El cabreo del mundo del campo también ha llegado a España y la pasada semana han cortado el tráfico en numerosas ciudades y carreteras.
Desde 2007 España se ha convertido en un país low cost, pues 12 millones de los 20 millones de contribuyentes que declaran en el impuesto sobre la renta ganan menos de 20.000 euros anuales, tienen una vida precaria y muchos de esos trabajadores viven en zonas rurales, trabajan en la agricultura, la ganadería o la pesca y el cabreo está justificado. Pero el descontento y la indignación, como aprendimos con el 15M, no es condición suficiente para resolver los problemas.
Muchas de las peticiones de los agricultores tienen sentido. Yo soy nieto de agricultor y si mi abuelo, después de deslomarse trabajando todo el día en el campo, tuviera que registrar las horas y lo que ha hecho en una página web porque algún burócrata iluminado de Bruselas y/o del Ministerio de Agricultura se lo obliga también estaría manifestándose.
Si mi abuelo supiera que a los agricultores españoles se les exige la regulación ambiental más estricta del planeta y que sus competidores internacionales no la cumplen y pueden vender sus productos más baratos también estaría manifestándose.
Cuando yo era niño me pasaba todo el verano en el pueblo y admiraba a mi abuelo. Mi abuelo se quedó huérfano a los 11 años, fue un hombre hecho a sí mismo y tuvo un enorme mérito lo que consiguió, pudo educar a mi madre, que vino a Madrid a trabajar y gracias a eso nuestra generación disfruta hoy de una renta por habitante diez veces superior a la suya.
Hoy le diría a mi abuelo que tenía que tener muchas más hectáreas para cubrir los costes fijos que conlleva una explotación agrícola
Pero hoy el niño ha estudiado economía y le habría dicho a mi abuelo que su modelo de negocio era muy ineficiente y muy poco productivo. Mi abuelo gestionaba sólo 20 hectáreas, 12 en alquiler y 8 en propiedad, y el mayor terreno que tenía era de 11. Sembraba normalmente cebada, que se pagaba muy mal, y la ponía en la era del pueblo después de la cosecha confiando en que algún camionero entrara en el pueblo para comprársela.
Yo hoy le diría a mi abuelo que tenía que tener muchas más hectáreas para cubrir los costes fijos que conlleva una explotación agrícola, que tendría que buscar otro cultivo que se pagará mejor con un ciclo de producción más corto para poder hacer más cosechas, que buscara terrenos con acceso a regadío, que usará el big data y la inteligencia artificial, que aprovechara los fondos europeos para ponerse placas fotovoltaicas y reducir el coste energético de ese regadío.
Que buscara mejores canales de comercialización eliminando comisiones de intermediarios para llegar a la empresa industrial o al supermercado directamente. Le diría que añadiera más valor al producto con una capa industrial y de diseño.
Uno de los mejores amigos de mi abuelo era Casito, el carnicero del pueblo. Casito hacía unas morcillas de cebolla espectaculares, tenía una tienda en el pueblo y una furgoneta para vender por las pedanías cercanas.
Los hijos de Casito continuaron el negocio familiar, siguen viviendo en el pueblo, pero han puesto en práctica los consejos que yo le habría dado a mi abuelo hoy. Morcillas de Villada hoy es una marca con mucho prestigio que vende en las mejores tiendas gourmet y en los mejores restaurantes de toda España y ya se están planteando internacionalizarse. Ha innovado y vende la morcilla sin piel en tarros de vidrio al vacío o en tubos de aluminio y pueden durar varios años antes de consumirse.
El campo español necesita un plan de reestructuración como sucedió con los astilleros y la siderurgia en los años ochenta. Muchos agricultores son mayores, no tienen relevo y hay que facilitarse la jubilación digna.
El sector agrícola español tiene una productividad por trabajador el doble que el promedio europeo y cuatro veces mayor que la de Marruecos y el Norte de África
El sector agrícola español tiene una productividad por trabajador el doble que el promedio europeo y cuatro veces mayor que la de Marruecos y el Norte de África. Pero es dual, hay empresas y cooperativas extremamente eficientes, como la de las cerezas del Jerte, el mayor productor de frutas de hueso de Europa, que conviven con pequeños minifundios y cooperativas muy ineficientes.
Que los agricultores culpen a la Agenda 2030 y la fotovoltaica de sus problemas demuestra su error de diagnóstico y sin un diagnóstico acertado es imposible salir de una crisis, por muy cabreado que estés.
El 80% de la inversión energética mundial es en renovables, la mayor parte es privada y sin subvenciones. China no tiene Agenda 2030 y es el país que más invierte en renovables. Los inversores ponen placas fotovoltaicas porque es la forma más barata de producir electricidad. Las placas sólo van a ocupar el 1% del territorio europeo y español y son 100% compatibles con la agricultura y la ganadería.
España tiene por primera vez en 300 años la energía más abundante y barata de Europa por sus excelentes condiciones de sol y viento. Eso permitiría atraer deslocalización industrial si Red Eléctrica estuviera bien gestionada y el Gobierno hiciera una regulación segura y previsible y eliminara burocracia para que las empresas eléctricas desarrollaran redes para conectar a esas industrias a la red de alta tensión. Eso generaría cientos de miles de empleos con buenos salarios para pagar las pensiones que cobrarán los agricultores y de nuestro mundo rural muy envejecido.
Que muchos agricultores y los que los dirigen estén contra las renovables es como si se ponen a escupir en el campo, con el viento en contra.
***José Carlos Díez es profesor de economía de la Universidad de Alcalá.