Hay dos razones por las que no tengo Instagram. La primera es porque no quiero aumentar mi uso de servicios que viven de mi atención, cuyo objetivo es retenerme delante de la pantalla el mayor tiempo posible. La segunda es porque la envidia es muy mala y prefiero no pasarme el día contemplando las idílicas vidas, los cuerpos perfectos y la ropa de marca de los demás.
Sé que me estoy perdiendo muchas. La mayor parte de empresas, marcas, personajes famosos e incluso mis amigos confían en Instagram como principal vía de comunicación con el mundo. Pero, tras el último escándalo de Facebook, a la que pertenece la plataforma, me reafirmo en mi decisión de seguir alejada de este tentáculo de Mark Zuckerberg.
"Facebook sabe que Instagram es tóxico para las adolescentes, según documentos de la empresa. Su propia investigación en profundidad muestra un importante problema de salud mental de los adolescentes que Facebook minimiza en público", dicen el titular y el subtítulo de un reportaje publicado en The Wall Street Journal (TWSJ) hace solo un par de semanas.
El medio tuvo acceso a una presentación sobre una investigación interna que Facebook llevó a cabo durante tres años para entender el impacto de la red social en sus usuarios más jóvenes. En una de las diapositivas, sus autores afirman que Instagram hace que "los problemas de imagen corporal empeoren para una de cada tres chicas adolescentes", según TWSJ, que ha calificado a la red social de "tóxica" para este segmento poblacional.
Por supuesto, Facebook no ha tardado en responder. En un comunicado publicado el domingo, asegura que la investigación a la que se refiere TWSJ se realizó en un grupo muy reducido de usuarios, y sobre los encontró tanto efectos positivos como negativos. También se defiende argumentando que el simple hecho de que lleve a cabo estos estudios es un síntoma de su preocupación por sus propios efectos nocivos en los jóvenes.
Pero no es la primera vez que Facebook es acusada de conocer e ignorar deliberadamente graves problemas de sus plataformas para seguir creciendo. Un día después de la publicación de TWSJ, MIT Technology Review publicó otra exclusiva sobre otro informe interno en el que se revelaba que el funcionamiento de su algoritmo estaba impulsando el contenido propagandístico creado por granjas de troles.
Aquel otro informe data de 2019 y, dado que las granjas de troles siguen siendo un problema persistente en la red social, parece que Facebook no ha hecho demasiado para solucionarlo. Y, aunque afirma estar trabajando en ambos asuntos, cuesta creerlo cuando se tiene en cuenta que se ha negado varias veces a comparecer en el Congreso de EEUU para compartir sus hallazgos sobre el efecto de sus plataformas en los niños.
Lo que sí ha hecho a raíz del escándalo ha sido paralizar su proyecto Instagram Kids, dirigido a menores de 13 años. Sin embargo, dado que hizo el anuncio el lunes y que el informe al que se refiere TWSJ es de marzo de 2020, parece que su motivación no se basa tanto en su preocupación por el impacto negativo de sus redes sociales, sino en su interés por capear la tormenta de relaciones públicas que está sufriendo.
Además de la sobrexposición a vidas, cuerpos y rostros idílicos, otro de los grandes problemas reside en los filtros de belleza, también presentes en otras apps populares entre los jóvenes. como TikTok y Snapchat. En el caso de Instagram, en 2019 se vio obligada a retirar el filtro Fix Me, que dibujaba en las caras de los usuarios las típicas marcas que hace un cirujano plástico antes de operar. ¡¿Quién no querría que sus hijos adolescentes usaran un filtro así?!
A pesar de su retirada, los filtros disponibles han dado lugar a lo que ya se conoce como "cara de Instagram": un rostro con nariz pequeña, ojos grandes, piel clara, labios grandes. Distintos expertos alertan de cómo cada vez más usuarios, especialmente chicas adolescentes, se están acostumbrando a ver estas versiones mejoradas de sí mismas y a rechazar su imagen real.
Ya sea por sobrexposición o por filtros, queda claro que Instagram, al igual que todas las redes sociales, está modificando algunos patrones sociales. Lo especialmente preocupante es que este caso afecte directamente a los más vulnerables: los menores. Y vale que yo ya hace mucho que dejé de serlo, pero vivir mi vida comparándola con la de los demás nunca me ha traído nada bueno, y eso que no tengo Instagram.