En España, se pierde un empleo cada minuto. Este es la pesadilla que aterroriza a todos, me atrevería a decir que por encima incluso de la Covid-19. El miedo de los españoles no es a contraer un virus, sino a perder un empleo. Y es que, hasta el momento, la pandemia ha destruido casi 400.000 puestos de trabajo. Teniendo en cuenta que hay todavía 780.000 trabajadores protegidos en ERTE, es de esperar que en abril nos encontremos con un deterioro de la destrucción de empleo hasta el medio millón.
Mientras que los esfuerzos globales siguen puestos en desarrollar una vacuna, lo cierto es que en materia laboral no hay vacuna contra el paro. El pesimismo que se ha instalado en España no es casual ni producto de un calentón, es una realidad.
El Banco de España dibuja un escenario severo en el que el paro se situaría en el peor de los casos en el 20,5% de la población. Una simple proyección macroeconómica impide hablar de normalización hasta mediados de década. Estadísticamente, es cierto que todavía estamos muy lejos de las terribles cifras del peor momento de la GFC. El peor dato publicado por el INE fue en el 1T13 con una tasa de desempleo del 26,94%, que contrasta con el 16,13% del último dato disponible.
España no tiene que volver a niveles récord para confirmar que somos un país líder en estadísticas negativas. Todos sabemos que el paro juvenil ejemplifica el drama laboral de nuestro país. Según Eurostat, el 40% de los menores de 25 años no tiene ocupación laboral. Si bajamos la edad hasta los 20 años, el dato se eleva a un 50%. Ni que decir tiene que somos el país europeo con peor perspectiva laboral para la juventud. Alemania tiene un 6,1% de paro juvenil, pero es que Grecia tiene una tasa un 20% inferior.
Si siguiera un patrón lógico, el paro debería tener una estructura piramidal: mayor desempleo en la base y menor en la cúspide. A medida que se desarrolla experiencia y se adquiere conocimiento, lo lógico es tener oportunidades en sentido horizontal en lugar de vertical. Esa es la lógica, luego está la realidad.
La tasa de paro en mayores de 54 años es del 12,5%. Eso supone más de 540.000 desempleados. Y es que la radiografía del desempleo en edad avanzada es un auténtico drama. Dos de cada tres trabajadores por encima de los 54 años tiene paro de larga duración, cifra 20 puntos porcentuales superior a la media de todas las edades.
Una simple proyección macroeconómica impide hablar de normalización hasta mediados de década
Si esto fuera EEUU, si nuestra administración hubiera decidido enviar cheques a los hogares, se podría entender el patrón de lo que ocurre en Norteamérica, donde el “helicóptero monetario” lleva a que los trabajadores se sientan temporalmente desincentivados a buscar empleo, ya que, en ausencia de inflación, su poder adquisitivo no se ve excesivamente mermado. Otra cosa es si los cheques se emplean en especular en el mercado de acciones, pero eso es otra historia.
En España, la alta tasa de desempleo no se debe a un tema de motivación coyuntural, sino de desmotivación estructural. Según una encuesta de Adecco, dos de cada tres parados de larga duración con más de 54 años cree que no volverá a trabajar nunca. Antes de la pandemia, en 2019, han sido el único grupo de edad que ha visto incrementar su número de parados.
Los desempleados de más edad se constituyen como el segmento más vulnerable de nuestro mercado laboral. Es lo que se conoce como “cronificación del desempleo extrema”, y que se resume en que un 43% de los parados de avanzada edad lleva más de cuatro años en paro.
Y el sector financiero...
La GCF trajo consigo un ajuste laboral en el sector financiero que contradice la opinión global que todavía ingenuamente sitúa en el epicentro al sector inmobiliario. Desde 2008, se han destruido 120.000 empleos en la banca. Solo para este año, hay planes para reducir otros 15.000 empleos. El sector financiero en general ha destruido uno de cada dos empleos existentes antes de una década. Y seguirá en aumento.
Este año es de transición pero es muy posible que el próximo año, y no creo que me desvíe mucho al decir que, una de cada dos empresas de asesoramiento independiente está en riesgo severo de desaparecer y que un tercio de la industria de la gestión como la conocemos hoy desaparecerá, bien por consolidación bien por cierre.
Este es un sector particular que merece un desarrollo mayor y que me comprometo a realizar en futuras piezas con detalle. Pero vaya por delante que lo que le diferencia es que la experiencia y el conocimiento son críticos. Por eso sorprende la elevadísima tasa de desempleo cuanto más se avanza en la pirámide de la edad. Unos pensarán que se debe a los altos sueldos del sector. Aunque hay mucha dispersión, según los datos que he recopilado de diversos portales de empleo especializado en finanzas, el salario promedio de finanzas en España está en torno a los 30.000 euros por año. No parece justificable ese argumento.
Hablar de desempleo en España es fácil porque la estadística es demoledora. No vale de nada hacer un manifiesto denunciando la destrucción de riqueza que supone discriminar por edad si no hay una base en la que asentar una mejora laboral.
España, un país sin duda con muchas virtudes, no es un ejemplo de gestión de empleo y el drama sigue imparable su curso. Si pensamos que países desarrollados tienen como objetivo niveles de pleno empleo en el 4%, España definitivamente juega en la liga de los países en desarrollo. Y vamos camino de dos décadas de destrucción de empleo de la cual la mitad no va a volver nunca. Es por ello que mantengo mi compromiso de seguir analizando las causas objetivas que amenazan algunos sectores con su empobrecimiento intelectual y laboral.
***Alberto Roldán es partner de Divacons-Alphavalue.