Esta semana se ha caracterizado por la escenificación de un esperpento en dos actos. En el primero, el Gobierno presentó en sociedad su cuadro de previsiones macroeconómicas para 2021-2002 proyectando un crecimiento económico del 6,5% este año y del 7% el próximo. En el segundo, el Instituto Nacional de Estadística (INE) rebajó la tasa de incremento del PIB en el segundo trimestre del 2,8% avanzado el pasado 31 de julio al 1,1%. Como epílogo festivo, el Ministerio de Asuntos Económicos daba a conocer, primacía mundial, un nuevo indicador, el de Actividad Económica Diaria. El PIB de cada día.
Nunca en la historia del INE se había producido una revisión a la baja de esa magnitud en sus estimaciones de crecimiento de la economía o en las del comportamiento de cualquier otra variable macroeconómica. Esta brutal desviación carece pues de precedentes y ha de ser aclarada con prontitud para salvaguardar la credibilidad de esa institución tanto dentro como fuera de España.
En un país normal, un error de estas dimensiones y en medio de un escenario como el español de estos momentos exige una inmediata depuración de responsabilidades.
El INE es un organismo autónomo pero esta adscrito al Ministerio de Economía. ¿Cómo es posible que la Sra. Calviño no tuviese ni idea de los datos del INE cuando presentó sus previsiones? Esto refleja bien una descoordinación total en el departamento regido por la vicepresidenta, una fuga hacia delante de la ministra o, muy dudoso, una trampa tendida por el INE al Gobierno para dejarle en ridículo. Cualquiera de estas posibilidades es sencillamente tercermundista y produce sonrojo.
¿Cómo es posible que la Sra. Calviño no tuviese ni idea de los datos del INE cuando presentó sus previsiones?
Por lo que respecta a la elaboración de un indicador de PIB diario, el binomio burla-insolvencia es proteico. Es imposible y, por tanto, incontrastable saber la evolución cotidiana de la economía. No existen datos que hagan eso posible y, por tanto, lo que se refleje en él no tiene ningún valor, no sirve para nada excepto para que el Gobierno haga economía-ficción al servicio de sus intereses políticos. No existe nada similar en ningún país desarrollado. Eso sí, había un indicador de producción diaria en la antigua URSS.
Con los datos del segundo trimestre dados a conocer por el INE, lograr una tasa de crecimiento del PIB del 6,5% en 2021 es utópico, salvo que se recurra a la ingeniería estadística. Sin duda, el tercer trimestre de este año será bueno, pero peor de lo previsto por el Ejecutivo y, como ocurre siempre, el cuarto se traducirá en una pérdida de vigor de la economía.
En este contexto, el PIB de este ejercicio, ceteris paribus, crecerá entre un 5 y un 5,5%, un punto o punto y medio por debajo del anunciado por el Ejecutivo. ¿Qué ha pasado? Pues lo previsible…
El consumo de las familias ha aumentado menos de lo anticipado porque el ahorro precaución ha seguido siendo alto. En paralelo, la inversión ha experimentado un crecimiento negativo lo que muestra la falta de confianza de las empresas en el futuro. En el tercer trimestre se contemplará un mayor y coyuntural dinamismo del gasto de los hogares (las vacaciones) pero menor al proyectado por el Gobierno y el consenso que se ralentizará de nuevo en los meses finales del año.
Por lo que respecta a la formación de capital, no hay motivo alguno para esperar una mejoría sustancial. El esperado efecto champán va a ser de gaseosa.
Si se acepta ese análisis, crecer un 7% en 2022 constituye un ejercicio de Fe hasta para los verdaderos creyentes. No hay razón alguna para esperar un incremento intenso del consumo privado en un contexto de alta deuda de los hogares, baja renta disponible, de repunte de la inflación e inciertas expectativas de empleo. El que se está creando es público.
De igual modo, es más que dudosa la recuperación de la inversión y lo probable es que las compañías opten por sanear sus balances y mantenerse a la expectativa. Y existen muchas probabilidades de que los precios de la energía se mantengan en niveles altos y la coyuntura global sea más débil.
Al final, todas las esperanzas del Gobierno residen en la llegada del maná europeo. Veremos cuántos fondos llegan y qué capacidad tendrá el Gobierno para ejecutarlos y para destinarlos a actividades productivas. Aunque se hiciese muy bien, el Gabinete ha asignado a los fondos un efecto multiplicador sobre el PIB que está muy por encima del calculado por la mayoría de los expertos y de las instituciones, incluido el Banco de España. De momento, se confirma el rebote, inevitable, pero no se puede hablar de recuperación hasta que se alcance el PIB de 2019, y eso no ocurrirá hasta 2023.