El pasado martes se publicaron los datos del PMI de industria y servicios. El PMI son las siglas de Purchasing Manager Index, en inglés. Se obtiene a partir de la información acerca de las compras realizadas, a partir de encuestas realizadas a los responsables de compras de empresas manufactureras o de servicios. Representa, más o menos, la tendencia de la actividad en el sector correspondiente.

Es decir, si la actividad va a más o a menos. Si el PMI supera 50 puntos, hay expansión, y si es menor de 50 nos encaminamos a una contracción. Este índice es importante porque anticipa la evolución del sector y esa información es relevante tanto para analistas como para inversores.

En España, el PMI industrial es de 46,5. No es eso lo que más me preocupa. Otros países de la zona tienen un índice por debajo de 50. Lo que me preocupa es la tendencia: lleva cinco meses de bajadas acumuladas.

El PMI de España lleva cinco meses de bajadas acumuladas

Porque si la actividad manufacturera bajó debido a causas externas pero se va recuperando, incluso si es muy poco a poco, bien está. Pero que lleve cinco meses reduciéndose, mientras el Gobierno, por razones electorales o cualquier otro motivo, alardea de lo fantásticamente bien que nos va, y los palmeros habituales se ofenden porque no estamos lo suficientemente agradecidos a Pedro Sánchez por su encomiable gestión económica, es un despropósito.

El dato no alcanzó las estimaciones del mercado de 48,8. Lo mismo puede decirse del PMI del sector servicios, que ha bajado hasta 49,3 desde el valor anterior de 52,8 puntos.

De acuerdo con los analistas, el deterioro de la actividad fabril se considera fruto del debilitamiento de la demanda, tanto exterior como interior. De acuerdo con los analistas, lo que indica esta tendencia es que los nuevos pedidos se contrajeron a uno de los ritmos más acusados desde el estallido del Covid-19. También se acentuó la reducción de los volúmenes de producción y de la actividad de compra. Así que la economía se contrae.

Una contracción económica no es una recesión. La primera es coyuntural y momentánea. La segunda, aunque no es estructural, es persistente en el medio plazo.
La mejora en el empleo, que siempre es una buena noticia, se ve, sin embargo, cuestionada por los cambios en las definiciones y criterios del Gobierno que han llevado a preocupar seriamente a los analistas internacionales. La definición de precariedad en función de los contratos temporales ha permitido que, al denominar de otra manera a quienes siguen estando en una situación de inestabilidad, se camufla pero no se elimina esa precariedad.

Inflación

La inflación se ha suavizado y eso es una buena noticia. Otra cosa es que el ritmo al que se está corrigiendo sea adecuado y que la subyacente, que escuece tanto en los bolsillos de la clase media trabajadora, siga muy alta.

Confieso que soy una optimista liberal que tiene fe en las personas, en que hemos sobrevivido a cosas peores y estoy convencida de que el ser humano despliega su ingenio y su coraje cuando hace falta.

Por supuesto, en el transitar por el camino de la supervivencia a nuestros propios estropicios, unos se quedan y otros siguen, y no necesariamente los ricos se mantienen y los pobres no. Los más capaces de adaptarse son los que abren ruta. Eso depende de muchos factores: visión, actitud, ganas, capacidad para cambiar de piel, aprendizaje.

Pero, para que todo ello suceda, no cabe el parcheo de datos, el maquillaje y las maniobras orquestales en la oscuridad para que parezca lo que no es.

Clase media

Y, si es cierto que los datos se pueden malinterpretar para favorecer a unos o a otros, y que todos caen en ello, también lo es que la contracción nos va a afectar a todos y que la clase media española se está disolviendo.

No negaré que existen sesgos, como el de confirmación, que es nuestra tendencia a buscar o interpretar información que respalde nuestras creencias, expectativas o hipótesis preexistentes. Y hablo en primera persona.

Pero también creo que es necesario reconocer que estamos en un momento en el que debería primar la prudencia frente a la grandilocuencia y la resolución de los problemas económicos frente a los conflictos de los partidos políticos. Y, sobre todo, es imprescindible recordar que no hay salvadores de la economía: ningún partido per se tiene la llave de nuestra salvación económica. Es un problema de más calado que requiere de medidas económicas serias, realistas, y seguramente, duras. Entre otras cosas, porque a los factores externos e imponderables, como la pandemia y sus consecuencias, se le unen malas prácticas por parte de los gestores económicos.

Se ha derrochado mucho dinero en temas a los que se les ha dado una importancia extraordinaria, cuando eran meros marcadores de poder, gestos que señalaban quién marca la agenda. Y ahí, se llevan la palma los socios podemitas del PSOE.

Puigdemont

En el mismo día que se anunciaron los datos del PMI manufacturero y de servicios, el fugado Puigdemont, tras reunirse con la vicepresidenta del gobierno, que iba como líder de su partido, Sumar, pero en el Falcon oficial del Gobierno, pagado por todos los españoles, daba una rueda de prensa exponiendo sus condiciones para que Junts le dé su apoyo a Sánchez.

Además de la aberración política y el derechazo al Estado de Derecho, habría que calcular el coste en euros. Porque hay que recordar que se ha hablado, por ejemplo, de la condonación de la deuda de Cataluña, pateando a las comunidades autónomas que se comportan mejor, y sobre los riñones de los españoles que vamos a compensar ese desajuste.

No parece que estas fiestas se compadezcan con la situación de contracción económica que estamos viviendo. Parecería más lógico analizar cómo favorecer el despegue económico de nuestras empresas, la consolidación de los empleos, y, sin duda, promover el ahorro y la inversión de nuestros jóvenes, que se van a quedar sin sistema de pensiones en menos que canta un gallo. De los Fondos Europeos hablamos otro día.