El PIB de 2021 de Rusia equivale a aproximadamente un 7% del PIB de Estados Unidos o de la UE. La renta per cápita 2021 de un ruso era de unos 10.000 dólares frente a la de 63.000 dólares de un ciudadano estadounidense y 29.000 dólares de uno de la UE. Rusia ha perdido la batalla económica contra sus rivales occidentales.
Desde la invasión y anexión de Crimea el PIB ruso ha bajado en un 30%, mientras que el PIB americano y el de la UE se han incrementado por encima del 20% medido en dólares americanos.
Por consiguiente, ha quedado demostrado que alejarse de la senda de la democracia, en la Rusia de Putin ha significado el declive de la riqueza y del nivel de vida de los ciudadanos rusos.
Tenemos aquí una dicotomía, entre riqueza interior en un Estado moderno y democrático versus un Estado que quiere volver al imperialismo de la antigua y ya desaparecida URSS, pero con una clara decadencia de la economía y de los valores democráticos que en la era de Gorbachov e incluso Yeltsin parecían coger vuelo.
La ofensiva y amenaza de una guerra no se puede analizar más que como una cortina de humo de Putin con la cual distraer la atención de los problemas y del desencanto social existente en Rusia. Recordemos el envenenamiento del opositor Navalni y su posterior encarcelamiento.
Putin intenta exportar su problema en el interior hacia el exterior, a sabiendas que una Ucrania rica y democrática sería el ejemplo claro para sus primos hermanos, los ciudadanos rusos, con la que compararse en busca de esas metas de libertad y riqueza que harían tambalear el statu quo políticamente hablando de la propia Rusia de Putin.
Una Ucrania rica y democrática sería el ejemplo claro para sus primos hermanos, los ciudadanos rusos, con la que compararse en busca de libertad y riqueza
Pero ojo una guerra de desgaste en Ucrania podría incluso exacerbar los problemas de Rusia y adelantar su cambio de régimen. La aparición de bajas en cantidades grandes en el ejército ruso, así como el propio coste económico al que se enfrentaría Putin con las sanciones devastadoras con las que ya han amenazado tanto el presidente Biden como los mandatarios europeos.
Europa no puede jugársela ligeramente en este asunto porque la seguridad de Ucrania es la propia seguridad del continente. Y es por ello por lo que la respuesta debe ser contundente. No queremos ver resucitar en Europa los viejos fantasmas de las ansias expansionistas de la antigua URSS. Recordemos la tragedia que causó en el siglo pasado.
La continuidad de nuestra democracia y la de nuestros aliados europeos pasa por frenar el nuevo expansionismo proveniente de la Rusia de la era Putin.
Aun así no hay garantía ninguna de que Rusia no va a atacar ni va a invadir e intentar anexionar si no la totalidad, al menos parte de Ucrania, como ya hizo con Crimea en una jugada magistralmente orquestada en 2014.
Por eso, tenemos que ser conscientes de que la guerra nuclear es un escenario muy remoto, aunque no imposible, debido a la teoría del equilibrio de Nash bien analizada durante la Guerra Fría, y aún en plena vigencia. Lo que sí posible con una probabilidad considerable es una guerra regional en Ucrania con armas convencionales y todo tipo de estrategias económicas.
Recordemos que un 40% del gas que se consume en Europa viene de Rusia. A pesar de los esfuerzos que se están haciendo para abrir alternativas, si la guerra se desata no será fácil evitar un choque de oferta que recuerde a la guerra de los Seis Días y en especial la Guerra del Yom Kipur en Israel con el posterior boicot petrolero. Sabemos que dicho shock de los años 70 causó en la Bolsa americana la caída de un 50% en 1973. Además, la inflación en la UE pasó a ser de dos dígitos.
Estimados lectores, es una posibilidad real que esto vuelva a suceder. Rusia es uno de los mayores exportadores de petróleo del mundo después de Arabia Saudí y el mayor exportador de gas del planeta.
Ante esta realidad si nos preguntamos si es posible ver tipos de inflación de dos dígitos, osea de más del 10%, así como caídas enormes de los valores de renta fija o de ciertos sectores de la renta variable con altos múltiplos de PER, la respuesta es un claro sí, lo es ante los tambores de guerra que ya se están oyendo y cada día con más intensidad.
Así como existe un paralelismo claro entre la guerra del Yom Kipur de 1973 entre ciertos Estados árabes e Israel y esta posible guerra en Ucrania que sería lanzada por Rusia y sus consecuencias inflacionarias, también hay paralelismos con la Primera Guerra Mundial. Con 17 millones de muertos, el conflicto bélico fue seguido por la mortal pandemia de 1918 -la gripe española con 50 millones de muertos-. En esta ocasión parece que la pandemia de la Covid-19, habiendo causado cinco millones de fallecidos hasta la fecha va a preceder otra guerra. Esperemos que sea regional y no se extienda para desembocar en la Tercera Guerra Mundial, que -siempre y cuando China no se involucre directamente- no está en este momento en las quinielas. Aún así recordemos que China es el primer socio comercial de Rusia.
Y ojo porque cuando empieza una guerra pueden aparecer sorpresas que se propagan muy rápidamente como el fuego.
Esta sería la primera guerra después de la Segunda Guerra Mundial entre países con ejércitos altamente preparados y equipados en Europa.
Por consiguiente, estemos preparados para ello. Hemos hablado en un artículo anterior, El gran default, de cómo protegerse ante este escenario ya más inflacionario.
En cuanto cómo invertir ante esta situación, miremos con buenos ojos las compañías de consumo de primera necesidad que podrán aumentar sus precios, los inmuebles en vivienda en alquiler -ya que podremos aumentar la inflación anual-. En sus alquileres o en las compañías de medicamentos, así como los bancos bien diversificados geográficamente, ya que podrán tomar ventajas ante las subidas de tipos.
Recordemos que aquellos bancos o empresas que tienen grandes ingresos desde fuera de Europa tendrían en este momento una ventaja.
Ante los riesgos inminentes, esperemos que ante las bajas que podrían ser cuantiosas de ambos bandos, así como el daño económico que causaría la acción militar, las relaciones diplomáticas puedan alentar una solución pacífica con un pacto de no agresión -como el que se ha propuesto por parte del bloque occidental de no poner misiles en Ucrania. No obstante, es inaceptable arrodillarse ante las pretensiones de Putin de no permitir la entrada futura de Ucrania en la OTAN si así fuese decidido por ambas partes de manera democrática. La tensión va en aumento y lo que hay en juego es mucho. Estemos preparados.
*** José María Ollè Curiel es economista.
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