España va sin red
Una economía endeudada, mal gestionada y con una insoportable carga para sus jóvenes generaciones. Es muy posible que bajo esa descripción el primer impulso sea identificar una economía emergente o en vías desarrollo. Pero no es así, se trata de un país avanzado, con una democracia asentada y un sistema jurídico razonable.
El caso es que si como empresario le propusieran invertir en un país con estas características es posible que de entrada rechazara la invitación. En cambio, si tuviera la certeza de que es una economía desarrollada y con no pocas fortalezas se podría inferir que se trata de algo coyuntural en cuyo caso representaría una oportunidad. La última posibilidad es que con independencia del grado de desarrollo se trate de una economía que se dirige a la autodestrucción. Estamos hablando de España.
Nuestro país viene de una década perdida en la que ni ha existido crecimiento ni se ha mejorado el bienestar social. Siendo esto malo, lo peor es que se encamina irremediablemente a una nueva década de no se sabe muy bien qué. A nada que lo haga igual -de mal- los nacidos a partir de 1990, por tanto, en su mayoría de edad, tienen ante sí un futuro muy poco alentador.
El pasado viernes, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, junto a la vicepresidenta de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, presentaron en rueda de prensa el nuevo escenario macroeconómico 2022-2025 que se incluye en el Programa de Estabilidad que el Gobierno remitirá a Bruselas, donde se detallan las negras líneas que anticipan el futuro de este país.
El Gobierno admite un déficit de gasto público del 5% del PIB que se mantendrá con toda probabilidad hasta 2025 por encima del 3% que establece Maastricht, gracias a ese pernicioso invento político del procedimiento de déficit excesivo. Hay que recordar que venimos de un 6,76% de desfase en las cuentas públicas. El dato podría ser peor si no fuera por el hecho de que la presión fiscal ha posibilitado elevar un 7,4% la recaudación.
El Estado espera seguir recaudando al año como mínimo 16.000 millones de euros vía impuestos los próximos años.
Con la previsión de déficit que maneja el Estado, la deuda se mantendrá en unos insoportables niveles de presión por encima del 115% del PIB, o lo que es lo mismo, una deuda per cápita de 30.465 euros. Solo como recordatorio, esa cifra es aproximadamente un 21,5% de la deuda media hipotecaria. Si sumamos los 425 € de media que se adeudan por créditos revolving, de consumo y personales, cada español tendrá una carga total esperada de 172.000 euros. Muchas gracias, señoras Montero y Calviño.
Es muy complicado mantener un análisis sereno a la vista de estas variables porque la realidad es que si pudiéramos agrupar esa deuda para calcular la cuota calculada a los tipos actuales más un pequeño diferencial que recoja una eventual subida, cada español tendría que pagar unos 1.660 euros mensuales.
Como resulta injusto pensar que los menores, por motivos obvios, tuvieran que soportar ese pago sin fuente de ingresos y excluyendo a nuestros mayores, la cuota per cápita del saldo de deuda total de la población activa se duplicaría ampliamente.
Esto puede explicar por qué una parte de Europa habla con la boca pequeña sobre la inflación. Para una economía hiper endeudada y con un pobre perfil deudor como es España, la inflación es una tabla de salvación.
La deuda se mantendrá en unos insoportables niveles de presión por encima del 115% del PIB, o lo que es lo mismo, una deuda per cápita de 30.465 euros.
El Estado espera seguir recaudando al año como mínimo 16.000 millones de euros vía impuestos los próximos años gracias entre otras cosas gracias a la inflación, recuerde que los tipos impositivos como el de la renta no se deflactan y que el PIB oficialmente se expresa en términos constantes, mientras la deuda se mantiene en términos nominales. Ese cálculo es lo que sostiene la “optimista” previsión del gobierno de recortar déficit y deuda para 2025.
La cuestión es cómo espera el gobierno pagar los mayores intereses de la deuda si los tipos, como todos apuntan, van a subir. Cómo va a sostener políticas sociales al alza con un mensaje electoralista sin renunciar a sus principios. Cómo espera cubrir sus necesidades de financiación ahora que el BCE ha dicho que no es comprador de primera instancia para la deuda pública.
Si la definición de equilibrio fuera de “complicada” el problema, siendo grave, sería menor. Bastaría perpetuar el esquema seguido desde 2008. El problema es que mirando hacia delante no hay equilibrio en nada porque el BCE ya ha patinado. Solo es cuestión de tiempo que todo se caiga en un momento en el que España está en el alambre y avanza sin red.