El pasado 8 de abril, difundí en Twitter un gráfico, elaborado por Carlos Sánchez Mato y que adjunto a continuación, en el que se compara el saldo presupuestario del Ayuntamiento de Madrid desde 2015 a 2022, contrastando el amplio superávit de los cuatro años de Manuela Carmena (Ahora Madrid) con el saldo positivo menguante, y finalmente déficit, del mandato de José Luis Martínez-Almeida (PP con Ciudadanos). El texto lo acompañé del siguiente texto: "Una imagen vale más que mil palabras".
Lo que creía que iba a ser un inocente tuit se convirtió en casi viral, con 316.000 visualizaciones, y fue reproducido por varios medios de comunicación. Pero lo más sorprendente fue el debate que originó, algo poco habitual con un gráfico de datos económicos. Muchos comentarios, como era esperable, elogiaban el periodo de Ahora Madrid frente al actual, identificando los superávits como algo positivo y el déficit actual como negativo.
La gracia del gráfico es que, aparentemente, presenta los papeles “cambiados”: con la izquierda hay superávit y, con la derecha, déficit. ¡Qué “cómodo” hubiera sido para todos tener el gráfico al revés! Es decir, “tras un período de despilfarro, derroche de gasto y déficit público de la izquierda, que lleva al Ayuntamiento al borde de la quiebra, llega el saneamiento de las cuentas públicas por parte de la derecha, que saca a Madrid del agujero fiscal y de la ruina socialista”. El problema es que la historia no fue esa, sino la contraria. Y ese hecho es el que provoca la reacción extraña y contradictoria de muchos comentaristas de la derecha, siempre dispuestos a defender a los suyos, hagan lo que hagan, y algunos de la izquierda, una reacción desgraciadamente no tan extraña pero muy preocupante.
Básicamente, lo que decían los críticos de la derecha es que ese gráfico demuestra una mala gestión de la izquierda, que había sido incapaz de “ejecutar el presupuesto”. Esto es un eufemismo para querer decir que no habían gastado lo suficiente. Han sido “incapaces de gastar”. Pero, ¿desde cuándo el gasto público es elogiado por economistas conservadores y liberales y no gastar es objeto de una crítica despiadada?
Estos comentarios resultan divertidos, sobre todo si se contrastan con los que hacen esos mismos opinadores cuando hablan del “déficit público insostenible del Gobierno Sánchez”, “la ruina de España”, justo en la semana en que se ha conocido que la deuda pública de España ha superado los 1,52 billones de euros (es decir, 1.520.000.000.000 euros, que así escrito impresiona más) al terminar febrero de 2023. Por lo visto, si la izquierda consigue un superávit, sea la administración que sea, es “mala gestión”. Y, si incurre en déficit, es “despilfarro”.
Menos chocante, aunque siempre preocupante, es la reacción de esa parte de la izquierda que no cree que el déficit y la deuda sean un problema, siempre que “se gaste bien”. Cualquier control de las cuentas públicas es “austericidio”, va en contra del progreso, y eso de la sostenibilidad es un concepto anticuado, propio de economistas obsoletos o abducidos por el “pensamiento único” neoliberal.
Desconocen que fueron los socialdemócratas nórdicos los que extendieron la idea de la estabilidad de las cuentas públicas a lo largo del ciclo, basada en la solidaridad intergeneracional. Es decir, evitar traspasar a las generaciones futuras una carga de la deuda derivada del disfrute del gasto por las presentes. Que en España tenemos un problema de endeudamiento público es evidente. Que, en algún momento, cuando se terminen los shocks adversos y se reactiven las reglas fiscales, hoy en suspenso, habrá que abordarlo, es indiscutible. Por tanto, cualquier administración que empiece a hacerlo desde ya, debe ser elogiada, no criticada por ello.
"Superávit excesivo"
Para continuar con los comentarios al gráfico, algunos más templados reconocían que es bueno que haya esas cuentas con ese saldo positivo, pero no de esa magnitud. Es decir, han inventado el concepto de “superávit excesivo”, un término desconocido en la literatura, acostumbrada a los procedimientos de “déficits excesivos”. En cualquier caso, un concepto que discutiré más adelante, referido al caso de Madrid.
Otros opinadores señalan que, cuantitativamente, el problema de la deuda no es de los Ayuntamientos, sino del Estado y de las CCAA. Es verdad que la deuda de las corporaciones locales al cierre de 2022 apenas supone el 1,5% del total de la deuda pública de todas las CCAA. Pero eso se ha conseguido precisamente gracias al esfuerzo de los Ayuntamientos en los últimos años. En 2007, último año de la "falsa bonanza”, la deuda municipal supuso el 7,5% del total, por culpa de un gasto faraónico y pese a los ingresos extraordinarios por la burbuja inmobiliaria. Y muchos no queremos volver a esa época. Más que nada, por lo que vino después con la crisis financiera internacional.
Para finalizar los comentarios, algunos observadores, más técnicos, señalan que los Ayuntamientos no hacen política anticíclica. Por tanto, es suficiente con que tengan déficit cero todos los períodos, pero no es necesario que tengan superávit. Esa afirmación es doblemente criticable. La primera, porque muchos Ayuntamientos tienen ingresos extraordinarios en momentos álgidos del ciclo, como en el caso mencionado de la burbuja inmobiliaria y no deberían gastarlos. Y, la segunda, porque los Ayuntamientos muy endeudados tienen que registrar superávit, más allá de su posición cíclica, para reducir su ratio de endeudamiento, pagar los excesos del pasado.
La deuda de los grandes Ayuntamientos
Y eso nos lleva a la pregunta de si el Ayuntamiento de Ahora Madrid tuvo un “superávit excesivo”. En la Tabla 1 presento la deuda (en millones de euros) de los grandes Ayuntamientos españoles desde 2014 a 2022.
En su conjunto, la deuda municipal de las 13 principales ciudades se ha reducido desde los 10.830 millones de 2014 hasta los 5.020 de 2022. Es decir, se ha recortado a menos de la mitad. Pero en este esfuerzo destaca Madrid, que en 2014 tenía casi 6.000 millones de deuda y hoy 1.738. Es decir, ha pasado de representar, el 55% de la deuda de todos los grandes Ayuntamientos (aunque el máximo lo había alcanzado en el período “faraónico”, con 7.700 millones) al 43% del total en 2019, al acabar el periodo de esos amplios superávits de Carmena.
Pero, ¿no sigue siendo muy elevado que una sola ciudad acumule el 43% del total de deuda de todas las grandes ciudades? Visto desde esta perspectiva, si consideramos un período amplio de tiempo y que el punto de partida fueron los excesos del período de Ruiz-Gallardón, el ajuste fiscal de Ahora Madrid, que aceleró el ya iniciado por Ana Botella, no es exagerado. Se limita a pagar sólo una parte de los excesos del período 2004-2011. Por tanto, lo mínimo que podría hacer la derecha madrileña es callar o pasar de puntillas ante estas cifras, antes que hablar de “pésima gestión” o de “superávits excesivos” de Manuela Carmena.
Este esfuerzo de Madrid se ha visto acompañado por el de otras grandes ciudades con gestión responsable, como Alicante, Córdoba, Málaga, Sevilla, Las Palmas, Palma de Mallorca, Valencia y Zaragoza. Por el contrario, Barcelona, Murcia y Valladolid tienen ahora más deuda que en 2014. Alguien puede decir que las cifras en términos absolutos pueden dar una imagen distorsionada del esfuerzo o de los excesos, dado que el tamaño de los municipios no es el mismo, Así, sería lógico que la deuda de Madrid o Barcelona fuera más grande que la de Bilbao o Valencia, que tienen un tamaño menor. Eso es correcto, pero no podemos hacer ratios en términos de PIB, porque no hay datos de PIB municipal. En su defecto, ajustamos por tamaño dividiendo por la población. Y esto es lo que hago en la Tabla 2.
En términos per cápita la deuda en el conjunto de los grandes municipios se ha reducido a la mitad (de 1.081 a 492 euros por habitante). La de Madrid (530 euros por habitante), sigue estando por encima de la media nacional (492 euros), pese a haberla reducido a casi la cuarta parte (desde los 1.875 euros de 2014). Por tanto, el ajuste, aunque muy importante, no ha sido “excesivo”, se ha limitado a converger a la media nacional, pero sin alcanzarla. Ha sido un ajuste razonable o incluso se ha quedado corto, y el último déficit de Almeida ha roto una buena tendencia que debería haber continuado.
Zaragoza es ahora, en términos per cápita, la ciudad más endeudada de España, aunque la ha reducido con respecto a hace ocho años, y Barcelona es la segunda, pero mantiene más o menos las mismas cifras de 2014. Y las siguientes en la lista “negra” son Córdoba, Murcia y Valladolid, que han superado el endeudamiento per cápita de Madrid. La diferencia entre ellas es que la tendencia en Córdoba ha sido la baja, mientras que Murcia y Valladolid han empeorado significativamente y han pasado de estar muy debajo de la media nacional en 2014 a estar por encima. Por el contrario, Alicante, Málaga, Las Palmas, Palma de Mallorca, Sevilla y Valencia han sido las más exitosas.
¿Qué perspectivas hay para 2023? La AIREF (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal) emite en abril de cada año un informe sobre las variaciones que presentan los presupuestos a ejecutar en el año por las AAPP. Además del informe general, emite un informe complementario en el que se realiza un análisis de los 24 principales Ayuntamientos. En el de este año (informe 19/23) sólo prevé que incurran en déficit, resultado de su gestión, los Ayuntamientos de Barcelona, Madrid y Valladolid.
En cuanto al gasto, señala que, desde la suspensión de las reglas fiscales por parte de la CE, primero por la Covid-19 y después por la guerra de Ucrania, el crecimiento acumulado del gasto ha sido del 23% desde 2019 (un 8% anual), lo que ha esfumado el superávit existente ese año hasta el entorno del equilibrio en 2022 y 2023. Todavía no se dispone de información sobre qué parte de este aumento del gasto es coyuntural (por la pandemia y las consecuencias de la guerra) y qué parte es estructural. Pero señala que estas tasas de crecimiento del gasto computable “no resultan sostenibles a corto y medio plazo”. Demoledor.
También recuerda que las instituciones europeas, aunque mantienen esta suspensión de las reglas para 2023, han establecido límites cuantitativos al crecimiento del gasto corriente en España. Y que, de mantenerse este ritmo de crecimiento para 2023, se dificultaría el cumplimiento de esta recomendación. En particular, la AIREF llama la atención, por su aumento de gasto estructural, y exige información adicional detallada a los ayuntamientos de Alicante, Barcelona, Córdoba, Madrid, Palma y Valladolid.
Para concluir, los datos de esfuerzo fiscal de buena parte de los grandes Ayuntamientos, y en particular del de Madrid, desde 2014, se han frenado desde 2019, en parte por el impacto de la pandemia y la guerra de Ucrania. Y, lejos de tratarse de “una mala gestión”, los superávits alcanzados durante el mandato de Ahora Madrid fueron necesarios y razonables. El deterioro de los últimos años, y en particular, el déficit de 2022 del Ayuntamiento de Madrid, no sólo no debe ser motivo de elogio, sino de preocupación. Sobre todo, porque la suspensión de las reglas fiscales no es para siempre, y lo más probable es que se reactiven a partir de 2024.
Estamos en campaña electoral y las promesas de gasto futuro pueden empeorar aún más el panorama fiscal de los Ayuntamientos para los próximos cuatro años. Porque no olvidemos que, por regla general, lo prometido es deuda…. pública.