Inspirándonos en lo que sucedió en 2008 por estas mismas fechas, la semana pasada comentábamos que la fuerte recuperación de las Bolsas en los dos últimos meses tenía que estar llegando a su fin. De momento, parece que ha sido así, tras la bajada de entre el 3% y el 4% de las de EEUU este viernes al constatarse que la Reserva Federal está dispuesta, como lo estuvo en 1980-1982, a dar prioridad a la lucha contra la inflación, pese al riesgo, ya materializado según el criterio más sencillo, de que su economía entre en recesión.
Es el pasado que vuelve, cantaba Carlos Gardel… Siempre vuelve, en parte como repetición estricta y en parte como farsa.
Con sus 95 años Gina Lollobrigida va a ser candidata en las elecciones al Senado que tendrán lugar en Italia el 25 de septiembre. Si el “espíritu de Italia” no ha cambiado mucho, podría resultar elegida. Aunque, como alguna de sus películas, según la clasificación diocesana, “con reparos”.
Nos referimos a ese espíritu ahorrador de los italianos, poco conocido, y que les hace parecerse a gente tan dispar como los japoneses, los alemanes o los chinos.
Contaba Andy Warhol que en una ocasión preguntó a un taxista en Nueva York si había gente tan cicatera como para que le dejara solo unos céntimos de propina. El taxista respondió que no, pero tras hacer memoria recordó que en una ocasión Gina Lollobrigida le había dejado cinco céntimos.
En Italia, gracias a esa propensión al ahorro, los gobiernos pudieron gastar a placer y emitir durante largos años toda la deuda pública que quisieron porque el ahorro interno permitía colocarla sin dificultades, con el resultado de que en la actualidad Italia es el país con el segundo porcentaje de deuda sobre PIB más elevado del planeta, solo después de Japón. La subida reciente de los tipos de interés de largo plazo ha llevado rápidamente a que la prima de riesgo de la deuda italiana sea de 233 puntos básicos (la española se mantiene en 123).
Ahora, al cabo de los años, es el BCE y su programa TPI el que tutela el rumbo de la deuda italiana de la misma manera que un juez ha terminado tutelando, mediante el nombramiento hace dos años de un administrador especial, el patrimonio de Gina.
La subida reciente de los tipos de interés de largo plazo ha llevado rápidamente a que la prima de riesgo de la deuda italiana sea de 233 puntos básicos
En otro país, China, donde la gente, como en España, prefiere materializar su ahorro en vivienda, las dificultades se están acumulando a toda velocidad sin que se le esté prestando la debida atención: hay demasiados problemas en los que fijarse.
Es bien sabido que buena parte del crecimiento económico de todos estos años últimos se ha debido allí al sector de la construcción. Con razón el sector inmobiliario chino representa en la actualidad un valor equivalente a 60 billones (trillion) de dólares.
Eso es más que la valoración de todo el sector inmobiliario de EEUU (también es el doble de lo que en USA representa el valor de las viviendas) y está en una crisis profunda desde hace un año, fecha en que empezaron a aparecer en los medios de comunicación las informaciones sobre la posible quiebra de los gigantes del sector y, fundamentalmente, del mayor de todos ellos: Evergrande.
El sector de la promoción inmobiliaria en China está quebrado.
La deriva de China se parece mucho a la del Japón de los años 80 y a ese parecido dediqué en 2012 un capítulo entero de mi libro “Las dos próximas recesiones” subrayando las dos veces que el sistema bancario chino había sido rescatado de la quiebra en un plazo de diez años (entre 2000 y 2010) por vía de operaciones del tipo de las que aquí se efectuaron a través de la SAREB y del FROB.
Es decir, por vía de liberar a los bancos comerciales y a las cajas de ahorros de sus préstamos de muy dudosa recuperación y de los activos inmobiliarios que tuvieran en sus respectivos balances como fruto de la ejecución de préstamos fallidos avalados con inmuebles hipotecados.
En China se está preparando la tercera operación de rescate de su banca (y el fondo Huarong va a jugar un papel importante en la operación por tercera vez en 20 años) en medio de incontables dificultades, que van desde la política de Covid cero hasta la negativa de numerosos compradores de viviendas no finalizadas ni entregadas a seguir pagando las hipotecas correspondientes, dado que no ven claro que la entrega se vaya a producir de verdad en algún momento.
El problema ahora es quién se va a hacer cargo de las pérdidas, si los compradores de viviendas sin entregar, los promotores inmobiliarios y los bancos, o los gobiernos, tanto central como regionales y locales. El impacto para el resto del mundo se está notando en el bajo crecimiento de la economía china y la consiguiente bajada del precio de los metales industriales.
El problema es quién se va a hacer cargo de las pérdidas, si los compradores de viviendas sin entregar, los promotores inmobiliarios y los bancos, o los gobiernos
China lleva muchos años necesitando un cambio de modelo de crecimiento económico, lo que le haría pasar de primar el sector industrial por encima de cualquier cosa a un sistema en el que el consumo tuviera la importancia que tiene en las economías desarrolladas.
Para eso tiene que permitir que las familias disfruten en mayor medida de los beneficios de un crecimiento tan fuerte. En suma, tiene que dejar que suban los salarios. El que estén reprimidos y la falta de políticas de demanda comparables con las de Europa y EEUU para combatir la Covid-19 es lo que explica en buena parte que la inflación en China esté controlada, a diferencia de lo que sucede en Occidente.
Existe, pues, en la economía china un problema estructural que su gobierno parece, por ahora, incapaz de corregir. Mientras el consumo interno de las familias no mejore, China seguirá teniendo un superávit enorme de su balanza comercial y un exceso de ahorro que tendrá que exportar, bien comprando deuda pública de EEUU (tiene que hacerlo, aunque no quiera, ante la falta de mercados alternativos con el suficiente tamaño y profundidad) bien continuando con sus préstamos a países emergentes, muchos de los cuales se están mostrando irrecuperables (hay que recordar de pasada el daño que la subida de los precios de la energía está provocando en ellos, y es que un país pobre no puede competir en precio con Occidente para que los barcos metaneros se dirijan a sus costas en vez de a las de Alemania o España; Pakistán y Bangladesh, que tuvieron una guerra civil y de independencia para separarse en 1971, están emparejados de nuevo en esta situación dramática de no tener con que energía alimentar su industria).
La perspectiva de que China siga la senda que inició Japón el 1 de enero de 1990 tiene asignada una probabilidad muy alta, lo que, por analogía, debería llevarla al estancamiento económico (algo de eso ya se muestra con el crecimiento que tendrá este año, un tercio de lo que sería normal allí), a la caída de las Bolsas (a los índices chinos les pasa lo que al IBEX 35: aún no ha recuperado su nivel máximo de hace 15 años), a la quiebra de su sistema bancario (un grupo de bancos están negando a los impositores la posibilidad de retirar su dinero, al considerar que lo que tenían era inversión y no depósito bancario; algo así como la versión china de las preferentes emitidas por las cajas de ahorro españolas) y a la necesidad de que el sector público se haga cargo de todo o parte de las pérdidas de sus bancos, igual que sucedió en España con la quiebra de las cajas de ahorro.
Para colmo, China está padeciendo una sequía de una dureza tal que no tiene precedentes registrados comparables, lo que, en algunas regiones, como la de Sichuan, ha llevado a paralizar gran parte de la industria por falta de energía hidroeléctrica (depende de ella al 82%), por falta de agua, o por ambas cosas a la vez.
Lo que viene en China no es, pues, nada agradable, y el ambiente proto-bélico (agudizado por la visita de la presidenta del Congreso de EEUU y por las incursiones de la flota y la aviación China en el espacio aéreo y las aguas territoriales de Taiwán) complica aún más una expectativa económica ya de por sí peligrosa.