La geopolítica no va a ayudar a que baje el precio de la luz -que, por cierto, este jueves volverá a marcar un récord-. Pero los aspavientos de la diplomacia internacional nos sirven como recordatorio de lo vulnerables que somos los europeos -incluidos los españoles de la fotovoltaica y la eólica- por nuestra dependencia energética del exterior.
Este verano se ha puesto de moda hablar del gas. El poderío que exhibe Xi Jinping acaparando titulares sobre cómo la recuperación china ha disparado el precio de esta materia prima en los mercados; el impacto de su alto coste en la factura de luz que va a frenar el rebote del PIB en España o el viaje de Merkel a Rusia para sentarse con Putin han puesto el foco en este combustible que podemos enmarcar entre las fuentes 'de transición' hacia la economía verde.
A Teresa Ribera no le entusiasma utilizar el gas. Sin embargo, su hoja de ruta hacia la descarbonización pasa por potenciarlo. Tanto es así que el Ministerio para la Transición Ecológica quiere convertir España en el principal 'hub' de gas natural licuado de Europa con un punto de partida importante, pues ya almacena un 37% del total europeo.
Todo esto viene al caso por la importancia que va a tener para nuestro país la nueva ruptura de las relaciones diplomáticas entre Argel y Rabat, dos Estados que compiten por liderar el norte de África. Permítanme apostar porque de aquí al 31 de octubre el asunto estará temporalmente resuelto. En esa fecha caduca la concesión del gasoducto Magreb-Europa que conecta Hassi R'Mel (Argelia) con Tarifa (Cádiz) atravesando Marruecos.
Mohamed VI intentará conseguir una tregua porque es el primer interesado en poder firmar un nuevo acuerdo para seguir cobrando el canon que pagamos los españoles para transportar el gas que procede de Argelia.
Marruecos es el primer interesado en firmar un nuevo acuerdo para seguir cobrando el canon que pagamos los españoles por transportar el gas de Argelia
Parecía que con el discurso conciliador del rey alauí tras la salida de Arancha González Laya y la llegada de José Manuel Albares se había preparado el terreno para que España renegociara su acuerdo con Marruecos para extender la concesión del tubo del Magreb. Pero el movimiento de Argel altera el tablero.
Abdelmadjid Tebboune juega la partida con ventaja porque tiene la fuente de origen del gas y porque la alianza entre Naturgy y Sonatrach garantiza el suministro de España (y con ello, el negocio argelino). Además de la infraestructura que atraviesa el Magreb, hay otro gasoducto submarino en el Mediterráneo que conecta Argelia con El Alquián (Almería).
Y el suministro está hoy más garantizado que nunca. Recuerden que en 2019, el presidente de Naturgy, Francisco Reynés, se encargó de blindarlo al cerrar una alianza con Sonatrach para controlar Medgaz y tener 'voz y voto' en una infraestructura clave para España pero situada a miles de kilómetros de la Península Ibérica.
Después, el pasado julio, Reynés y el presidente de Sonatrach, Toufik Hakkar, acordaron ampliar la capacidad del gasoducto un 25% a partir de este otoño y la instalación de un cuarto tubo compresor para aumentar la capacidad.
La oportunidad de nutrir de gas natural al continente europeo a través de España es clara. Y Marruecos no querrá quedar fuera de la ecuación, aunque Argelia tenga la sartén por el mango.
La importancia del acuerdo entre Naturgy y Sonatrach fue reconocida por el Gobierno español el pasado 3 de agosto, cuando el Consejo de Ministros aprobó la OPA del grupo australiano IFM con una serie de exigencias, entre ellas garantizar la españolidad de Naturgy. También condicionó la operación a que la compañía no pierda el control de activos estratégicos, como Medgaz.
Contar con dos rutas para poder importar gas es un respiro para España, aunque todo cuenta dentro de los múltiples frentes que el Gobierno tiene abiertos con Marruecos. Además, en un contexto de precios energéticos disparados y agitación en Asia con Rusia buscando su protagonismo tras la caída de Afganistán, se pone de manifiesto la importancia de diversificar y de avanzar en el camino hacia la independencia energética. Al final, acabará siendo más fácil depender del sol que de la estabilidad política de los países origen de las fuentes que utilizamos para encender la luz. Pero todavía, nos queda mucho para eso.