Y, finalmente, se produjo la invasión: Putin entró en Ucrania, con la excusa de acabar con supuestos nazis, argumentando que se trata de ejercicios militares especiales, pero invadió un país soberano. Quienes seguimos la pista de Putin y sus amenazas y tenemos contactos con ucranianos, no nos hemos sorprendido tanto del qué, sino del cuándo.
¿Por qué ahora y no antes o después, si las hostilidades duran desde hace ocho años? ¿Está ahora la economía rusa especialmente preparada? No lo parece. ¿Tal vez quería Putin pillar a Europa en momentos bajos? ¿O, a lo mejor, no esperaba la reacción del resto del mundo?
La mayoría de las opiniones de observadores y expertos apuntan, precisamente, a que Putin se ha pasado de listo y no ha calculado bien la reacción del resto del mundo. Yo creo que tampoco contaba con la figura de Zelensky, que se ha erigido en líder de un pueblo dispuesto a morir de pie, antes que ponerse de rodillas.
Ya se han anticipado en este periódico qué consecuencias puede tener una escalada de restricciones económicas entre Rusia y Occidente. A la escasez de materias primas esenciales para nuestras industrias, de productos agrícolas como maíz para alimentar los ganados, y, por supuesto, de productos energéticos, como el gas ruso, sin el cual, probablemente Europa no podría sobrevivir, ahora que Rusia ha provocado una guerra, hay que añadir más consecuencias.
Zelensky, el antiguo cómico, ganador del Mira Quien Baila ucraniano en el 2006, dueño de una fábrica de caramelos, y del que todo el mundo, empezando por los ucranianos, desconfiaban, se ha convertido, de la noche a la mañana, en un ejemplo de líder de su pueblo.
Putin se ha pasado de listo y no ha calculado bien la reacción del resto del mundo
Cada día al pie del cañón, manifestando públicamente la soledad del pueblo ucraniano y la necesidad urgente de ayuda, Zelensky ha logrado que, poco a poco, los países a quienes ha pedido socorro, uno a uno, se movilicen. La Unión Europea ha comenzado por tomar medidas en el mercado financiero, complicando a Putin los pagos internacionales excluyendo a Rusia del sistema SWIFT, y bloqueando activos rusos en el extranjero.
Alemania ha dado un giro a su política energética para no verse tan afectada por las represalias de Putin, y se compromete a enviar material militar. Noruega ha retirado sus inversiones en activos rusos. Los países vecinos abren sus puertas a los refugiados, siguiendo la estela de Polonia. No todos los vecinos, por supuesto. Bielorrusia, aliada de Rusia, actúa como cómplice y satélite del invasor.
Como era de esperar, Putin amenaza con su armamento nuclear, con ciberataques, con la dependencia energética y con todo lo que puede. A nadie le conviene una guerra prolongada. Incluso si fuera corta, la amenaza de un shock estanflacionario de oferta de materias primas ya revolotea en los teletipos de Bloomberg y otros medios.
Ahora hay un problema añadido si, como es previsible, Europa tiene que rearmarse. Si hay que aumentar el gasto en armamento, como ya ha anunciado Alemania, y ese ejemplo cunde en los países de la OTAN, hay que pensar cómo se va a financiar ese gasto extra.
Europa tiene que rearmarse, aumentar el gasto en armamento y hay que pensar en cómo financiar ese gasto extra
Economistas como Juan Ramón Rallo planteaban en Twitter la ralentización que conlleva esa medida: más déficit, deuda, impuestos. Pero ¿cuál es la alternativa? ¿Sentarse a mirar, a pesar de la petición explícita de ayuda ante un invasor extranjero? ¿Dónde dejaría esa actitud a la OTAN, cuyo rol ya se ha visto cuestionado? La defensa de la libertad tiene un precio y ahora es cuando vamos a sentirlo en nuestros bolsillos.
Las sanciones a Rusia no pueden ser cobardes, a menos que nos hagamos cómplices responsables de los caprichos de Putin. Sean más o menos contundentes, las represalias de Putin, que ya ha amenazado a Finlandia y Suecia si se adhieren a la OTAN, van a golpear a nuestra economía.
Es previsible que la inflación sea más aguda y permanente de lo que se esperaba. Es previsible que nuestro nivel de vida caiga y no se recupere en mucho tiempo. Las inversiones se contraerán. Todos perdemos gracias a un tirano como Putin.
Pero, seamos sinceros, quienes llevamos lustros reclamando independencia energética, incluso a costa de intereses medioambientales, aunque no sabíamos que Putin iba a invadir Ucrania, sí anticipábamos que delegar nuestra potencia energética en socios no fiables era una locura. Estados Unidos lo entendió muy bien. Alemania lo ha comprendido ahora.
Llevamos lustros reclamando independencia energética, porque delegar nuestra potencia a socios no fiables es una locura
No obstante, no es el presente lo que me quita el sueño. Trato de imaginarme el día de después. ¿Cómo será nuestro entorno cuando este problema se resuelva? Si Putin gana, Occidente pierde y, es probable, que henchido de orgullo, Putin decida invadir otros países para recuperar el poder soviético de antaño. Pero ¿y si Putin tiene que deponer su actitud y abandonar Ucrania?
No me puedo imaginar a un Putin humillado retrocediendo sin más. Es muy probable que tome todas las medidas posibles para morir matando, para hacer daño. Es cierto que no tiene el respaldo de su pueblo, y eso es una buena noticia para nosotros. Pero, dado que tiene la personalidad característica de los tiranos psicópatas, ese rechazo popular puede desatar aún más su sed de venganza. “Todos contra mí” es el detonante de las peores pesadillas. ¿Cuál sería el pacto aceptable para un personaje como Putin? La diplomacia internacional tiene ante sí un desafío histórico.
Pero también hay un aspecto positivo de esta crisis. Aunque suene muy frío, lo cierto es que cuando no tenemos un enemigo común, los seres humanos nos lo inventamos. La prosperidad de los países occidentales tras la Segunda Guerra Mundial se debió, entre otras cosas, a la confrontación con el bloque soviético, que servía de acicate. Una prosperidad ensombrecida, no lo olvidemos, por la crisis del petróleo de 1973 y 1978.
Si no nos tomamos en serio la emancipación energética de Europa, la supervivencia de nuestras economías estará en manos no muy deseables por mucho tiempo. Parece que muchos presidentes ya se han dado cuenta. A Sánchez, ni se le espera.