Nuestra vicepresidenta del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, se ha marcado un gesto de los buenos. Ha escrito el prólogo de la nueva edición del Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels. No he leído el prólogo. No importa nada lo que Yolanda haya escrito, importa lo que escribieron los dos autores alemanes. Y, en mi opinión, es un gesto fantástico, de los que yo agradezco mucho, porque no se puede interpretar de ninguna manera. Prologar un libro, como poco, lo avala. Pero, por si hubiera dudas, ella ha expresado su admiración por la obra afirmando que es un canto a la libertad y la democracia. No quiero pensar que no lo ha leído. Pero si lo ha hecho y saca esa conclusión, o hablamos de textos diferentes o alguna de las dos no ha entendido qué es el marxismo y qué implica.
Quiero empezar por el final del Manifiesto, para que quede claro:
“Los comunistas rechazan ocultar sus opiniones y propósitos. Declaran abiertamente que sus objetivos sólo pueden alcanzarse mediante el derribo violento de todo orden social hasta ahora existente. Que tiemblen las clases dominantemente una revolución comunista. Los proletarios no tienen en ella nada que perder, sino sus cadenas. Tienen un mundo que ganar. ¡Proletarios del mundo, uníos!”.
Imagino a Karl Marx mirando nuestra España del siglo XXI con sus cachorros como clase dominante, que se empeñan en empeorar la situación de la clase trabajadora gracias a subidas de la energía, del salario mínimo, que va a suponer un extra coste para las empresas y va a repercutir en los trabajadores, derrochando en chiringuitos y peajes electorales, al servicio de los próximos comicios.
Le imagino mirando a Engels con tristeza y repitiendo, como los padres en la famosa canción de los Beatles, She´s Leaving Home, "Le dimos lo mejor de nuestras vidas. ¿Qué hicimos mal?", mientras el estribillo principal repite "Ella se está divirtiendo". La sensación es la misma. Pablo, ya sin Vallecas y sin coleta, aterriza como un elefante en una cacharrería en el periodismo y su rubia favorita (Yolanda, por las dudas), prologa el texto básico de la revolución comunista, desde su vivienda oficial de casi 450 metros, la más grande de todo el Consejo de Ministros.
Imagino a Karl Marx mirando nuestra España del siglo XXI con sus cachorros como clase dominante
Un texto que se basa en la dialéctica marxista y machaca a la burguesía. ¡La burguesía! La clase de los héroes que sostiene sobre sus hombros el progreso de las naciones. La clase de quienes se niegan a ceñirse a sus fronteras sociales y luchan para obtener beneficios, para mejorar, para tener una vida mejor.
¿Qué pasaría si desapareciera la clase media? Podemos mirar a los países en los que no existe: solamente hay clase privilegiada y una masa de trabajadores en condiciones económicas muy malas, que lo tienen muy complicado para ascender.
La burguesía capitalista representa la posibilidad de que haya verdadera permeabilidad económica y que la nieta de un taxista pueda reinar en un país. Y, sin embargo, Marx (que parece que fue el principal redactor del texto) afirmaba: "El proletariado utilizará su dominio político para arrebatar progresivamente todo el capital a la burguesía, para centralizar todos los instrumentos de la producción en el estado, esto es, en proletariado organizado como clase dominante (…). Naturalmente, eso sólo puede ocurrir, al principio, por medio de operaciones despóticas sobre el derecho de propiedad y las relaciones de producción burguesas (…)”.
Y explica la necesidad de adoptar medidas que parecen "económicamente insuficientes e insostenibles" pero que son inevitables.
Quienes siguen pensando que es muy cool que la vicepresidenta prologue un texto como éste solamente manifiesta su incapacidad para tomarse en serio la deriva en la que se encuentra nuestro país, su irresponsabilidad ante lo que se está sembrando con estos gestos tan reveladores.
Pero, desde mi punto de vista, lo peor del marxismo es la dialéctica. Considerar que en política, en economía, en la vida de un país, en su historia, todo está sometido a una relación de enfrentamiento irresoluble, excepto por desaparición de las dos partes confrontadas, es muy tóxico. La dialéctica impone un conflicto permanente como esencia de las relaciones. No hay posibilidad de convivencia. Porque la tesis y la antítesis no se suman, ni se multiplican. Simplemente se superan. Y con la nueva síntesis comienza el ciclo de nuevo.
¿Es esto una defensa de la libertad y la democracia? No. ¿Qué tipo de persona alardea y se enorgullece de prologar un texto como éste? Entre las respuestas más bondadosas se me ocurre que se trata de una persona que no está dispuesta a ponerlo en práctica. Porque no sé si estaría dispuesta a renunciar a la herencia de su madre, o si estría encantada con que su hija Carmela formara parte de un ejército de trabajadores agrícolas para cultivar su tierra gallega.
No sé si el mejor futuro para su familia es una revolución violenta que dé paso a un régimen comunista, visto el resultado de dicho régimen en todos los países en los que se ha implantado.
Lo que no me cabe duda es que no es un despiste, se trata de un gesto con significado, que agradezco por la información que aporta. Ojalá los políticos se lo piensen dos veces antes de pactar con el comunismo y con sus socios.
Por cierto, el próximo miércoles 8 de septiembre sale mi nuevo libro Votasteis gestos, tenéis gestos en el que se aborda, entre otras cosas, por qué nos dejamos engatusar por el marketing político, qué podemos y queremos hacer con nuestra maltrecha democracia y a qué se debe el deterioro del Estado de derecho. Ojalá les guste.