Von der Leyen y la UE, ante su prueba más difícil
De los resultados de las elecciones europeas pueden extraerse al menos tres conclusiones. Una se deduce de la baja participación: los españoles (y en general los europeos) todavía no hemos interiorizado la importancia del papel que desempeñará la UE en los siguientes cinco años. La participación en estas elecciones se situó en torno al 50%, mostrando una ligera mejora respecto a 2019, pero aún refleja un desinterés significativo. El mensaje europeísta como garante de la prosperidad, derechos y seguridad no ha calado como solución a los problemas de los estados nacionales dentro de la Unión Europea.
La segunda conclusión es que la derecha nacionalista y populista ha ganado mucho terreno, en parte debido a factores como la inmigración y el impacto del Pacto Verde sobre los ciudadanos. Este crecimiento ha sido a costa de una pérdida significativa de apoyo para los grupos centristas y de los verdes.
Por último, el centro y con ello la alianza entre socialistas, liberales y conservadores se mantiene como la principal fuerza política por encima de los extremos de izquierda y derecha, y tendrían el apoyo suficiente para revalidar un segundo mandato de Von der Leyen. El grupo socialista europeo se mantiene estable, pero a mucha distancia de la centroderecha europea. La moderación y el cambio en el discurso de la centroderecha europea para evitar una mayor fuga de votos hacia la derecha populista consolidan su posición como principal fuerza en el Parlamento Europeo.
En este contexto, el papel central lo ocupará el Partido Popular Europeo (PPE), el mayoritario, con Ursula von der Leyen al frente. Su confirmación como presidenta de la Comisión Europea aún depende del apoyo tanto del Parlamento Europeo como del Consejo, lo cual no será tan sencillo como en su primer mandato.
Durante los cinco años de su mandato, la UE ha sufrido un deterioro político acelerado debido a la radicalización de posturas, el incremento de posiciones identitarias y el auge de las derechas nacionalistas y populistas, muchas de ellas anti-UE. Problemas como la inmigración ilegal, las medidas para combatir el cambio climático y las políticas económicas para proteger la industria europea frente a los gigantes asiáticos y estadounidenses están sobre la mesa.
¿Y ahora qué?
El reto del PPE y Von der Leyen ahora es analizar cuidadosamente a qué socios elegir para seguir encontrando soluciones conjuntas a problemas complejos y urgentes. No es uno menor: de esta elección y las razones que la motiven dependerá el resto de la legislatura y marcará durante los próximos cinco años el futuro de la UE.
Una posibilidad con alta probabilidad es la renovación de la gran coalición actual con el Partido Popular Europeo (PPE), socialdemócratas (SD), liberales (Renew) y el apoyo puntual de los Verdes.
Otra opción es buscar una nueva vía incluyendo a los Reformistas y Conservadores Europeos (ECR), donde se encuentra VOX. Sin embargo, actualmente la atención está centrada en los acuerdos potenciales con los partidos a la derecha del PPE, como ECR y, de forma más difícil, con Identidad y Democracia (ID), donde se encuentra Marine Le Pen.
Giorgia Meloni, primera ministra italiana, ha conseguido un resultado excepcional en Italia con casi un 30% de votos. Actualmente es la líder dentro del grupo de ECR y ha recibido alabanzas de Von der Leyen y del PPE por su apoyo a Ucrania y a la OTAN, a pesar de sus diferencias con la Agenda Verde y las políticas sociales de la UE.
En paralelo, Le Pen busca la unión de ECR –fundado en 2009 por David Cameron– con ID, un movimiento complicado porque obligaría a compartir protagonismo a la líder italiana con la francesa, algo que no interesa a Meloni y que no es bien visto por Ursula von der Leyen. Además, exigiría buscar un complejo acuerdo programático entre partidos políticos diferentes: algunos de los integrantes de ID apoyan a Putin frente a Ucrania y abogan por volver a una Europa de naciones, lo que le quitaría gran peso geopolítico a la UE en un mundo globalizado.
Un camino lleno de obstáculos
El próximo 27 de junio será un día clave para continuar entendiendo qué pasará en Europa, ya que el Consejo de la Unión Europea con los líderes nacionales de cada país comenzará a desvelar más sobre los posibles apoyos y grupos de coalición para este mandato.
Pedro Sánchez no solo ha obtenido un buen resultado en España, sino que además su partido se ha convertido en la delegación socialista más importante de Europa, superando a los alemanes. Esto refuerza su posición tanto dentro del Consejo de Europa como dentro del Parlamento Europeo y le otorga un papel clave en su apoyo a Ursula von der Leyen.
Sin embargo, el hecho de que Macron haya salido muy debilitado de estas elecciones europeas y haya convocado elecciones añade complejidad a la validación por parte del Consejo a Von der Leyen. Por lo que aún queda un largo recorrido para determinar la dirección política de la UE.
La UE y sus problemas endémicos
Si Von der Leyen fuera respaldada por sus socios preferentes, se enfrenta a problemas endémicos como la falta de empresas y bancos que puedan ser líderes en el continente, es decir, que tengan tamaño y peso específico para competir con los asiáticos y estadounidenses.
En el mundo financiero también se busca la creación de un solo mercado bursátil cuyo tamaño evite la fuga de empresas a Wall Street. También se pretende contar con operadores de pago europeos, ahora que se ha impulsado el euro digital, capaces de hacer frente a las grandes empresas de tarjetas de EEUU. Bruselas está analizando si pone aranceles que frenen la llegada de los coches eléctricos chinos, como medida de apoyo a la industria propia de automoción. Además, debería defender a las grandes firmas textiles europeas que luchan contra gigantes asiáticos, en ocasiones, en desigualdad de condiciones.
Confiemos en el buen pulso de Ursula von der Leyen a la hora de decidir quiénes serán sus socios. Su decisión más difícil aún está por venir.
*** Carlos Ochoa es responsable de Asuntos Públicos de FTI Consulting en España.