La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) ha protagonizado dos momentos estelares y algo contradictorios en este mes de octubre. El día 4 avalaba el cuadro macro presentado por el Gobierno, a partir del cual se elaboran los Presupuestos Generales del Estado (PPGG).
Este aval presupone que dicha institución garantiza que el escenario contemplado por el Gobierno es realista, no solamente en cuanto a las variables reales (una vez descontada la inflación), también en cuanto a las nominales.
Y en este sentido, se afirma: ·El escenario del Gobierno contempla un crecimiento del PIB real del 4,4% en 2022 y del 2,1% en 2023, frente al 1,5% previsto por la AIReF para el año que viene". Es decir, aunque el crecimiento del PIB real para el 2023 varía, a la baja, en casi un 30%.
En cuanto a la inflación, continúa la AIReF: "… el Ejecutivo contempla una leve reducción del deflactor del PIB en 2023 hasta el 3,8%, frente al 4% esperado para 2022, en un escenario de fuerte desaceleración del deflactor del consumo privado. La AIReF, por su parte, estima un deflactor del PIB del 4,3% en 2023".
Por definirlo de manera sencilla, el deflactor del PIB nos indica qué parte del crecimiento económico se debe a la inflación. Que es como medir qué parte de la bolsa de patatas fritas es aire y no patatas fritas.
Lo que dice el Gobierno es que ese crecimiento ficticio se va a reducir especialmente en el ámbito del consumo privado. Y la AIReF cree que, en el 2023, la mejora no va a ser tan intensa. Pero, al avalar este cuado, efectivamente, sanciona el realismo de las previsiones del Gobierno.
Frente a ese "aprobado", el día 18 de octubre, la misma institución criticaba seriamente los Presupuestos Generales del Estado.
De acuerdo con la AIReF, los PPGG "no incorporan medidas por un importe potencialmente elevado que previsiblemente se adoptarán, puesto que el propio Gobierno proyecta para 2023 la persistencia de las circunstancias económicas que las motivaron en 2022".
Además, añade, "no se incorporan las medidas anunciadas una semana después y el Plan Presupuestario enviado a Bruselas incorpora un segundo escenario con más ingresos y gastos que los Presupuestos".
En concreto, en la nota informativa se afirma que "estas carencias, observadas en ejercicios anteriores, se están agravando y restan calidad informativa al Presupuesto, le quitan potencia como herramienta de planificación económica y debilita su función de rendición de cuentas". No es poca cosa.
Las carencias no son nuevas y que debilitan la función de rendición de cuentas del Gobierno
De todo ello, los dos puntos que me llaman más la atención son que las carencias no son nuevas y que debilitan la función de rendición de cuentas del Gobierno. En otras palabras, el Gobierno no hace caso de las recomendaciones recibidas en años anteriores y lo hace porque sabe que no le va a pasar nada.
Algunos economistas denuncian estos problemas en diferentes medios de comunicación y en las redes sociales, pero, como leía a un "reconocido" economista ortodoxo, al fin y al cabo, la AIReF avaló el cuadro macro.
Esa afirmación lleva a confusión. Porque el aval expresamente garantiza que el cuado macro no es irreal, que es posible, que se puede dar. Pero eso no implica que los presupuestos con los que se han de financiar las acciones del Gobierno tengan las bendiciones de la AIReF. También el Banco de España ha sido crítico. No se percibe ningún indicio de que el gobierno vaya a modificar o mejorar sus planes.
¿A qué se puede deber? Probablemente a que sirven a otro objetivo. Llámenme ceniza, pero creo que el motivo es electoral. Al menos en parte, ¿qué explica que estas carencias hayan sido señaladas e ignoradas anteriormente como da a entender la nota de la AIReF? Que, además de electoralismo hay una buena ración de populismo e improvisación.
Uno de los últimos anuncios del Gobierno afianza el estado de perplejidad. El Ejecutivo ha decidido que la reducción en la retención que se les practicará a los contribuyentes llegue a aquellos que cobran hasta 35.200 euros. Eso sí, los contribuyentes favorecidos deberán regularizar su situación y pagar la diferencia en el 2024.
"Diferir los pagos para que parezca que te bajan los impuestos es insultar a los sufridos pagadores de impuestos"
Diferir los pagos para que parezca que te bajan los impuestos es insultar a los sufridos pagadores de impuestos. Si lo unes al mantra cada vez más generalizado, azuzado desde los programas del corazón más bajunos hasta las redes sociales, pasando por personajes de todo tipo, según el cual "un patriota paga impuestos con entusiasmo", tenemos la tormenta perfecta.
Porque la pretendida autoridad moral que te hace sentir culpable si deseas pagar menos impuestos o si cuestionas la eficiencia del gasto del Gobierno, o si te alegras de vivir en Madrid, te impide ver las contradicciones del Ejecutivo de coalición, que no rebaja el número de asesores, ni el gasto superfluo, sino que se sube el sueldo.
Mi diagnóstico es que el único plan del Gobierno es que las próximas elecciones no sean un fracaso estrepitoso. Porque plan para salir de la que nos espera, no hay.
En conversación con tuiteros a los que respeto desde la sana discrepancia, al menos en algunas cosas, uno de ellos afirmaba que hay economistas que tienen un sesgo apocalíptico de serie. Sin duda.
El apocalipsis vende siempre. Pero no podemos ir al otro extremo y justificar todo tipo de optimismo económico. Porque cuando baje la marea en la que vivimos, va a ser muy evidente qué países están preparados y cuáles están desnudos. Y nosotros, lamento decirlo, estamos en el grupo de los nudistas.
Soy la primera a la que le gusta el matiz, el cuidado en el lenguaje, no despertar expectativas erróneas (ni positivas ni negativas). Y, a la vez, creo que es fundamental señalar las veces que haga falta los agujeros en la actuación del Gobierno.
Claro que de tanto decirlo, y al ser siempre los mismos, cansamos. Y, tal vez, se alimenta la disonancia cognitiva de ver el iceberg delante y pedir que los músicos toquen más alto. Siempre queda el "no se podía saber".