Pase lo que pase de aquí al 31 de octubre entre Argelia y Marruecos, España tiene garantizado su suministro de gas este invierno. Sin embargo, no por ello es menos importante el viaje que el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, va a hacer este jueves a Argel acompañado por el presidente de Naturgy, Francisco Reynés, y el presidente de Enagás, Antonio Llardén.
En los últimos años, España ha hecho de la necesidad virtud. Por ser una isla energética en Europa tuvimos que espabilar y diversificar la procedencia del gas. En el último año, el 44,9% del aprovisionamiento del gas natural que hemos consumido los españoles ha sido de origen argelino. Mientras que otros 14 países han aportado el resto, destacando por peso Nigeria (11,6%), Rusia (10,5%), Estados Unidos (9,6%) y Qatar (6,4%), según datos de Sedigas.
Para traer el gas desde Argelia, España cuenta con dos tubos. Uno que llega por el Mediterráneo a Almería con una capacidad de 8 bcm (mil millones de metros cúbicos) de gas. Y otro que pasa por Marruecos, llega a Cádiz y tiene una capacidad de 11 bcm.
En medio de una crisis diplomática entre Argelia y Marruecos y de otra crisis energética global por los altos precios del gas, cerrar el tubo Magreb-Europa para dejar a Rabat sin ingresos y complicar su suministro este invierno es una tentación para Argel.
Las tensiones y distensiones entre Mohamed VI y el Gobierno de Pedro Sánchez en los últimos tiempos habían hecho que Marruecos retrasara el cierre de la renovación de esta concesión. No contaba el reino alauí con la habilidad de Reynés para cerrar un acuerdo con Sonatrach que garantizara el suministro de gas a España con un refuerzo del tubo del Mediterráneo. Ni tampoco con la estrategia de Llardén de establecer un 'Plan de invierno' con alternativas al suministro por si alguna de estas infraestructuras fallan.
Así que, a última hora, Marruecos resulta ser el gran interesado por cerrar este acuerdo a tres bandas con España y Argelia que está siendo frenado ahora por el ministro de Energía argelino, Mohamed Arkab.
Sin embargo, no por ello deja de ser importante el viaje de Albares, Reynés y Llardén a Argel. A España le conviene mantener viva esta infraestructura que data de los tiempos de Pedro Durán Farrell como presidente de Gas Natural en el reinado de Juan Carlos I, gran amigo del monarca marroquí.
Primero porque hasta que no se refuerce la soberanía energética de la península con las renovables -una meta para la que falta un largo recorrido- mantener la diversificación del origen de la energía y de las vías de transporte es necesario para el mercado español. En especial, en el caso del gas que es una fuente de energía que debe jugar un papel clave en la transición ecológica, como ha recordado el Gobierno a cuenta de la OPA de IFM sobre Naturgy.
Pero también porque las tensiones geopolíticas y los juegos de Rusia con el gas han vuelto a poner de manifiesto la oportunidad que tiene España de poder ser un hub del gas que permita reexportar el excedente de su capacidad a otros países de Europa.
Este proyecto, del que lleva años hablándose, cuenta con un hándicap que también afecta a nuestro mercado eléctrico: la mala interconexión de la península con el norte de Europa.
Francia no ha tenido especial interés en los últimos años de ayudar a España en esta asignatura pendiente. Y lo que hasta ahora nos había hecho más vulnerables ante una crisis energética, se ha vuelto en contra de otros países europeos que dependerían menos de Rusia en este gélido invierno que viene con los precios del gas en máximos.
Así que, si Albares tiene éxito y convence a su colega argelino, Ramtane Lamamra, de que hay que desbloquear el contrato con Marruecos, lo siguiente que debería hacer Pedro Sánchez es viajar a París para pedirle al presidente Macron un cambio de perspectiva en las interconexiones trasfronterizas de los Pirineos.
Dejaríamos de ser una isla energética y esta vez nuestros socios europeos también se beneficiarían, aunque solo fuera por lanzar un mensaje a Moscú en esta nueva 'era pos-Merkel'.