Estamos en “vísperas sicilianas” electorales. Hace justo 40 años (en 1981) los franceses estaban como nosotros ahora: el 26 de abril se celebraría la primera (y el 10 de mayo la segunda) vuelta de las elecciones presidenciales que, tras un intento fallido previo, ganó finalmente François Mitterrand, quien formaría gobierno con el Partido Comunista Francés.
La victoria de la izquierda en Francia iba a contracorriente de lo que sucedía entonces en las democracias más importantes del mundo: Ronald Reagan y Margaret Thatcher gobernaban ya, respectivamente, en Estados Unidos y Reino Unido, y un año después los conservadores ganarían las elecciones en Alemania con Helmut Kohl al frente. Además, el llamado "compromiso histórico" (según el cual gobernaría la Democracia Cristiana con el Partido Comunista) nunca llegó a materializarse en Italia.
En aquel ambiente tan poco propicio, las políticas económicas expansivas de Mitterrand iban con el pie cambiado (en EEUU acababan de subir los tipos de interés hasta el 22%) y llevaron a la economía francesa a un callejón sin salida que exigió del gobierno la toma de decisiones drásticas e impopulares. Ahora las llamaríamos recortes. Los comunistas tuvieron que salir del gobierno. El experimento había durado casi tres años.
El paralelismo con el actual Gobierno español es trivial: se va a cumplir pronto un año y medio de coalición entre dificultades sin cuento, ¿conseguirá durar el año y medio que le queda para igualar la duración del Gobierno de coalición francés de entonces?
Difícilmente. Aunque el ambiente le sea mucho más favorable de lo que lo fue para Mitterrand. Ahora ya no hay "guerra fría" ni temor, por tanto, a que un partido aliado de la URSS esté en un gobierno, como lo era el francés, aliado de la OTAN. Ni el Gobierno español ha nacionalizado ningún banco (como hizo Mitterrand con Paribas, Indosuez y 37 bancos más, consiguiendo con ello que el 90% de los depósitos estuvieran en la banca pública).
Se va a cumplir pronto un año y medio de gobierno de coalición entre dificultades sin cuento, ¿conseguirá durar el año y medio que le queda para igualar la duración del gobierno de coalición francés de entonces?
Pero, sobre todo, ya no hay un Gobierno conservador en EEUU y la corriente favorable al aumento del gasto y a la subida de impuestos se está imponiendo no solo en Estados Unidos, sino entre los organismos internacionales tradicionalmente partidarios del rigor fiscal.
Lo gracioso en la comparación es que uno de los elementos que enfrentan a los dos contendientes en la “batalla electoral de Madrid” (recordémoslo, Pedro Sánchez y su némesis Isabel Díaz Ayuso) sí que reproduce la pelea a propósito de una de las medidas estrella de Mitterrand en 1981: el impuesto sobre el patrimonio.
Por lo que se ve en Europa, Sánchez nada contra la corriente, mientras que lo tiene a favor por la ola impositiva que se está desatando en EEUU, donde Joe Biden pretende subir el impuesto de sociedades del 21% al 28%, así como hacer pagar a las empresas norteamericanas un mínimo de un 21% por sus beneficios en el exterior.
También se avecina un aumento de casi el doble en el impuesto sobre las plusvalías materializadas (hasta el 43,4%: el tipo impositivo más alto desde los años 1920s). El tipo marginal de la declaración de la renta también subirá del 37% al 39,6%). En este ataque de saciedad recaudatoria también hay un intento de eliminar el tratamiento fiscal favorable de la llamada (con deleite macabro) la “plusvalía del muerto”.
Y es que los gobiernos de todo el mundo están al borde de un ataque de nervios fiscal. Saben que están difiriendo los problemas creados por el coste de la pandemia y que, al que le pille un poco mal el ciclo electoral, se puede dar por liquidado.
Y es que los gobiernos de todo el mundo están al borde de un ataque de nervios fiscal
No es para menos. De conjunto, los gobiernos se han gastado hasta ahora (dice el FMI) 10 billones (trillion) de dólares contantes y sonantes (equivalente a un 9,2% del PIB mundial). Y han comprometido otros 6,1 billones más entre préstamos, avales, entrada en el accionariado de empresas, etc.
EEUU encabeza la liga del gasto con 5,3 billones de dólares de ese total de 10 billones mencionado más arriba, lo que representa un 25,5% de su PIB. En esto hay que tener cuidado: hay quienes, equivocadamente, multiplican esa cifra casi por dos, al sumarle los estímulos monetarios de la Reserva Federal, lo que es incorrecto ya que están contando dos veces la misma cantidad: 1) la efectivamente gastada y 2) la que le entregó (comprando deuda pública) la Reserva Federal al Tesoro para que la gastara. Es el mismo dinero. No hay que computarlo dos veces.
Las cifras de Alemania, Francia, España e Italia sumadas (874.000millones), China (711.000 millones) y Japón (811.000 millones) son más modestas, aunque, en todo caso, se trata de cantidades astronómicas y difíciles de devolver (en lo que tienen de deuda). De ahí la necesidad acuciante de subir impuestos. Pero eso no es lo peor. Lo peor es que esas cantidades gastadas solo servirán, con suerte, para recuperar económicamente los niveles previos al estallido de la Covid-19.
Para la prosperidad futura hará falta mucho más. De ahí que los gobiernos miren con aire codicioso los saldos bancarios, las propiedades inmobiliarias y los valores mobiliarios de los particulares y de las empresas.
Será difícil ir a contracorriente, como quiere Ayuso. Los tiempos americanos favorecen a Sánchez
Vienen "vísperas sicilianas" para el ahorro. En las 'Vísperas Sicilianas' verdaderas (en Palermo, el lunes de Pascua de 1282) hubo una degollina de las tropas francesas de Carlos de Anjou, que ocupaban Sicilia, a manos de la plebe. Tras ello llegó la Corona de Aragón a proteger a los sublevados y a ocupar el puesto de los franceses.
A la vista tenemos también una "degollina electoral". Pero aún no sabemos quién interpretará, en éstas, el papel de los franceses y quién el del Rey de Aragón, Pedro III (aunque, a la vista de la ocultación de voto que deben tener las encuestas, no es difícil adivinarlo).
En cambio, la degollina para el ahorro está más que cantada. Será difícil ir a contracorriente, como quiere Ayuso. Los tiempos americanos favorecen a Sánchez. Los electorales no. En "la caldera de Palermo" seguirá aumentando la presión.