Transición energética y recesión económica
El reciente aumento en los precios de la energía y la falta de abastecimiento, están comenzando a poner de manifiesto las difíciles decisiones a las que se enfrentan los países al tratar de acelerar la transición energética y cumplir con sus objetivos de cero-emisiones netas.
El gas siempre ha estado presente por el papel que juega en el equilibrio de la energía renovable. Pero también es parte del problema de escasez que vemos hoy. Los productores de gas natural se han visto desincentivados por los discursos no contaminantes para explorar en busca de nuevas fuentes y también disuadidos de los méritos de asegurar que exista suficiente capacidad de almacenamiento.
A corto plazo, los altos precios del gas natural implican que se necesitará quemar más carbón térmico y, en menor medida, más fuel oil para generar electricidad. Es evidente que ambos combustibles son significativamente peores para el medio ambiente que el uso del gas natural.
La generación eléctrica a base de carbón ha regresado en Europa este año a medida que, la disminución de los inventarios de gas y los altos precios incentivan su uso. Nos acercamos al invierno y la demanda de carbón aumentará para evitar la escasez. El pasado mes, la “verde” Suecia comenzó a generar electricidad con petróleo en respuesta a los altos precios de la energía. Normalmente, el país solo utiliza este recurso durante el invierno, cuando hace un frío anormal.
Los aumentos continuados de los costes de la energía pueden generar una profunda desaceleración, si no a una recesión. Desde la década de 1970, la mayoría de las recesiones en la Unión Europea han estado precedidas por un fuerte aumento de los precios de las materias primas durante los 6 a 18 meses anteriores.
Ansiedad
Esto está generando una evidente ansiedad por evitar un ajuste demasiado rápido de la política monetaria. La posición del BCE es muy significativa al respecto. El problema es que diagnostiquen erróneamente que la causa de los altos precios de la energía está impulsada por la demanda. Si cometen este error, corren el riesgo de apagar el rebote en la actividad posterior a la pandemia.
En ese caso, es probable que un profundo malestar económico distraiga el desarrollo de las políticas climáticas desplazando las prioridades ambientales en la agenda política. Los ciudadanos pueden oponerse a facturas más altas si no pueden conseguir un trabajo ni cubrir las necesidades básicas, como pagar la factura de la luz o llenar el depósito.
Esto en España ya es una realidad, y será peor este invierno. Francia lo vivió de primera mano en 2018 cuando los chalecos amarillos obligaron al gobierno de Emmanuel Macron a dar marcha atrás en su plan de introducir un aumento de los impuestos ambientales. Protestas similares podrían volver a ocurrir en otras partes de Europa.
El vehículo eléctrico es la bandera del cambio climático. Todavía hoy, supone un peso relativo pequeño sobre el parque automovilístico por el desconocimiento de su fiabilidad, la incertidumbre del abastecimiento, el marco tributario, y ahora, por el coste de la energía. Al final, si recargar un vehículo reduce el gap de ahorro por el mayor coste de la energía, algo que ya es una realidad, el consumidor tenderá a dilatar en el tiempo la decisión de cambio ralentizando la sostenibilidad.
Globos sonda
El problema es que los políticos no son listos pero tampoco son tontos. Son conscientes del desorden del crecimiento y de estos nuevos puntos calientes como son el coste de la energía y el desabastecimiento de trabajadores y productos. De ahí el lanzamiento de globos sonda como la aceleración de la transición energética hacia un mundo cero emisiones de carbono que debería llevar aparejado un debate más responsable sobre el papel que deben tener los combustibles fósiles en esa transición.
Una mirada superficial a cada transición energética anterior muestra que la fuente de combustible imperante, simplemente no desaparece. En lugar de ser un juego de suma cero, la aparición de nuevas fuentes de energía tiende a dar lugar a nuevas aplicaciones que conducen su vez a una mayor demanda de energía. Cuanto antes reconozcamos la realidad antes se podrán introducir políticas más inteligentes que creen una aceleración más sostenible en la transición energética con cero emisiones de carbono y que tengan en cuenta el potencial de consecuencias no deseadas.
El simple hecho de continuar a toda costa con el modelo tal cual está planteado, puede conducir a nuevas crisis energéticas en el futuro con ramificaciones sociales, económicas y políticas potencialmente mucho mayores. Ignorar la realidad económica de la transición energética ya no es una opción. Igual que desconocer su coste real.
***Alberto Roldán es socio de Divacons-Alphavalue.