Joe Biden y Benjamín Netanyahu

Joe Biden y Benjamín Netanyahu Europa Press

La tribuna

La guerra entre Israel y Hamás, una vuelta a los 70

25 octubre, 2023 02:21

Acaban de cumplirse 50 años de la guerra del Yom Kippur y parece que la historia se repite. La diferencia es que en aquel entonces Israel tenía cerca de 3 millones de habitantes y hoy tiene 9 millones. Además, su renta per cápita era de 3.400 dólares y, a día de hoy, alcanza los 55.000 dólares. 

Si se compara con otros países europeos, su renta per cápita es superior a la de España (30.000 dólares) y a la de Francia (40.000 dólares) y se aproxima a la de Alemania (58.000 dólares). Es decir, que Israel ha emergido como una potencia económica gracias a la modernidad imperante en su sociedad. De hecho, tiene un PIB superior a la suma de los de Egipto, Siria, Líbano y Jordania juntos. 

¿Esto qué significa? Que es una nación más rica que la suma de todos los Estados con los que tiene frontera. Además, su fuerza militar en términos de modernidad y equipamiento es muy superior a la de todos los países mencionados. 

La cosa cambia si a la ecuación le sumamos Irán, que es la gran potencia de la región. Y ahí es donde radica el peligro de la escalada de la guerra. En que la capacidad económica y militar iraní es superior a la de otros Estados en la región. 

Además, en el contexto actual de guerra, conviene no olvidar que Israel se fundó -en buena medida- como consecuencia del trauma del holocausto en la  Segunda Guerra Mundial. Algo que todavía está muy presente en la mentalidad israelí. Eso es lo que hace que todos pensemos que el primer ministro Netanyahu va a actuar con gran contundencia contra Hamás. 

Su fuerza militar en términos de modernidad y equipamiento es muy superior a la de todos los países mencionados

En este punto es donde radica una de las cuestiones clave de todo este asunto. ¿Podrá Israel atacar a Hamás sin infligir un gran castigo que provoque cientos de bajas civiles en la parte palestina de Gaza? ¿Podrá hacerlo sin que el combate con los terroristas provoque cientos o miles de bajas en el ejército israelí? La respuesta a ambas es no. Y eso también es lo que hace que esta guerra pueda contagiarse de forma rápida a países próximos como Irán. Ya sea directa o indirectamente. 

Si esto ocurriera, el cierre -aunque fuera temporal- del estrecho de Ormuz haría que fuera innavegable.Y eso se traduciría en un aumento del precio del barril de crudo al entorno de los 150 ó 200 dólares. 

Echando la vista atrás podemos ver cómo, en 1973, los Estados Unidos producían nueve millones de barriles de crudo al día mientras que consumían seis millones. A día de hoy produce 12 millones diarios pero consume 18 millones. Es decir, que ha pasado de lograr unas reservas de tres millones a una necesidad de importación de seis millones de barriles al día. Si eso ocurre en el mercado estadounidense, no imaginemos lo que sucede en Japón, la Unión Europea o China. 

A la vista de estos datos, un estrangulamiento de la oferta petrolera (mediante recortes de producción o el cierre de Ormuz) tendría consecuencias mucho más graves que las que tuvo hace 50 años. Mucho más si se tiene en cuenta que, en estos momentos, hay grandes restricciones por la guerra de Ucrania que impiden la compra de crudo ruso. 

De darse esta circunstancia, estaríamos ante un shock de oferta. Es algo que existiría, incluso, si el Gobierno de Estados Unidos lograra una salida rápida al problema de las sanciones de Venezuela. Es algo que ya se está intentando, porque la necesidad aprieta. Se está haciendo a través de negociaciones a marchas forzadas con el Gobierno de Caracas y a cambio de unas mínimas garantías democráticas en las próximas elecciones presidenciales. 

Un estrangulamiento de la oferta petrolera tendría consecuencias mucho más graves que las que tuvo hace 50 años

Sin embargo, esta solución no será suficiente para evitar los problemas a corto plazo. La puesta en producción de hasta 3 millones de barriles adicionales en Venezuela va a tardar meses. Y justo eso es lo que no tenemos: tiempo. 

Por tanto, se puede afirmar que la probabilidad de una crisis económica de los principales países industrializados y del resto de países no petroleros ha aumentado enormemente. Estaríamos ante el retorno de los años 70. Es decir, de la estanflación. Crecimientos bajos o decrecimientos unidos a altos niveles de inflación. 

Habrá también un aumento del déficit público para financiar la guerra; incrementos de precios por el shock de oferta de la energía; un aumento de los tipos de interés todavía mayor que provocará la quiebra de las compañías y hogares más endeudados, etc. 

Será una repetición de los años 70, aunque probablemente agravada por la fragmentación entre bloques que se está conformando: Rusia-China vs EEUU, UE y Japón con algunos países neutrales como son la India o Brasil. Una fragmentación que equivale a desglobalización. O, lo que es lo mismo, más motivos para que suba la inflación. 

Como contrapeso estaría el aumento de la productividad provocada por la inteligencia artificial. Sin embargo, esto requiere más tiempo y el problema lo tenemos a corto y medio plazo. Eso suponiendo que pueda existir una negociación exitosa entre las partes para que haya una convivencia pacífica entre Israel y Palestina. Sin embargo, a corto plazo, la fuerza de la destrucción de la guerra se ve venir a paso ligero. 

¿Y qué se atisba? La situación contraria al crecimiento económico que siempre acompaña a los períodos de paz entre sociedades distintas. El llamado ‘dividendo de paz’ ya no existe, porque los recursos del mundo desarrollado se van a ir destinando a la construcción de armamento y energía en lugar de a pagar sanidad y educación. 

Estamos ante la situación más grave en los últimos cincuenta años. No sólo por la confluencia de dos guerras, también por la fragmentación entre bloques y la forma en la que todo esto interacciona entre sí. Lo hace de una manera perversa, porque una guerra afecta directamente al corazón de la otra. 

Los flujos de riqueza económica se trasladan de la población, del consumo, a la producción de armamento y seguridad. Es decir, se detraen recursos creadores de renta disponibles en la población para redirigirlo a capacidad militar. 

Eso es un problema, porque cualquier gran potencia está expuesta a lo que se ha llamado la sobreexposición a las guerras y conflictos. Así cayó el imperio romano y se aplica a todos los bloques y naciones. 

Esperemos que los grandes problemas que se avecinan nos traigan grandes soluciones porque, de lo contrario, el futuro próximo será catastrófico. 

***José María Ollé Curiel es economista.

Imagen de bonos estadounidenses sobre billetes de 100 dólares.

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