test PCR y antígenos funcionan como medida de contención. Lo que sigo sin entender es por qué sólo se aplican a las islas y no al conjunto de la Península. Su control es tan fácil o tan difícil como el de los salvoconductos. Por ello, ambos requisitos deberían ser obligatorios para los que vayan a romper el confinamiento perimetral.