El domingo 21 de noviembre se nos iba uno de los referentes intelectuales más importantes de nuestro tiempo, Antonio Escohotado. En el año 2019 recibió el Premio a una vida dedicada a la defensa de la libertad, otorgado por el Instituto Juan de Mariana. El director y la subdirectora, amigos, me encargaron uno de los encomios. Como dije entonces, a pesar de haber coincidido en varias ocasiones y de haber hablado varias veces con él, yo no he sido una gran amiga, como sí otros. Tampoco le he entrevistado o he mantenido debates académicos con Escohotado. Ante su figura, siempre me he considerado una aprendiz.
Prefería escuchar a preguntar. Y, si de algo he aprendido, además de sus escritos, es de su actitud. No es posible entender el legado de Antonio Escohotado sin la enorme pero callada labor de su hijo Jorge, a quién acudí en varias ocasiones para ponerle en contacto con amigos de otros países, o para ver si podía dar una charla o una entrevista.
Uno de los legados que su muerte ha puesto de manifiesto es su enorme generosidad hacia todo el mundo, hacia la gente que se le acercaba, se hacían fotos, se sentaban a hablar, le preguntaban, jóvenes o no tanto, pero siempre curiosos y deseando aprender. Todos esos que hoy manifiestan que era su humanidad, a la par que su intelecto, lo que de verdad enganchaba. Sus huérfanos anónimos.
Como afirmaba en el encomio del 2019, me he ido encontrando a Antonio Escohotado a lo largo de mi vida intelectual, no importa la disparidad de temas que estudiara. Pero lo verdaderamente relevante, el pellizco que te interpela siempre, es su propio ejemplo vital. Pagó un precio por ser libre que muchos de los que parloteamos, debatimos con más o menos finura de temas densos, muchas veces alejados del día a día de la realidad, no pagaríamos.
Era incómodo para el poder político que le encarceló por un crimen sin víctima, como es el consumo de drogas
Era incómodo para la academia que le ninguneó miserablemente. Para el poder político que le encarceló por un crimen sin víctima, como es el consumo de drogas. Para los moralistas mediocres que pueblan nuestro país. Para la molicie intelectual que se resiste a cambiar de idea, mientras él afirmaba que todo su empeño era abrir la mente para ser capaz de cambiar de ideas y evolucionar. Era, en resumen, un emboscado, tal y como lo definió en El Espíritu de la Comedia: alguien que siente y actúa como persona singular soberana.
Su defensa del libre comercio le llevó muchos años y dio lugar a Los enemigos del comercio, tres volúmenes repletos de descubrimientos profusamente documentados que pocas personas tendrán la paciencia de leer de principio a fin.
Su idea general consiste en contraponer dos tipos de sociedades. De un lado, la de las relaciones no voluntarias, el imperio del "sublime logro de la conquista" y los prejuicios religiosos. Una sociedad donde impera el régimen de anti-propiedad, y el anticomercio, ese ideal comunista, asociado también a las religiones. Del otro, la sociedad guiada por las relaciones voluntarias, el comercio, el reino de los que llamaría "los desertores del vasallaje", los herreros que acuñan moneda, los caravaneros que comercian por tierra, los marinos que lo hacen por mar. Ellos son, para Escohotado, la semilla del empresario.
Y, precisamente, como culmen del progreso de estas sociedades, la empresa, el gran gigante de nuestro tiempo, que "no es ni mental ni extramental" y que "coordina las acciones de muchos en torno a una sola meta, que es siempre la misma: multiplicar la baratura de los bienes". Esta palanca de cambio, que permitió el gran salto cualitativo y cuantitativo en todas las sociedades requiere, para su establecimiento y su perpetuación, determinados requisitos de seguridad y supervivencia que, por desgracia, no están aseguradas.
La vida es siempre dinámica e incierta, para lo bueno y para lo malo. Así que es perentorio vigilar y asegurar que esas condiciones se dan, que hay un marco mínimo en el que el empresario se desenvuelve. Creo que, hoy en día, estamos fracasando en esa misión.
Había descubierto que palabras como negociador, habían pasado de ser mencionadas 10.000 veces en el siglo V a ninguna en el siglo IX
Contaba Escohotado en una charla en la Fundación Gustavo Bueno que, tras una minuciosa investigación de las obras publicadas entre los siglos V a IX, había descubierto que palabras como negociador, habían pasado de ser mencionadas 10.000 veces en el siglo V, a 14 en el siglo VI a ninguna en el siglo IX. Y lo mismo se observaba respecto a otras, como lucro o remuneración. La razón es que eran consideradas como blasfemias, obscenidades, términos que nadie decente escribiría.
Hemos vuelto al tabú. De nuevo nos encontramos con el señalamiento de herejías económicas, como decir que la regulación de los mercados por el gobierno, en muchas ocasiones, es un modo de apropiarse de los beneficios de los mercados y aumentar el control sobre los individuos. O como afirmar que 'Hacienda no somos todos (cariño)'. O como decir que la búsqueda de la riqueza individual, incluso si es por el afán de ostentar, genera empleo y actividad económica. O como cuestionar la labor de los bancos centrales. Poner encima de la mesa estas cuestiones implica ser señalado como egoísta e inmoral. Se te acusa de ser vasallo de poderosos (cuando es justo lo opuesto, porque el nuevo señor es el Estado), y de olvidarte de los demás.
Dice Escohotado al describir quién es el "emboscado" que su reserva de la decisión en medicina, ética y cumplimiento de las leyes, no debe llevar a pensar que es una persona que se olvida de los demás. Más bien al contrario: "reservarse la decisión es exigir que les sea reservada a los demás y a la totalidad", sin más perjudicado que el Leviatán de nuestros tiempos.
Defender tu libertad es defender también la del otro y la de todos. Y se cuestiona "¿No vivimos un grandioso rechazo de la libertad como goce, justamente cuando las libertades parecen más conquistadas?" Y nos recuerda que quien "se tira al bosque" no mendiga asentimiento, ni aprobación. Quiere aniquilar el miedo "y su apuesta es lograrlo con una convergencia poética y eminentemente natural, de su deber y su placer". Y de esta manera, Escohotado se va dejando el camino marcado. Gracias, maestro.