Este mes se cumple un año del anuncio de las primeras vacunas contra el coronavirus y, desde entonces, las bolsas se han disparado. No sólo han recuperado los niveles previos a la pandemia, la mayor parte de las principales referencias mundiales cotizan en máximos históricos.
Los gobiernos y bancos centrales han impulsado esta rápida recuperación a través de unos programas de estímulos monetarios y fiscales sin precedentes.
Pero todo tiene un precio. La demanda se ha restablecido a un ritmo mucho mayor que la oferta, lo que ha dado lugar a cuellos de botella y una subida generalizada de los precios que amenaza con frenar el crecimiento. La escasez de suministros, los problemas logísticos y la elevada inflación se han convertido en las principales preocupaciones. Mientras los mercados discuten sobre si esta situación será transitoria o permanente, muchos inversores ya se preparan para el próximo año.
La inversión inmobiliaria se ha convertido en el refugio de muchos inversores
Durante los últimos meses, las bolsas no han sufrido caídas destacables y, aunque los resultados empresariales han sido positivos, existe el temor de que muchas de las compañías que han liderado las subidas estén sobrevaloradas y no puedan cumplir con las altas expectativas de crecimiento.
Los inversores esperan una corrección, y hay suficientes focos de tensión como para que se produzca en cualquier momento.
La volatilidad podría ser la protagonista del próximo año y dependerá en gran medida de la evolución de la inflación, ya que podría obligar a los bancos centrales a endurecer su política monetaria antes de lo previsto, desencadenando una desaceleración en el crecimiento económico. Los altos precios de la energía y las tensiones en el mercado inmobiliario en China también podrían precipitar las ventas de unos inversores dispuestos a recoger beneficios.
Por ello, los sectores que mejor se comportan ante entornos inflacionarios se posicionan como una de las alternativas a la creciente incertidumbre. El sector financiero, el inmobiliario y el energético han sido los que, tradicionalmente, mejor se han comportado ante este escenario. Ahora, también existe una serie de índices temáticos que agrupan a compañías de un sector muy específico, y que pueden aprovecharse de esta coyuntura.
En el caso particular de los bancos, una mayor inflación suele venir acompañada de subidas en los tipos de interés, lo que aumenta los márgenes de interés y, por tanto, los beneficios de las entidades.
El problema es si la inflación aumenta demasiado rápido, ya que tiene un efecto adverso sobre la demanda del consumidor. Por lo tanto, si no se disparan los precios, es una de las mejores coberturas, ya que la banca ha aprovechado los últimos años para recortar costes y ser más competitiva.
Los altos precios de la energía podrían precipitar las ventas de unos inversores dispuestos a recoger beneficios
El sector inmobiliario también figura en la lista por varias razones. La primera, el efecto de la inflación sobre la deuda. A medida que el precio de la vivienda aumenta con el tiempo, reduce el porcentaje de adeudo, actuando como descuento natural.
Los arrendadores de inmuebles también se ven beneficiados, ya que la subida de los precios viene acompañada de mayores precios en los alquileres, lo que supone unos mayores ingresos por los mismos activos.
Con la renta fija ofreciendo una rentabilidad que no supera la inflación y la renta variable cotizando en máximos históricos, la inversión inmobiliaria se ha convertido en el refugio de muchos inversores que también han querido sacar ventaja de una financiación más barata que nunca.
Los inversores pueden encontrar oportunidades en promotoras y socimis saneadas, que tengan la mayor parte de sus activos en núcleos urbanos y se centren en el alquiler de oficinas, viviendas o centros logísticos.
Respecto al sector energético, se espera que los precios del gas y del petróleo continúen subiendo, ya que el mayor desajuste se está produciendo por el lado de la oferta, y los principales productores no están dispuestos a incrementar la producción en el corto plazo. Las compañías que centren su actividad con alguna de estas materias primas se van a poder aprovechar de unos mayores márgenes de beneficios que les permita sanear sus balances y diversificar hacia fuentes de energía más limpias.
Por último, destacamos la inversión temática en sectores que están llamados a revolucionar los mercados durante la próxima década. Es muy probable que, a medida que finalicen los actuales programas de estímulo, las tasas de crecimiento se estabilicen en niveles mucho más bajos. Los sectores más tradicionales podrían sufrir un empeoramiento de sus previsiones. Sin embargo, hay otros que forman parte de una revolución ya en marcha.
Las compañías de baterías seguirán impulsadas por los vehículos eléctricos, y las de renovables, por los objetivos de sostenibilidad
Las llamadas megatendencias, como las compañías de baterías seguirán impulsadas por el desarrollo de los vehículos eléctricos; las de renovables, por los objetivos de sostenibilidad; las relacionadas con el envejecimiento, con el mayor número de personas de 60 años; las de tratamiento de agua, con los planes de infraestructuras; y las de blockchain y ciberseguridad, con la mayor aceptación y posibilidades que ofrece esta tecnología.
Las bolsas pueden permanecer ajenas a esta realidad, pero el inversor no debería seguir sus pasos si no quiere quedarse enganchado en unos mercados que cotizan en máximos históricos. La inflación está descontrolada y acabará impactando negativamente en el ahorro más temprano que tarde. Es el momento de tomarse el tiempo necesario para evaluar las mejores alternativas y actuar en consecuencia.
***Joaquín Robles es analista de XTB