Las lecciones aprendidas del Brexit en un año político decisivo para la UE
En un año político determinante para el devenir de los europeos en las urnas, conviene rescatar las lecciones económicas y sociales aprendidas del Brexit frente al auge de la extrema derecha y su sed de independencia como receta milagrosa en destacados países de la Unión.
Hace unas semanas se cumplía el cuarto aniversario de la salida efectiva de Reino Unido de la Unión Europea. Tras la histórica activación del artículo 50 del Tratado de Lisboa y el viacrucis de las negociaciones posteriores (cuyos resultados se concretan en el acuerdo de Retirada de Reino Unido de la UE), el 31 de enero de 2020 trascendió a los anales de la historia como la fecha en que Reino Unido abandona definitivamente el bloque comunitario y pone fin a 47 años de tortuosa relación.
El Brexit es probablemente una de las efemérides que ha retenido mayor protagonismo político, económico y mediático de las últimas décadas. Desde los prolegómenos del proyecto europeo, la máxima de la integración ha sido siempre, explícita o implícitamente, una constante. Sin embargo, el Brexit contraviene, por primera vez, dicha máxima y, por tanto, las virtudes de ser europeo y el interés asociado a Europa como motor de crecimiento, progreso y desarrollo.
Este hecho singular hunde necesariamente sus raíces en el contexto político, económico y social de aquel momento. El efecto arrastre de las consecuencias de la gran crisis económica y financiera de 2008, ejemplificado en la fractura del contrato social, las enormes cotas de desigualdad y el desempleo juvenil, así como la respuesta descoordinada a la avalancha de los flujos migratorios son, sin duda, algunas de las razones que forjaron la puerta de entrada para “los jinetes del apocalipsis”, aupados en aquel momento por la narrativa euroescéptica y la maquinaria de desinformación bien engresada del UKIP de Nigel Farage (hoy un paria en la vida política británica, pero cuyo legado marcará durante décadas el devenir del país).
En el contexto actual, la avalancha de seísmos recientes (pandemia, invasión rusa de Ucrania, guerra e inestabilidad creciente en Oriente Medio...) y las consecuencias asociadas (crisis energética, alimentaria y de suministros, inflación galopante, hostiles condiciones financieras...) dibujan algunos paralelismos con el escenario del 2016, año del referéndum británico. Una situación a la que se añade los efectos de la política industrial y de transición energética y climática de la UE que, como cualquier otro período de transformación, impacta asimétricamente a distintos sectores.
Es el caso del debate sobre el campo y la guerra contra el uso de los pesticidas, tan presente estos días, que ha desatado la ira de los agricultores en toda Europa. Un caldo de cultivo perfecto que ha sido sibilinamente aprovechado por los líderes y las fuerzas más extremistas y eurófobas en destacados países europeos para reimpulsar sus proclamas ideológicas y azuzar el rechazo social hacia el proyecto y la gestión comunitarias.
El Brexit es probablemente una de las efemérides que ha retenido mayor protagonismo político, económico y mediático de las últimas décadas
La Agrupación Nacional de Jordan Bardella y Marine Le-Pen en Francia (segunda fuerza política de la Asamblea Nacional), Fratelli d’Italia con Georgia Meloni al frente de la tercera economía de eurozona, Geert Wilders y su Partido por la Libertad (fuerza más votada en las elecciones generales del pasado noviembre en Países Bajos), Alice Weidel, líder de la pujante ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), o incluso Vox en España (tercer grupo parlamentario del Congreso de los Diputados).
Son los principales exponentes de esa batería de líderes y formaciones que aspiran a capitalizar el descontento social con un paso decidido hacia la desintegración o hacia una transformación estructural de las prioridades y objetivos de la agenda europea. Tampoco la posible reelección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos en noviembre de este mismo año arroja un escenario muy halagüeño.
Ante esta situación, la pregunta que cabe plantearse es sencilla: ¿Habría sido mejor la solución y la respuesta frente a los retos presentes y futuros fuera de la UE? Miremos a la única evidencia empírica: ¿acaso ha sido el Brexit la cura de todos los males de la población británica? Cuatro años después podemos decir, sin titubeos ni cortapisas, que el resultado ha sido absolutamente pírrico.
Según estimaciones de Bloomberg, la salida de la UE le está costando a la economía británica unos 114.000 millones de euros al año y se estima que su impacto en hogares, empresas e industrias ha sido sensiblemente superior al de la pandemia. Además, el comercio entre Londres y Bruselas se ha reducido en torno a un 15%.
Asimismo, según una encuesta de las Cámaras de Comercio británicas, el 77% de las empresas admiten que el acuerdo comercial del Brexit no les ha ayudado a expandir su negocio. El nivel de inflación, por su parte, se mantuvo en 2023 como el más alto de los últimos 40 años, según apunta el Banco de Inglaterra.
Según estimaciones de Bloomberg, la salida de la UE le está costando a la economía británica unos 114.000 millones de euros al año
En lo tocante al mercado laboral, se calcula que el divorcio ha provocado un déficit de más de 330.000 trabajadores para el Reino Unido, con un impacto notable en sectores como la agricultura, el transporte o el almacenamiento, además de la saturación del Sistema Nacional de Salud por la falta de médicos en determinadas especialidades.
Así las cosas, la evaluación popular es demoledora: uno de cada cinco votantes británicos que votaron a favor de la salida de la UE hoy se arrepienten de su decisión y más del 65% cree que muchos de los retos globales actuales se habrían enfrentado con más solidez dentro del bloque comunitario, según las últimas encuestas.
Atravesamos tiempos convulsos marcados por retos y desafíos imponentes. Las soluciones sencillas nunca casaron bien con los problemas complejos en un mundo cada vez más volátil.
En un año decisivo para el devenir de la Unión Europea, con elecciones al Parlamento previstas del 6 al 9 de junio, en las que, de acuerdo con las últimas encuestas, las fuerzas antieuropeas podrían convertirse en el tercer grupo político más importante de la Eurocámara, es momento de poner a los electores frente al espejo y recordar las lecciones económicas y sociales aprendidas del Brexit.
*** Alberto Cuena es periodista especializado en asuntos económicos y Unión Europea.