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La tribuna

Un mundo inflacionista

15 marzo, 2023 02:29

“El mundo y la economía han cambiado más en los últimos dos años que en las dos últimas décadas”. Con esta afirmación comienzo “Y esto, ¿quién lo paga?” Economía para adultos, (Debate 2023). Si hubiese que señalar el cambio más importante en la economía, éste sería, necesariamente, el regreso de la inflación a la economía global.

Ahora, muchos ciudadanos observan, con preocupación, que los precios suben. Es cierto que, antes y ahora, hay bienes y servicios cuyo precio sube, y otros que bajan. La inflación es la subida, continuada, del nivel general de precios en una economía. Como los precios se expresan en dinero, la inflación es el deterioro de la moneda. Cuando en general los precios suben, y eso es la inflación, entonces lo que ocurre es que disminuye la capacidad de compra de una moneda, que cumple peor su función. Y esta afecta a todos los que utilizan la moneda, es decir, a todo el sistema económico.

Como todo en la vida, la inflación tiene orígenes y causas. Por eso, que la presidenta del BCE, Christine Lagarde, señalase hace unos meses en televisión que la inflación “no venía de ningún sitio” (inflation came pretty much from nowhere) no es una respuesta adecuada ni útil; aunque sólo sea porque si no se sabe cuál es el origen, ni la causa, resulta muy complicado ponerle remedio.

Como la inflación es, fundamentalmente, el deterioro del valor de la moneda se suele decir que la inflación es un problema monetario. Por eso, en el origen de la inflación en Occidente en 2021 y 2022, están los tipos de interés negativos, y, sobre todo, la emisión masiva de dinero por parte de los Bancos Centrales durante la Pandemia. Este aumento del dinero en circulación fue la contrapartida de la compra masiva de activos financieros, fundamentalmente deuda pública, realizada durante la Pandemia.

Esto permitió a los gobiernos financiarse sin problemas, pese a que, cuando se cerró la economía cayeron los ingresos fiscales. Además, se disparó el gasto público para poder mantener rentas en programas como los ERTE.

Como los precios se expresan en dinero, la inflación es el deterioro de la moneda

Esta decisión fue la mejor posible, al menos en mi opinión, pero, como todo en la vida tiene un coste. Lo que se había hecho no era eliminar el coste económico de la Pandemia, sino aplazarlo. En acertada metáfora de mi colega el inspector de Hacienda Pablo Grande, se le dio una patada hacia adelante al balón, hacia un muro, pero la pared estaba mucho más cerca de lo previsto. Este rebote, el coste aplazado de la pandemia llegó mucho antes de lo previsto en forma de inflación, primero, y luego de subida de los tipos de interés para contenerla.

¿Por qué las inyecciones monetarias de 2020, que se extendieron hasta mediados del año pasado, originaron inflación, y las anteriores no? Una parte de la explicación está en las restricciones de oferta de la Pandemia. Hubo, como todos sabemos, problemas en las cadenas de suministro porque la demanda se recuperó antes que la oferta de bienes y servicios, que en algunos casos había sufrido daños estructurales.

Lo cierto es que, si sólo hubiese sido eso, la inflación como se creyeron los bancos centrales, especialmente el BCE, hubiese sido simplemente temporal, y cuando la oferta se hubiese recuperado, hubiésemos vuelto a niveles más normales de inflación.

Había otra cuestión importante, la cantidad de dinero en circulación no había parado de crecer, y lo había hecho muy por encima del crecimiento real de la economía. Si una economía crece, y, por tanto, se incrementa el intercambio de bienes y servicios, necesita más contrapartidas, es decir, más medios de pago.

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Pero el balance del Banco Central Europeo se ha multiplicado por ocho desde 2008, y casi toda la contrapartida del activo son billetes y monedas y depósitos bancarios, es decir, dinero. Simplificando hay ocho veces más euros, pero no somos ocho veces más ricos que en 2008, ni tampoco la economía europea es ocho veces más grande. No se sabe con certeza donde está el límite de la emisión de dinero, ni del crecimiento del crédito, que provoca inflación, pero en algún momento el vaso se rebosa y derrama.

Por supuesto, todo el problema inflacionista se agravó con la ilegal e injustificada invasión de Ucrania por parte de las tropas de Putin. Esto, y las posteriores, y necesarias y justificadas, sanciones nos llevaron a una crisis energética, que siempre supone mayores precios de la energía, es decir, menos crecimiento y más inflación.

Además, todo esto ha coincido con tendencias de fondo inflacionistas. La primera de ellas es el proteccionismo. Los aranceles se han vuelto a poner de moda, y estos impuestos siempre suponen subidas de precios para el consumidor. Además, las subidas arancelarias se han aplicado, incluso con especial fruición a materias primas y productos intermedios, los que suponen mayores costes de fabricación, que luego se trasladan a precios, elevando la presión inflacionista. En esta misma línea, las restricciones al intercambio tecnológico, especialmente con China, que es la “fábrica del mundo” y la segunda economía más grande, llevan a productos tecnológicos más caros.

Además, el mundo envejece y muy pronto alcanzaremos el pico de población mundial. Según un estudio del profesor Jesús Fernández-Villaverde y otros autores, todos los países del mundo (menos el Chad) han iniciado, o están muy avanzados en la transición demográfica desde alta natalidad combinada con alta mortalidad hacia baja natalidad con baja mortalidad. Esto tiene muchísimas repercusiones, pero, entre otras, disminuye la población en edad de trabajar en muchos países, y también la productividad de muchos de esos trabajadores, por la edad. Esto lleva a mayores costes salariales y a menores incrementos de la productividad, que se acaban traduciendo en inflación.

El mundo envejece y muy pronto alcanzaremos el pico de población mundial

Por otra parte, la transición ecológica es necesaria, y en buena medida inevitable, pero tiene un precio. Y ese precio es la inflación energética. La transición ecológica se fundamenta en la internalización masiva del coste de las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero (GEI), que hasta ahora no se pagaban. Esto supone por definición el aumento del precio de la energía consumida, y también el aumento del coste energético en todos los productos y servicios que usan energía, que son prácticamente todos.

En una palabra, la aceleración de la transición energética supone un aumento de las presiones inflacionistas. Además de esta cuestión fundamental, existen otras como tener que cambiar instalaciones y capital que no están amortizadas, pero que se quedan obsoletos porque emiten demasiados GEI. Como señala Pisani-Ferri, la transición ecológica tiene efectos similares a un shock de oferta negativo.

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Es cierto que el progreso tecnológico reduce costes, aumenta la producción, y debería llevar a menores tasas de inflación, junto con un mayor crecimiento. Pero ya no es, ni mucho menos, como hemos visto, el único factor relevante. Esto significa que, para reducir la inflación primero, y posteriormente mantenerla a raya, habrá que tomar medidas anti-inflacionistas. Estas pueden ser monetarias, como subir tipos de interés o reducir la cantidad de dinero en circulación.

También pueden ser fiscales, aumentando impuestos directos o reduciendo el gasto público. Otra alternativa es un pacto de rentas, reduciendo el crecimiento de salarios, pensiones y beneficios (esto segundo es más complicado). Todas estas políticas tienen en común que producen dolor y sacrificio, reduciendo el crecimiento económico. Aunque la alternativa, dejar que una elevada inflación se cronifique es muchísimo peor.

Todas estas cuestiones, y algunas más, se explican en mi segundo libro “Y esto, ¿quién lo paga?” (Debate 2023), que tengo el gusto de presentar en Madrid este miércoles en el Espacio Bertelsmann, junto con la periodista María Vega, y el abogado y profesor universitario, Esaú Alarcón. Están todos los lectores de El Español e Invertia cordialmente invitados.

*** Francisco de la Torre Díaz es economista e inspector de Hacienda.

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