En este puente del 1º de mayo se cumplen 30 años justos desde los disturbios raciales de Los Ángeles de 1992, que pusieron en jaque a la Guardia Nacional y al propio ejército de los EEUU. No fueron poca cosa pues hubo 63 muertos, además casi 2.500 heridos, 12.000 detenidos y 1.000 millones de dólares en daños materiales, en buena parte por los ataques de activistas negros a los negocios de los coreanos.
Está visto que a EEUU cuando no le duele el bazo, le duele el espinazo… Y ahora tiene que enfrentarse a un problema de mucha mayor dimensión y a cavilaciones de todo orden. Las analogías históricas seguro que ocupan un papel importante entre ellas.
¿Cuánto tiempo tardaron los otros miembros del Presídium en destituir a Nikita Kruschev tras su aventura fracasada de colocar misiles en Cuba y tener que darse media vuelta con ellos para casa? Dos años justos. ¿Cuánto tardarán en destituir a Putin los otros líderes del "establishment" ruso actual? Dos años justos también. Si es que, para entonces, queda algo que destituir en el planeta…
El 'pobre Kruschev', de 70 años en aquel momento, no opuso resistencia y alabó su propia tarea de los once años anteriores al conversar con Mikoyán la misma noche del cese: "¿Podría haber soñado alguien con decirle a Stalin que ya no estaba en forma y haberle sugerido su retiro? No hubiera quedado ni rastro de nosotros; ni siquiera una mancha de humedad. Ahora todo es diferente. El miedo se ha ido, y podemos hablar de igual a igual. Esta es mi contribución".
Vladimir Putin cumplirá en octubre también 70 años y en las imágenes de televisión se le ve envejecido y cansado. Y se ha metido en un lío del que, seguramente, no sabe cómo salir.
¿Cuánto tardarán en destituir a Putin los otros líderes del “establishment” ruso actual? Dos años.
Esa analogía histórica es la primera que viene a la mente al tratar de escudriñar el futuro de lo que va a pasar en Rusia y con la guerra en Ucrania. Y casi la única, porque Stalin cometió miles de pifias y duró 25 años con mando absoluto, además de los otros cinco en que lo compartía en mayor o menor medida con el resto de la troika.
Así es que estamos en manos de la Providencia porque, a pesar de que Elon Musk recomienda en una entrevista reciente razonar por analogía (incluso dice que es el secreto de su éxito empresarial) y a pesar de que los abogados también aprenden a razonar por analogía en la Facultad de Derecho, la historia nos da esas dos analogías diferentes y es complicado decantarse por una de ellas.
Pero como en esta vida para razonar hay que utilizar también el wishful thinking (o pensamiento desiderativo) habrá que inclinarse por la primera, que es la que parece más probable, porque, al cabo, el sábado de esta semana (día 7 de mayo) Putin cumplirá 22 años con un poder casi absoluto o absoluto; va camino, por tanto, de alcanzar el récord de Stalin. Y quién sabe qué confidencias estará haciendo a estas alturas al amigo Mikoyán de turno…
Pero, recuérdese, probable no significa seguro… También era más probable que EEUU y Rusia hubieran acordado una salida negociada a la crisis en Ucrania.
Sobre el futuro de esta guerra tenemos otra vía de argumentación entre sofística y razonable, utilizando la manera en la que en Matemáticas y en Lógica se prueban tantos teoremas: la reducción al absurdo. Que podría expresarse así: si los mercados financieros y de materias primas apuntan a que evolucionan, y evolucionarán, como en la crisis de 2008, lo probable es que, para el verano-otoño de 2023 se habrán estabilizado, lo que no sería compatible y entraría en contradicción, con una guerra de gran intensidad en Ucrania.
El comportamiento de los metales industriales, de las materias primas agrícolas y del precio de la energía se parece mucho también a lo que sucedió en 2008.
Medio sofístico (porque los mercados se equivocan, como los humanos que los mueven) pero esperanzador, dentro de las grandes dificultades de todo tipo que se avecinan…
En los últimos meses hemos venido diciendo que el comportamiento de los mercados se parece extraordinariamente a lo que sucedió en 2008. Hasta tal extremo eso es así que en algunos momentos parece arte mágico: el jueves pasado, al cierre de las sesión de Bolsa en EEUU, las pérdidas del índice S&P 500 en las 84 sesiones diarias de Bolsa posteriores al 3 de enero pasado (que es cuando alcanzó su nivel reciente más elevado) eran exactamente las mismas (-10,6%) que las pérdidas que tuvo en el idéntico número de las sesiones de Bolsa que siguieron a su máximo (histórico entonces) del 9 de octubre de 2007, cuando estaba iniciándose la Gran Crisis Financiera.
Otro tanto sucede con el precio del oro que, en este momento, acumula un 5% de ganancia, que es exactamente la misma que acumulaba en los cuatro meses anteriores al 1 de mayo de 2008.
Como comentábamos la semana pasada, en líneas generales, el comportamiento de los metales industriales, de las materias primas agrícolas y del precio de la energía se parece mucho también a lo que sucedió en 2008.
Haciendo un esfuerzo de imaginación no muy grande, y si todo siguiera así, cabría esperar que para la primavera de 2023 los mercados se hubieran calmado (tras pasar por una etapa muy negra en los próximos meses) lo que sería un síntoma de que las cosas en Ucrania habrían entrado en una fase de resolución o de cronificación, como sucedió, temporalmente, con la Guerra de Vietnam, con las de Afganistán (primero la de Rusia y después la de EEUU) o la de Iraq. Insistiendo en lo dicho: parece absurdo pensar que los mercados se calmarían si la guerra en Ucrania estuviera en carne viva todavía para entonces.
Putin cumplirá 22 años con un poder casi absoluto o absoluto; va camino, por tanto, de alcanzar el récord de Stalin.
Otra vía de argumentación es la de las analogías históricas mencionadas de Vietnam y Afganistán, por no remontarnos a la Guerra de Corea. Todas tienen de común con la de Ucrania el que en ellas se han enfrentado dos potencias nucleares de manera indirecta, por país interpuesto, en el que cada uno armaba respectivamente al oponente de su rival: durante la intervención rusa en Afganistán EEUU armaba a los talibanes; en la Guerra de Corea, Rusia y China armaban y entrenaban al ejército de Corea del Norte y durante la Guerra de Vietnam China y Rusia entrenaban y armaban al ejército de Vietnam del Norte y al Vietcong.
Según esta última analogía, ninguno de las dos potencias nucleares logró doblegar al oponente, por lo que tuvo que retirarse finalmente del campo de operaciones, tras años de desgaste y desmoralización. En el caso de EEUU la salida de Corea consolidó una península dividida en dos, con dos regímenes distintos, comunista y capitalista, mientras que en el de Vietnam la salida fue mucho menos honrosa: Vietnam del Norte se quedaba con lo que fue Vietnam del Sur.
¿Quiere eso decir que EEUU perdió la guerra de Vietnam? No. No ganar una guerra no quiere decir perderla, pues los americanos tenían potencial convencional y atómico más que suficiente para haber hecho rendirse a Vietnam del Norte, pero, muy razonablemente, renunciaron a hacerlo, ante el riesgo de que eso degenerara en una guerra atómica con la URRS.
Había sucedido lo mismo durante la Guerra de Corea: EEUU retrocedió ante la posibilidad de usar armas atómicas. Incluso, el presidente Truman cesó fulminantemente al General MacArthur ante la sola sugerencia de éste de recurrir al armamento nuclear.
La diferencia radical es que, ahora, el General MacArthur ruso es el mismísimo Vladimir Putin, que no tiene por encima de él a ningún Truman que lo frene. Incluso, en un alarde de que "la palabra que empieza por N" se ha banalizado por el uso, el ministro de Asuntos Exteriores ruso ya amenaza de manera desenvuelta con el uso del armamento nuclear, como también lo ha hecho alguno de sus generales.
En conclusión, las analogías históricas, la confianza en que los mercados estén evaluando correctamente la situación y la reducción al absurdo apuntan a una salida de la crisis actual en cuestión de un año largo o dos años, sin uso de armamento nuclear y, en buena parte, por agotamiento de los contrincantes. Seguramente las partes ya estarán pensando en la manera de salir del embrollo y en la sala del hotel en que se van a reunir en Ginebra las delegaciones. Ese es el final más probable, lo que no quiere decir que sea seguro.
Tras ello, alguien se sentirá traicionado, como los boat people tras la paz en Vietnam, los cubanos del exilio en Miami, tras el acuerdo de 1962 y los afganos que colaboraron con Rusia, primero, y con EEUU, después: desde la prehistoria, cualquier acuerdo de paz deja tras de sí amigos entregados al enemigo.
Entretanto, en España seguimos desgranando la lista de previsiones económicas fallidas del actual Gobierno y preparándonos para la siguiente revisión a la baja de los objetivos de crecimiento.