La humillación de los ricos ‘made in Hollywood’
La envidia social conduce a la reducción de la prosperidad y los clichés del cine no ayudan a combatirla.
Han pasado ya 25 años del estreno de la archiconocida película Titanic (James Cameron, 1997), pero seguro que todos recordarán el personaje de Cal Hockley, interpretado por el actor Billy Zane. Era la representación de un hombre rico, superficial e incapaz de amar, que, además, se burlaba de la pasión por el arte de su amada, despreciando a autores como Picasso o Monet, que, según el guion, "nunca llegarán a nada".
Su prometida Rose vivía en una prisión por aceptar un compromiso que no quería, presionada por su madre ante la complicada situación económica en la que se encontraban, que demuestra con expresiones dirigidas a su hija del estilo "¿Quieres verme trabajando como costurera?", "¿Qué subastamos: nuestros artículos de lujo o nuestras joyas?".
Cuando el (atención spoiler) barco se está hundiendo, el despiadado y sin escrúpulos Cal se asegura un sitio en uno de los botes salvavidas fingiendo que cuida de una niña abandona que no para de llorar, identificándose como su padre. El trágico final casi todos lo sabemos. Rose, la protagonista, sobrevive gracias a una tabla en la que solo cabía ella, dejando a su amado Jack a merced de la muerte en las congeladas aguas del Océano Atlántico. Tras subir al barco de rescate, decide esconderse de Cal y opta por cambiar de nombre y de vida.
Pero esta narrativa no es exclusiva de esta película. Se repite en muchas otras como El Lobo de Wall Street (2013), Pretty Woman (1990) o El caballero oscuro (2008), en las que sus personajes ricos se muestran como personas despiadadas, codiciosas y sin ningún tipo de escrúpulo.
Aunque cada historia es diferente, Hollywood siempre representa a este colectivo siguiendo esquemas muy similares:
- Son personas que no se detienen ante nada para lograr sus metas económicas.
- Pueden darse cuenta de sus errores y actuar de forma más humana.
- Usan su riqueza para manipular y ejercer una gran influencia.
De este modo, ofrecen sistemáticamente una imagen distorsionada y negativa de la gente poderosa y con dinero. Todas estas conclusiones están reflejadas en mi último libro Los ricos ante la opinión pública (Unión Editorial, 2022), que recoge el análisis de 43 películas y la presentación que hacen de los ricos.
¿Tiene consecuencias esta imagen?
Esta representación que vemos en el cine y la televisión tiene, sin ninguna duda, su reflejo en la sociedad. Según la encuesta internacional de Ipsos MORI y el Instituto Allensbach, los ciudadanos de países como Alemania, Estados Unidos, Francia, Italia, Reino Unido, Suecia o España consideran que las personas adineradas son frías, arrogantes y deshumanizadas. Rasgos que van en la línea de lo que los guionistas de Hollywood nos quieren hacer ver.
Por poner algunos datos sobre la mesa, el 60% de la población española cree que los millonarios “no son decentes”, frente al escaso 1% que considera que son gente honrada. Mientras que el 64% opina que a los ricos se les da bien ganar dinero, pero no son personas decentes, el 39% les tilda de trabajadores. En esta línea, el 49% de los españoles tacha a las personas adineradas de codiciosas, el 47% los ve materialistas y el 46% arrogantes.
Además, mientras el 17% se alegra cuando sabe que un millonario ha perdido su dinero por una mala decisión empresarial, el 38% no experimenta ninguna alegría al conocer esta terrible desgracia ajena.
Finalmente, prevalece la creencia de que la economía es un juego de suma cero, dando por bueno que la riqueza de unos se explica por la pobreza de otros. Sin embargo, esta visión no es realista, sino que daña la imagen de inversores y empresarios, afectando a la economía en su conjunto.
¿Y qué consecuencias?
El problema más grave es que estos prejuicios no van solo contra los que más tienen, sino que causan un gravísimo daño a toda la sociedad. Convertir a los ricos en los malos de la película hace más complicado encontrar soluciones reales a los graves problemas a los que se enfrente el mundo.
Frente a la inflación desbocada, los precios disparados o las carencias de productos básicos que afectan a miles de personas, problemas que se han agravado con la guerra de Ucrania, la envidia social conduce a la reducción de la prosperidad y evita que se tomen las reformas económicas necesarias para la prosperidad de todos.
*** Rainer Zitelmann es escritor y doctor en sociología e historia.