Era el año 2006. España tenía superávit en las cuentas públicas. El ladrillo era un motor económico y a medio día, lujosos restaurantes, como el icónico Jockey, estaban a reventar. Muy pocos en este país sabían de la existencia de Fannie Mae y Freddie Mac, los garantes en Estados Unidos de millones de hipotecas subprime que a punto estaban de empezar a copar titulares en la prensa económica europea anticipando lo que estaba por venir.
Faltaban dos años para la caída de Lehman Brothers cuando Sacyr Vallehermoso se lanzó a comprar nada menos que Repsol YPF. El cofundador y entonces presidente del grupo constructor, Luis del Rivero, era un hombre ambicioso.
Dos años antes, había escrito en una servilleta los nombres de sus elegidos para formar el consejo de administración de BBVA. Su asalto frustrado al banco que presidía Francisco González sigue hoy copando titulares porque aquella operación fallida se fraguó en la España de las cloacas de Villarejo que ahora investiga la Audiencia Nacional.
La burbuja funcionaba a toda máquina y por aquellos tiempos, Sacyr también quería probar suerte en el exterior. Intentó, para ello, hacerse con el control de la empresa francesa de infraestructuras Eiffage. Pero el regulador galo intervino y Del Rivero tuvo que dar un paso atrás.
Así se movía Sacyr cuando financiada por el Banco Santander aterrizó en Repsol YPF. "Financiada" porque la España de 2006 era la de la deuda privada. Curiosamente, la deuda pública rondaba el 40% -quién lo tuviera ahora-. Pero hace 16 años, hogares, grandes y pequeñas empresas vivían un sueño económico a base de crédito.
El espejismo funcionaba y los grandes reyes del ladrillo diversificaban sus negocios. ACS entró en Iberdrola y Fenosa, mientras Acciona se fijó en Endesa. La aventura entre la constructora de Florentino Pérez y la eléctrica de Ignacio Sánchez Galán tampoco llegó a buen puerto. Y también sigue copando titulares por la mano de Villarejo.
Pero fue en este contexto, en el que Luis del Rivero, junto con otros grandes accionistas de Sacyr -José Manuel Loureda, Juan Abelló y Mutua Madrileña- intentó asaltar Repsol asociándose con la mexicana Pemex. Primero invirtió unos 2.800 millones de euros para hacerse con le 9%. Después, alcanzó el 20%. Frente a ese bloque de inversores se colocó La Caixa -como gran accionista de la petrolera- y el equipo de Antonio Brufau.
La historia de estos 16 años que Sacyr ha tardado en pasar del todo página de la operación en Repsol es la de una catarsis. Una transformación en la que familias y empresas españolas han tenido que abrocharse el cinturón para depender menos del crédito y han padecido dos grandes crisis.
Lejos quedan ya los años gloriosos de la construcción. Los reyes del ladrillo forman parte del pasado lejano. A Del Rivero se lo llevó por delante la operación de Repsol.
Su fracaso al pulso con el que plantó cara a Brufau hizo que en 2011 tuviera que abandonar la presidencia de Sacyr. Pero, igual que pasó con BBVA, Iberdrola y ACS, aquel movimiento corporativo sigue despertando el interés de los medios por el 'caso Tándem'.
La semana pasada, el juez archivaba por segunda vez la investigación contra Fainé y Brufau por la contratación del excomisario para obtener información del 'asaltante' Del Rivero.
En lo corporativo, a Sacyr le ha costado página cerrar este capítulo. Su presidente desde 2011, Manuel Manrique, tiene aún un sillón en el consejo de Repsol como externo dominical. Hasta ahora, el grupo de infraestructuras mantenía un 2,9% del gigante energético. Por el camino, Repsol perdió la argentina YPF y pasó a estar gestionada por Josu Jon Imaz, como CEO, que acompaña a Brufau como presidente desde 2014.
La decisión que fue comunicada este lunes a la CNMV llevaba tiempo tomada, pero había que esperar al momento adecuado de mercado, es decir, a que Repsol subiera en Bolsa. Cerrada la venta, Sacyr logra un fondo neto de 58 millones de euros que destinará a reducir deuda.
Manrique ha centrado al grupo en su negocio: el de las concesiones. Con la mirada en regresar al Ibex 35, del que salió tras la crisis que tocó fondo en 2012. Si lo consigue, volverá a un selectivo muy distinto y con un modelo de gestión muy diferente al de los años del 'boom'. Un Ibex 35 que a golpe de talonario acarició los 16.000 puntos y ahora está en 8.800. La catarsis no ha sido barata.