Lo he puesto en interrogación por prudencia, pero, en mi opinión, la debilidad bursátil que estamos viviendo estas semanas se debe más a que el bono estadounidense a 10 años supere el 5% de tipo de interés, que a la guerra en Oriente medio.

De hecho, los “indicadores del miedo” relacionados con un conflicto en Oriente próximo no se han movido tanto. Si el riesgo es la interrupción en el flujo de petróleo, la subida del precio del crudo ha sido muy moderada: un 6%.

Y está por debajo de dónde cotizaba a finales de septiembre, cuando el Brent estaba en 96 dólares por barril (ahora está en 92 dólares). Y si lo que se teme es algo tan grave como entrar en guerra con Irán, la subida del oro también resulta modesta (del 7%). Y viene de haber bajado previamente en meses anteriores. En cuanto al dólar, casi no se ha movido, cuándo es el primer indicador de búsqueda de refugio.

El presidente de la Fed ha dicho que no ve necesidad de seguir subiendo los tipos de interés

Que bajara el precio del bono (el precio baja cuando sube el tipo de interés) cuando la inflación aumentaba y la expectativa era de fuertes subidas de tipos por parte de la Fed, tenía toda su lógica. Pero es que ahora la inflación está bajando. Y el presidente de la Reserva Federal ha dicho que no ve necesidad de seguir subiendo los tipos de interés, entre otras cosas porque la subida de tipos en los bonos de medio y largo plazo ya les hace el trabajo “sucio”.

Piensen ustedes que el tipo de interés de todos los créditos de medio y largo plazo, ya sean para comprar un coche, una lavadora o un ordenador, se establece en función de lo que haga el mercado de bonos. Y lo mismo los créditos hipotecarios. Por eso, quien pide ahora una hipoteca en Estados Unidos paga el nivel más alto en dos décadas. Todo eso ayuda a que se reduzca el consumo, que es lo que pretende la Fed (para que se enfríe la inflación).

Por lo tanto empieza a haber serias dudas -el mismo Powell las ha expresado- de que la debilidad del bono tenga que ver con la inflación, lo que nos lleva a una conclusión bastante más preocupante: que el motivo sea el exceso de deuda.

La administración Biden ha entrado en un descontrol de gasto que ha llevado la deuda estadounidense a superar los 33,5 billones de dólares (trillones en términos anglosajones). Para que se hagan una idea, en 2005 era de aproximadamente 7 billones. Y el déficit del país se acerca peligrosamente al 6% (se considera razonable entre un 2% y un 3%). Todo lo “arreglan” poniendo dinero. Pero ese dinero se consigue endeudando al país.

La administración Biden ha entrado en un descontrol de gasto que ha llevado la deuda de EEUU a superar los 33,5 billones 

Y lo que es peor: si Estados Unidos va a tener que financiar dos guerras al mismo tiempo (Ucrania e Israel), al descontrol existente se añade una nueva e importante fuente de gasto.

Desde ese punto de vista tiene toda su lógica que la financiación les resulte cada vez más cara. A más endeudado estás, más te pide el banco a cambio de prestarte dinero. Y un bono estadounidense es un préstamo del mercado a Estados Unidos.

Pero lo más inquietante es que esa caída del precio en el bono norteamericano no solo esté reflejando una situación puntual, sino que refleje el temor a una crisis de deuda.

Una crisis de deuda se produce cuando los inversores pierden la confianza en la deuda que emite un país. Como la crisis del euro, consecuencia del exceso de gasto en el sur de Europa. Tuvo que salir Mario Draghi a decir que el BCE estaba dispuesto a hacer “lo que hiciera falta”.

Una crisis de deuda se produce cuando los inversores pierden la confianza en la deuda que emite un país

Ahora, y de acuerdo con la teoría del temor al exceso de deuda, lo que estaría cotizando en el mercado de bonos son los excesos de Donald Trump y Joseph Biden (Europa hace lo mismo, pero de eso hablaremos otro día). Especialmente de Biden, que apretó el acelerador justo cuando lo que tendría que haber hecho es levantar el pie, dada la deuda y el nivel de déficit acumulados cuando llegó a la presidencia.

La clave está en saber distinguir si estamos ante un repunte temporal del tipo de interés de los bonos a medio y largo plazo -que se podría solucionar por el propio crecimiento de la economía USA, o porque una nueva administración detenga la sangría de gasto-, o si estamos ante una muestra de desconfianza, como la que llevó a la agencia Fitch a recortar la calificación crediticia de Estados Unidos.

Y, sobre todo, si se quedará en que a Estados Unidos el crédito les saldrá más caro (y al resto del mundo, que tiene que competir con ellos), o si veremos más episodios de desconfianza.

Si estamos ante un repunte temporal de los tipos de interés de los bonos, entonces estaríamos ante una gran oportunidad de compra en renta fija estadounidense, como muestra el tipo de interés real del bono (tipo de mercado del bono menos inflación), que se encuentra a un nivel que no se veía desde hace más de 20 años. Y viniendo como venimos, de tipos de interés reales negativos (desde 2010 hasta 2022).

Y un 5% sería un tipo de interés alto, pero relativamente normal para la primera economía del mundo (si tomamos un periodo de cálculo amplio, por ejemplo 50 años). Estados Unidos ha sido capaz de crecer sin ningún problema con ese tipo de interés.

Por el contrario, si estamos ante el primer síntoma de una crisis de deuda, lo que hay que hacer es prepararse no sólo para proteger nuestros ahorros, sino buscar inversiones que se beneficien de esa posible crisis.

Un 5% sería un tipo de interés alto, pero relativamente normal para la primera economía del mundo

Esto implica no solo saber cuáles son los activos financieros que funcionan bien en ese entorno, sino también trabajar con entidades financieras -plataformas, que se les llama ahora- con una muy amplia oferta de fondos de inversión.

Y, mejor todavía, que tengan acceso a ETFs, porque, si llegáramos a una crisis de deuda, vamos a necesitar tener a mano todos los activos financieros posibles. Incluida probablemente alguna moneda digital que haya abandonado el estatus de ficha de casino y se haya convertido en un activo de inversión mínimamente serio.

***Víctor Alvargonzález es socio fundador de la empresa de asesoramiento financiero independiente Nextep Finance.