Hace unos días tuve la oportunidad de participar en un encuentro de profesionales de la industria farmacéutica y, aun desde la fría distancia que impone la vía telemática, mi primer propósito fue tratar de hacerles llegar el más cálido agradecimiento del que fuera capaz. En este duro año de pandemia, todos hemos visto el sacrificio de muchos profesionales que han mantenido la vida en marcha pese a las extremas dificultades. Quizá la referencia han sido los sanitarios, la vanguardia en una lucha sin cuartel contra la enfermedad. Todos hemos sido conscientes de su labor impagable y hemos intentado hacérselo saber de algún modo.
Sin embargo, nunca como en este año tan exigente para todos han estado en el foco social nuestro sector y las personas que trabajan en él. Nunca quizá se ha esperado más de nosotros como industria farmacéutica. Desde que estalló la crisis, el mundo nos reclamó soluciones en forma de tratamientos y vacunas eficaces. Y creo que hemos respondido. Nuestro sector se movilizó de inmediato y se abrió a una colaboración entre compañías y con gobiernos, comunidad científica y autoridades reguladoras que nos ha permitido en menos de un año contar con vacunas eficaces y seguras. Hará falta perspectiva de tiempo para valorar el hito que esto constituye, dado que el desarrollo medio de un medicamento implica diez años.
Este esfuerzo ha sido global. Pero nuestra contribución desde España no ha sido menor. Hemos hecho uso de nuestra capacidad reconocida para hacer investigación clínica para ser el primer país de Europa en ensayos contra la Covid-19. Hemos trabajado duro para que en los momentos más complicados de la crisis no hubiera cortes de suministro de medicamentos, de nuevo en colaboración con autoridades sanitarias -a través de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios- y el resto de agentes.
También con el apoyo de la Agencia hemos buscado soluciones para normalizar cuanto antes los ensayos clínicos de patologías no Covid interrumpidos por el colapso en los hospitales y las medidas de confinamiento. Y nos hemos movilizado para apoyar al sistema sanitario y a otras entidades sociales ante las muchas necesidades generadas por la pandemia. Quizá nuestro trabajo, el de los más de 200.000 profesionales que de modo directo o indirecto trabajan en la industria farmacéutica, ha pasado más inadvertido que el de otros sectores y profesionales. Pero ha sido un trabajo serio, desprendido y necesario, y nuestra sociedad debe conocerlo.
Empezamos ahora a ver el final de la crisis sanitaria. Las vacunas están llegando. Y para ello las compañías farmacéuticas estamos haciendo un esfuerzo enorme por movilizar toda la capacidad mundial de producción de vacunas y disponer ya este año de las necesarias para lograr al menos la ansiada inmunidad de grupo. No es fácil. La capacidad mundial de producción de vacunas antes de la pandemia era de unos 4.000 millones de dosis al año. En pocos meses, las compañías desarrolladoras de vacunas han firmado más de 270 acuerdos con compañías con garantías de asumir la transferencia de tecnología y el conocimiento necesarios para producir vacunas eficaces y seguras y multiplicar así la producción.
La industria farmacéutica está poniendo en este desafío el mismo empeño que en la investigación de las vacunas. Y debemos estar igual de esperanzados. Esos acuerdos implican ya a una treintena de países y un centenar de compañías (entre ellas, cuatro españolas) y las estimaciones son que a final de 2021 habremos fabricado unos 12.000 millones de dosis contra la Covid-19, suficientes para vacunar al 70-75% de la población mundial y poder acercarnos así a la inmunidad colectiva.
Pero no acaban aquí los retos. Tan relevante como los dos citados es el de la distribución. Muchos países compraron más vacunas de las que necesitan, porque tuvieron recursos para hacerlo y porque compraron cuando las vacunas no estaban aprobadas y no era posible saber cuáles lo serían finalmente. Tendrán excedentes, y será fundamental que la cooperación y la solidaridad internacional funcionen para asegurar la inmunización en los países menos desarrollados. La industria también está comprometida con este logro.
No es una manera de hablar. Esta terrible crisis nos ha permitido como sector acercarnos más a la sociedad y hacernos aún más conscientes de nuestra responsabilidad. El conjunto de la población, todos nosotros, hemos comprobado hasta qué punto la salud, la investigación biomédica y el medicamento que resulta de ella son críticos para la prosperidad y el futuro de una sociedad moderna. Esto nos obliga, como sector y a todas las compañías en todo el mundo, a trabajar y colaborar con ánimos renovados y nos da la oportunidad de hacerlo con la esperanza de avanzar con más rapidez.
Por otro lado, España necesita de sectores basados en la investigación y el conocimiento que complementen a los que históricamente han configurado nuestro modelo productivo, como el turismo y la construcción, y contribuyan a enriquecerlo. El biofarmacéutico es uno de ellos, y en esa línea estamos trabajando. Pondré dos ejemplos. Uno: tenemos un tejido productivo muy sólido en España, con más de 80 plantas productivas de medicamentos y materias primas. Aun así, la pandemia nos ha obligado a preguntarnos si debemos corregir un tanto la dependencia de países asiáticos en producción de medicamentos esenciales, aquellos fármacos veteranos, ya sin protección de patente, pero que siguen siendo útiles en muchas patologías. La respuesta es que tenemos capacidad para recuperar parte de esa producción y dar a nuestro país mayor protección estratégica y reforzar nuestro tejido productivo. Ya hemos presentado una propuesta al Ministerio de Industria, y estamos convencidos de que damos respuesta a una necesidad social.
Y dos: somos uno de los referentes internacionales en investigación clínica de medicamentos. Demos un paso adelante. Aprovechemos la dinámica de colaboración de la industria con la Administración, el sistema de salud, los excelentes profesionales sanitarios y los pacientes que nos ha permitido llegar hasta aquí y convirtamos a España en un gran espacio internacional de investigación biomédica. También en esta línea estamos trabajando, seguros de que hay una oportunidad para nuestro país.
Son sólo dos ejemplos. Estamos convencidos de que el progreso futuro pasa por la salud, y ésta depende de los medicamentos y de la investigación que los hace posibles. Y de que para los pacientes el acceso a los nuevos medicamentos y terapias es una esperanza que no podemos defraudar. España tiene que ser uno de los protagonistas en la creación de ese futuro. Tenemos bases sólidas sobre las que trabajar y el compromiso de un sector y sus profesionales conscientes de su responsabilidad. Los desafíos son grandes, pero estamos en condiciones de afrontarlos.
Juan López-Belmonte es presidente de Farmaindustria.