“Los narcos siempre hablan de lealtad, menos cuando están en apuros". (Steve Murphy).
La ONU señala que el tráfico global de drogas equivale al 1% del PIB mundial.
La producción de drogas se está disparando en Colombia. En las décadas de 1990 y 2000, el Estado utilizó aviones de fumigación para erradicar la coca, la materia prima de la cocaína. Pero en 2015, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer detectó que el ingrediente activo en el aerosol era "probablemente cancerígeno para los humanos", lo que llevó al Gobierno a detener los vuelos.
Según Financial Times, ahora el país quiere reactivar el controvertido programa a base de glifosato:
La producción de cocaína está concentrada en Sudamérica, especialmente en Colombia, Perú y Bolivia (los narcos colombianos desviaban producción a esos otros dos países cuando la lucha antidroga se tornaba muy hostil), y desde ahí se distribuye a mercados de elevado poder adquisitivo como Estados Unidos, Europa, el golfo Pérsico o Asia-Pacífico. Este mapa de El Orden Mundial refleja muy bien las rutas:
Durante décadas han existido tres centros de producción principales de opio en el mundo. El más importante es Afganistán. Desde antes de la invasión estadounidense en 2001, el país era uno de los mayores productores de adormidera (flor de la que se extrae el opio). En medio de la guerra, la producción se disparó convirtiéndose en el principal exportador de heroína del planeta. Desde allí salen rutas a Europa occidental, Rusia y la península arábiga.
El segundo foco producción es el Triángulo Dorado, situado en la frontera entre Myanmar, Tailandia y Laos, de enorme porosidad y sobre el que ninguno de los países tiene capacidad efectiva para detener la producción. Este foco nutre de droga al sudeste asiático y a China.
El último centro de la heroína se sitúa entre México y Colombia. Suponen la principal fuente de abastecimiento para el gran consumidor del continente: Estados Unidos.
Los carteles llevan décadas luchando por el control de la producción, el transporte y la distribución de drogas generando salvajes guerras. Precisamente es en la distribución de las drogas donde distintos actores criminales hacen actos de presencia y el impacto de las drogas se multiplica a nivel político, económico y social, creando un aumento de la corrupción, la criminalidad, la pobreza y la desigualdad. Tal fue el problema décadas atrás, que EEUU se lanzó a la llamada Guerra contra las drogas, cuyos resultados han sido muy modestos.
Entonces, si la lucha antidroga cuesta tanto dinero sin obtener prácticamente resultados y mantener las drogas ilegalizadas sólo crea muertes, extrema violencia y mafias, ¿no tendría más sentido despenalizar las drogas por completo y que de paso dicho negocio deje de ser negro? Al fin y al cabo, el consumo sería el mismo o incluso menor al no existir el atractivo de lo prohibido.
El primer país en hacerlo fue Portugal en 2001 (aunque no por completo, sino afectando sólo al consumo de cualquier droga): los delitos pasaron de ser de naturaleza criminal con prisión a ser administrativos si la cantidad poseída no era más que un suministro para diez días. La medida ha traído consigo un descenso de las muertes, reducciones del consumo de heroína y cocaína, bajada del SIDA y caída de las encarcelaciones, como demuestra esta infografía de Statista:
Según The Economist, en 2010, un grupo de expertos británicos clasificó a 20 sustancias intoxicantes populares en 16 daños físicos, psicológicos y sociales, incluidos los cometidos a no usuarios, como el crimen y la desintegración familiar. El alcohol salió como la más dañina, seguido de la heroína y el crac. Las drogas de "fiesta", incluidos el éxtasis, el LSD y los hongos, se consideraron mayormente benignas, con puntuaciones de daño menores a la mitad de las del tabaco. La posición del alcohol en la parte superior es en parte el resultado de su uso generalizado, que causa mayores daños a otros (el crac es considerado la droga más dañina para el usuario:
Mario Vargas Llosa opina que "para millones de personas, las drogas sirven hoy, como las religiones y la alta cultura ayer, para aplacar las dudas y perplejidades sobre la condición humana, la vida, la muerte, el más allá, el sentido o sinsentido de la existencia".